Siendo una persona que procede de familia nómada —la naturaleza es nuestra principal cuidadora y fuente de recursos—, el amor y el respeto por el entorno es algo intrínseco e incuestionable, como también lo es el espíritu de colaboración entre las familias. Son valores que ya nunca se olvidan y que han dejado su huella para siempre en mi interior. Por ello, me considero lo suficientemente privilegiado como para poder ver y sentir las cosas de una manera diferente y única.

Vivo en Madrid desde hace tiempo, y muchas noches miro al cielo, tratando de ver las estrellas, como lo hacía cuando era niño. Son casi siempre difíciles de observar, ya sea por la contaminación lumínica o por el inevitable humo gris que cubre las grandes ciudades. A veces me pregunto si yo soy quien puede o debe cambiar esto... ¿Lo soy?

¿Pueden las personas y las empresas contribuir activamente a lograr un medio ambiente más limpio, mejor y sostenible, de manera significativa? Humildemente, creo que sí. Y considero también que debemos intentarlo, porque se lo debemos a las generaciones venideras. Vamos a intentarlo. 

Porque veo claramente que cada día es más urgente que todos tomemos conciencia de nuestra enorme responsabilidad. Debemos actuar ahora no sólo como individuos, empresas o autoridades, sino todos juntos, hablando entre nosotros y coordinando las líneas de acción. Sabemos que el cambio climático ya no es algo lejano, sino una realidad latente que nos afecta a todos: nuestras casas, nuestra comida, nuestra calidad del aire, nuestra agua y, en última instancia, nuestros recursos y medios de vida.

Lo comprobamos en los fenómenos meteorológicos extremos que hemos visto en Pakistán, los terribles incendios del verano, la sequía que afecta a países como España o Portugal o incluso el Día Mundial del Sobreabastecimiento, que se acerca cada año, como consecuencia del aumento del consumo excesivo de recursos naturales.

No es una exageración decir que entramos en una década decisiva en lo que respecta al cambio climático y que no tenemos mucho tiempo para actuar. Sabemos que nadie puede hacer todo, pero todo el mundo puede hacer algo: sólo asumiendo la responsabilidad individual, todos juntos, podemos lograr cambiar el rumbo.

Desde hace bastante tiempo, en IKEA hemos decidido poner la sostenibilidad en el centro de lo que hacemos, invirtiendo en el crecimiento sostenible del negocio. Comenzando en 1992, mediante la fabricación de nuestros productos con criterios ambientales y éticos. En 2000, implementamos IWAY, un modelo de acción que define las directrices para nuestra relación con los proveedores, al tiempo que cuidamos de las personas y el planeta. Y desde 2016, cuando lanzamos nuestra Estrategia Positiva para las Personas y el Planeta, nos hemos comprometido a convertirnos en agentes positivos para el clima para el año 2030.

Por supuesto, queremos seguir creciendo como empresa, pero, al mismo tiempo, reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. Y sí, es posible: el año pasado en España logramos una reducción del 7% en nuestra huella de carbono mientras nuestro negocio crecía en un 16%. Ambos objetivos son, no solo posibles, sino compatibles.

Hemos invertido en tecnología para la innovación, como la fabricación de bambú y nuevos materiales como el lyocell para los tejidos. Además, nos hemos volcado por completo en el reciclaje de plásticos y la gestión responsable de los bosques. Por supuesto, es inevitable hablar de la energía renovable, donde estamos haciendo una gran inversión en turbinas eólicas, paneles solares y la electrificación del transporte.

Como resultado de estas y otras acciones, me enorgullece mucho compartir que más de un tercio de los productos de IKEA se fabrica de manera sostenible y ayudan a vivir una vida más sostenible en el hogar. Dicho esto, soy consciente también de que queda mucho por hacer.

El viaje no será fácil. Uno de los mayores obstáculos es convencer, convencernos todos, de que el cambio climático es real y nos afectará. Sin lugar a dudas, es absolutamente necesario y urgente un cambio de mentalidad. Como sociedad, necesitamos integrar la sostenibilidad en nuestra vida diaria. Cada uno de nosotros debe vivir una vida más responsable, haciendo grandes y pequeños esfuerzos. Todos son importantes y todos suman.

Desde las grandes empresas, debemos poner a las personas y al planeta en el centro de nuestra actividad. Necesitamos urgentemente reducir, reciclar y recuperar, pasando de una economía lineal a una circular, dando ejemplo. Pero también, trabajando para convencer y ayudar a las pequeñas y medianas empresas, compartiendo una visión más a largo plazo, pensando en el futuro. Queda un largo camino por recorrer, pero claro que todavía podemos hacer algo. Yo, al menos, miro al futuro con esperanza y optimismo.

Ya he mencionado que muchas veces me pregunto si yo soy alguien que puede o debe cambiar esto... ¿Lo soy? Pues bien, creo verdaderamente que yo puedo y debo tratar de cambiar el mundo. Me siento responsable por las generaciones futuras, y quiero dejar un mundo mejor para mis propios hijos, así que, como individuo, me he comprometido a vivir una vida más sostenible, con pequeñas acciones y convirtiéndome en un activista en mi vida cotidiana.

Pero también, como líder de una gran empresa, asumo la responsabilidad de asmilar la sostenibilidad en el ADN de la compañía, demostrando que el crecimiento sostenible de los negocios es posible. En IKEA creemos que, sin lugar a dudas, es buen negocio ser un buen negocio. ¿Estás listo para cambiar el mundo?

***Nurettin Acar es director general de IKEA España.