Cientos de personas se agolpan cada día a las puertas del Departamento de Inmigración y Emigración de Colombo, la ciudad más importante de Sri Lanka. El objetivo es conseguir un visado que les permita salir del país, no para irse de vacaciones, sino para huir de la salvaje inflación y la crisis económica que azota a la isla desde el año pasado. 

La bancarrota virtual y la agitación política sumió al país en el completo caos el pasado verano. Los manifestantes ocupaban los edificios gubernamentales, el presidente electo Gotabaya Rajapaksa huía en un avión militar hacia las Maldivas, se declaraba la emergencia nacional… Todo apuntaba a un desastre mayor. Algunos analistas incluso predijeron que se establecería una anarquía.

El país también se quedó sin combustible. Las autoridades señalaron que no había suficientes divisas para importarlo. Los autobuses, trenes y vehículos médicos tuvieron que ser aparcados y el gobierno prohibió durante semanas la venta de gasolina o diésel a vehículos no esenciales. Sri Lanka se encontraba completamente paralizado, atados de pies y de manos. Sin poder moverse. 

[El colapso de Sri Lanka o cómo la agricultura orgánica acabó de hundir a la población en la miseria]

Ahora, medio año después, la calma ha vuelto tras la tempestad. Pero a la economía del país, según pronostican los expertos, le queda una larga trayectoria en el desierto para volver a lo que un día fue. Con este panorama, muchos de los algo más de 22 millones de personas que viven en la nación insular buscan abandonar el país para trabajar en el extranjero

Huir del país, la única opción

W.D. Karunawathi, una madre de tres hijos de 55 años, según contó a la Agencia Efe, lleva dos días haciendo cola en el Departamento de Inmigración y Emigración para poder viajar a Arabia Saudí y trabajar como empleada del hogar. 

“Aquí no tengo una ocupación y mi marido, que solo tiene un trabajo temporal, no puede ganar suficiente estos días por culpa de la crisis. Así que hemos decidido que voy a ir y enviar dinero a casa", explicó la oriunda de un poblado en el distrito de Badulla, al sur del país. 

Ni siquiera los ejecutivos o los empleados en los que en teoría se consideran buenos puestos de trabajo se salvan del impacto de la inflación. “Todo el mundo quiere irse de este país”, contó Ravi Selliah, gerente general de una firma de reclutamiento a The New York Times. “Incluso los directores ejecutivos de las empresas vienen y piden cualquier tipo de trabajo en el extranjero”.

Personas esperando para ser atendidas en el Departamento de Inmigración y Emigración

Personas esperando para ser atendidas en el Departamento de Inmigración y Emigración Chamila Karunarathne EFE/EPA Colombo, Sri Lanka

Kugan Sivanathan, un empleado bancario de 21 años, también ha tratado de salir del país, aunque por el momento con poco éxito. Tras graduarse en la universidad, pensó que su nuevo trabajo podría darle una mejor vida que la que tuvieron sus padres. Sin embargo, contó al Times, con la inflación, ahora mismo, tiene que destinar un tercio de su salario para su viaje diario en autobús y el almuerzo. 

Según los datos que proporciona el Ministerio de Trabajo y Empleo en el Extranjero,  311.269 personas emigraron durante el año 2022 por motivos de trabajo, siendo la primera vez que se rebasa la barrera de los 300.000 desde 2013. En una situación normal, la inmigración suele estar en un rango entre 200.000 y 225.000 personas al año. 

La mayoría acaban en el Golfo Pérsico, en países como Kuwait, Qatar, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Omán, donde trabajan como empleados del hogar o en empleos poco cualificados. Muchos de ellos en la construcción, trabajando bajo un sol justiciero del desierto, en temperaturas que pueden alcanzar hasta los 45 grados centígrados. 

[El lado oscuro del fútbol: la alineación indebida del Mundial de Qatar con los trabajadores inmigrantes]

A pesar de las difíciles condiciones a las que se pueden enfrentar en los países a los que emigran, la desesperación hace que los esrilanqueses se agarren a cualquier clavo ardiendo para huir de su miseria.

