Quienes estuvimos en el Congreso del Psoe este fin de semana vimos dos partidos distintos el sábado y el domingo. El primer día, la policía abría las arquetas y se encaramaba a los tejados. El segundo, uno aparcaba tranquilamente y paseaba por el Beatriz sin sobresaltos. El día que vino Sánchez me metieron la mano en la bolsa, lo que jamás ocurrió ni cuando estuvieron el Rey Juan Carlos o Felipe; el día que cerró Page, hasta se podía silbar por los pasillos. Fueron dos congresos distintos, aunque esto ya parece como la Santísima Trinidad, pero con un actor menos. No sabemos si es uno y trino o dos y ninguno. Pero lo que parece claro es que Sánchez poco tiene que ver con Page y, sobre todo, que Page no quiere ver nada con Sánchez.

El presidente del Gobierno sigue encaramado en su muro y dijo que preferiría siempre un ejecutivo de izquierdas a otro de derechas. Al día siguiente, Page -sin citarlo en ningún momento- se llevaba las manos a la cabeza y decía que él no estaba en política para sustituir a nadie o porque fuese el mal menor de alguien. Son concepciones distintas y contrapuestas. A veces, uno piensa que la táctica y el oportunismo puede anidar en según qué circunstancias… Pero es imposible mantener la impostura en el tiempo y al final, termina saliendo la verdadera personalidad de cada uno. Desde "si quieren ayuda, que la pidan" de Sánchez a "yo no soy el puto de amo" de Page.

Es verdad que ambos son del mismo partido y que al votante prestado de Page, repetir de nuevo con Sánchez en el Gobierno le va a resultar estomagante. De hecho, uno cree que no será posible la reelección autonómica con Pedro en el poder, salvo que se convierta por obra y gracia de las circunstancias sobrevenidas en la Madre Teresa de Calcuta, que también pudiera ser. El votante de la derecha es práctico y si confió en Emiliano es porque era el contrapunto de Pedro y lo consideraba más eficaz para derribarlo. Si pasado un tiempo, eso no ocurre, el cronómetro comienza a contar hacia atrás.

Sin embargo, dicho esto, este domingo vimos al mejor Emiliano que uno recuerda. Es verdad que en Ciudad Real estaba Fúnez advirtiendo del mangonazo de Telefónica y lo que a los españoles nos va a costar. Pero la prestidigitación del niño de Alfileritos, el aprendiz de Bono y el hombre de Estado en que se está convirtiendo superaron las expectativas. Su intervención fue todo uno torpedo en la línea de flotación de lo que había sido Sánchez el día anterior. Y sin mentarlo ni nombrarlo. Reivindicó la humildad, la sencillez, la honradez y el sentido común. Cumplir con lo que se promete. Casi nada. Y, por supuesto, volvió con la matraca de la financiación. Si el Psoe apoya a los independentistas, está traicionando su esencia. No sé el tiempo que le quedará a Page. Ayer se emocionó cuando sus compañeros le dedicaron la ovación más cerrada. Creo que se lo está pensando, aunque ejerce magisterio sobrado y encima no cobra a quien quiera escucharlo. Si el sábado fue el puño… el domingo, la rosa. Su Majestad escoja, diría Quevedo. El tiempo y las circunstancias determinarán, aunque él mantiene la forma. La mente, la coyuntura y lo que dure Sánchez influirá.