Es un día cualquiera: te levantas y abres las ventanas de tu casa para que entre aire limpio, te hidratas con un vaso de agua potable y, a la hora de comer, disfrutas de un plato lleno de alimentos que te dan energía para el resto del día.
Un día normal, de momento. Porque respirar aire limpio, beber agua sin contaminantes o alimentarnos de suelos fértiles son necesidades básicas que, debido a factores como la contaminación, el cambio climático o la pérdida de la biodiversidad, están en riesgo.
Escribo, además, en presente, porque se trata de una cuestión de actualidad, no de futuro. La comunidad científica lleva años alertando de que la contaminación en el aire multiplica los casos de enfermedades respiratorias y cardiovasculares, la degradación del agua y los suelos impacta en nuestra alimentación y en nuestra calidad de vida, y el cambio climático –lejos de ser solo un problema ambiental– afecta directamente a la salud pública.
Por poner un ejemplo, según la OMS, nueve de cada 10 personas respiran aire contaminado. Esto se traduce en siete millones de muertes prematuras al año por enfermedades derivadas de la polución. Vemos, por lo tanto, que la salud de nuestro planeta está en riesgo. Y con ella, la de todos los ecosistemas y seres vivos que lo habitamos.
Con datos como este, no podemos desviar la atención en un día como hoy –Día Internacional de la Salud– de un problema que diariamente nos afecta cada vez en mayor medida: una de cada dos personas asegura estar preocupada sobre cómo el estado del medioambiente puede influir en nuestra salud, según un estudio de Naturaliza, el proyecto de educación ambiental de Ecoembes.
Se trata esta de una preocupación que, a la vista de las últimas evidencias e informes científicos, nos acompañará en las próximas décadas si no decidimos darle la importancia que realmente merece. Y eso pasa, necesariamente, por la educación.
Precisamente, Naturaliza nace de la necesidad de hacer conscientes e implicar a los más pequeños en por qué debemos cuidar del medioambiente y cómo hacerlo, que experimenten lo necesario del contacto con la naturaleza para la salud mental y física y aprendan el impacto de nuestras pequeñas acciones en el entorno y, por tanto, en nuestra salud.
Sin embargo, y este matiz es importante, debemos tener presente que la educación ambiental no es algo que solo deban aprender (y aplicar) los niños y niñas, ni tampoco es responsabilidad exclusiva de los colegios: es algo que nos engloba a todos, independientemente de la edad. No podemos seguir diciendo que los pequeños son el futuro del planeta porque está en manos de todos nosotros hacer posible ese futuro.
En este sentido, la educación ambiental es la herramienta que nos permite entender cuál debería ser nuestra relación con el entorno natural y actuar en consecuencia. Solo si somos conscientes de que eso es algo que requiere la implicación de todos, lograremos consolidar una sociedad que no solo reaccione ante las crisis ambientales, sino que trabaje activamente para prevenirlas. Porque el conocimiento nos da la capacidad de elegir y, hoy más que nunca, la elección es clara: proteger nuestro entorno para, además, proteger nuestra salud.
Porque un día normal debería seguir siendo eso: un día en el que respirar aire limpio, beber agua potable y alimentarnos sin riesgos no sea un privilegio, sino una garantía. Pero, para que así sea, debemos asumir nuestra responsabilidad y tomar conciencia de que cuidar del planeta es, también, cuidar de nosotros mismos.
Mañana volverá a ser un día cualquiera, sin una efeméride que nos haga pararnos a reflexionar sobre qué estamos haciendo hoy para proteger el medioambiente, qué estamos haciendo para que, mañana, sea un día más.
*** Nieves Rey es directora de Comunicación y Marketing de Ecoembes.