La transición energética no es un simple cambio de modelo tecnológico; es una transformación estructural que está redefiniendo la forma en la que entendemos el progreso económico y social.

España, como el resto del mundo, afronta un desafío mayúsculo: por un lado, tenemos el "qué", la transformación de nuestro modelo productivo basado en los combustibles fósiles en otro basado en las energías renovables.

Y, además, tenemos, en el mismo nivel de importancia, el "cómo", que sea un proceso justo e inclusivo, capaz de generar oportunidades reales para las personas.

Las grandes palancas del desarrollo socioeconómico están moviéndose con fuerza hacia un nuevo escenario: la Agencia Internacional de la Energía ya habla en sus informes de que entramos en la "Era de la Electricidad", un cambio de magnitud similar al paso del carbón al petróleo.

Por otro lado, la Organización Internacional del Trabajo estima la creación de 24 millones de empleos verdes de aquí a 2030 en todo el mundo. Desafíos y riesgos que abren nuevas oportunidades y detrás de los cuales hay mucho más que innovación y tecnología: están las personas. Y la pregunta es: ¿estamos preparados para aprovechar esas oportunidades?

Es precisamente aquí donde el tercer sector y la colaboración público-privada están llamados a desempeñar un papel determinante. Desde Fundación Endesa trabajamos para sumar a esta agenda, aportando lo que llamamos la cara más humana de la transición energética: una visión que pone el impacto social al mismo nivel que el avance tecnológico.

El capital humano será uno de los grandes motores de esta transformación. España ha avanzado en digitalización, pero aún tiene un déficit en competencias STEM, clave para acceder a esos nuevos empleos verdes, que podría limitar los avances. Según datos de la OCDE, en su estudio Education at a Glance 2025, en España, solo alrededor del 20% de los graduados de grado universitario provienen de campos STEM.

Por eso, invertir en educación es esencial, ya que no habrá transición justa sin igualdad de oportunidades desde la base. En ese sentido, la transición energética comienza en las aulas.

Energía eólica, solar y hídrica.

Energía eólica, solar y hídrica. Istock

Experiencias como RetoTech, que acerca el emprendimiento tecnológico y las vocaciones STEM a decenas de miles de estudiantes en toda España, o programas de educación energética como Endesa Educa, que fomentan el conocimiento del mundo de la energía y la conciencia medioambiental desde edades tempranas, muestran que el cambio empieza con conocimiento.

Pero formar a las nuevas generaciones no basta si no garantizamos oportunidades también para quienes hoy buscan empleo en sectores de futuro, ya que la transición energética está generando nuevas profesiones, pero también exige nuevas capacidades.

En un país donde uno de cada tres desempleados tiene más de 50 años y el 55% de esas personas son de larga duración, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), la formación continua y la empleabilidad inclusiva se vuelven urgentes. La reconversión hacia sectores verdes requiere capacitar a profesionales con experiencia, evitando que la transición amplíe las brechas laborales.

Iniciativas como las que promueven la empleabilidad verde, como es el caso del Hub Empleo Verde, o la reorientación profesional de trabajadores sénior, con proyectos como SAVIA, son fundamentales para que el cambio tecnológico no deje a nadie atrás.

La transición energética también se mide en su relación con el territorio. Para que sea realmente sostenible debe preservar lo que nos conecta con la naturaleza.

España es uno de los países europeos con mayor riqueza natural, ya que alberga el 54% de las especies animales y vegetales que habitan en Europa, según el Informe Anual 2022 sobre el Estado del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO). Su conservación es una responsabilidad compartida entre instituciones públicas, empresas y sociedad civil.

Por ello apoyamos proyectos de restauración ecológica y conservación de especies protegidas, como los desarrollados bajo nuestro nuevo Plan Estratégico 2024-2027 en lugares emblemáticos como el Parque Nacional del Teide o territorios clave para la recuperación del lince ibérico o el buitre negro.

En este proceso de cambio, el desarrollo social también necesita identidad y memoria. Iluminar y preservar el patrimonio o, lo que es lo mismo, nuestra riqueza colectiva, con tecnologías eficientes, es una forma real de unir pasado y futuro.

La energía, al servicio de la belleza y la identidad, puede ser una herramienta de cohesión social tanto como de innovación. Por ello, desde 1998 hemos iluminado más de 700 monumentos para proteger su valor patrimonial con sistemas eficientes y sostenibles.

En definitiva, educación, empleo verde, biodiversidad y cultura forman los cuatro pilares de una transición energética humana y con propósito. En 2024 llegamos a más de 115.000 beneficiarios y en 2025 nos hemos propuesto superar los 150.000. Pero los números son solo una forma de medir el impacto; la verdadera transformación se mide en oportunidades.

Porque estoy convencida de que la energía puede ser una fuerza que une. Y solo si la concebimos como una herramienta de progreso humano, podremos construir un futuro más justo, sostenible e inclusivo para todos.

*** María Malaxechevarría es directora general de Fundación Endesa.