Karunawathi, que ya trabajó una temporada en Oriente Medio, es consciente del riesgo que puede entrañar emigrar a Arabia Saudí, pero no encuentra otra solución. "La última vez que regresé (a Sri Lanka), pensé que no volvería (a salir). Pero mira dónde estoy ahora. ¿Qué más puede hacer la gente como yo?", dijo resignada a Efe.

Un funcionario revisando pasaportes en el Departamento de Inmigración y Emigración

Un funcionario revisando pasaportes en el Departamento de Inmigración y Emigración Chamila Karunarathne EFE/EPA Colombo (Sri Lanka)

Muchos estafadores buscan aprovecharse de las difíciles condiciones a las que se enfrentan los esrilanqueses. Los anuncios falsos de trabajo o la facilitación de visados de turista para abandonarlos después a su suerte en los países de destino son solo algunos de los mamotretos que han ideado los que buscan lucrarse de la desgracia ajena.

Según publica The New York Times, un falso anuncio de trabajo en Turquía llegó a atraer a unas 500 personas de diferentes partes del país a la capital. 

Una difícil salida al laberinto

El Gobierno está actualmente dirigido por Ranil Wickremasinghe, un veterano político de 73 años, en cuyas manos está sacar del pozo a Sri Lanka a pesar de su controvertido nombramiento —su partido había sido derrotado en las urnas en agosto de 2020—. 

Sin embargo, tal y como explica Dushni Weerakoon, director ejecutivo y jefe de investigación de Política Macroeconómica del Instituto de Estudios de Política de Sri Lanka, en un artículo para East Asia Forum, Wickremasinghe “carece de una mayoría parlamentaria segura para llevar a cabo reformas dolorosas, así como de la legitimidad de haber sido elegido por el pueblo para hacerlo”. 

Y esto, podría ser un serio inconveniente para que Sri Lanka vuelva a la normalidad este año. En 2022, se espera que el PIB caiga un 9% y las últimas estimaciones apuntan a que la economía se contraerá entre un 3 y un 4% en 2023. 

Manifestantes irrumpiendo en el recinto de la oficina del Primer Ministro para exigir la renuncia de Ranil Wickremesinghe después de que el presidente Gotabaya Rajapaksa huyera del país en medio de una crisis económica el pasado 13 de julio de 2022..

Manifestantes irrumpiendo en el recinto de la oficina del Primer Ministro para exigir la renuncia de Ranil Wickremesinghe después de que el presidente Gotabaya Rajapaksa huyera del país en medio de una crisis económica el pasado 13 de julio de 2022.. Pradeep Dambarage Europa Press/ZUMA Colombo (Sri Lanka)

Con pocas opciones políticas para paliar el peor momento histórico desde la independencia del país en 1948, Sri Lanka espera ahora un rescate del Fondo Monetario Internacional (FMI) de 2.900 millones de dólares estadounidenses que pueda proporcionar una provisión limitada de liquidez a las maltrechas arcas del Estado. Pero, como siempre, el organismo financiero internacional impone una estricta disciplina financiera que implica un aumento de los impuestos y una reducción de los gastos

[El río Mekong se ahoga bajo el juego geopolítico: las presas acaban con la vida del "bol de arroz" de Asia]

En el último año, según el Banco Central del país, la inflación interanual llegó a situarse en un 65% en noviembre, tal y como ha recogido Efe. Los alimentos sufrieron una tasa de casi el 70%, un precio totalmente inasumible para la mayoría de las familias esrilanquesas, que han visto cómo han aumentado sus gastos, pero no así sus salarios, que se han congelado o se han reducido. 

Esto ha llevado a muchas familias al límite. Un informe conjunto de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) publicado en septiembre del año pasado estimó que 6,3 millones de personas están sufriendo algún tipo de inseguridad alimentaria en la nación isleña. Esto es, casi un tercio de las familias del país tienen problemas para adquirir alimentos o incluso hacer más de una comida al día. 

Las previsiones no son nada halagüeñas. Tal y como afirma Weerakoon, incluso si todas las medidas salen según lo planeado, “pasarán otros dos o tres años antes de que la población de Sri Lanka pueda sentir una mejora real en sus condiciones económicas”. Mientras tanto, miles de personas se seguirán esperando colas kilométricas a las puertas del Departamento de Inmigración y Emigración para salir del país en busca de un futuro mejor que dar a sus familias.