Este domingo ha sido uno de esos días históricos en que cambia el sentido de un tiempo. Un número elevadísimo de españoles han salido a la calle para decirle al presidente del Gobierno que el país no se vende ni está en almoneda. Desde Fernando VII no se recordaba una movilización tan tremenda del cuerpo social sin aditivos. Han salido a la calle sin subvención, sin paguitas, sin autobuses, sin que nadie le dijera a nadie lo que tenía que hacer un buen puñado de españoles. No entraré en guerra de cifras porque tampoco hace falta. La nación ha estado en la calle y ha clamado contra la corrupción. Qué curiosa es la vida. Pedro Sánchez, que llegó a la Moncloa a lomos de la Gürtel permanecerá en ella a cuenta del caso más grave de ladrones y corruptos, la compraventa de siete votos con los impuestos de los españoles. Ya tiene la sentencia de la calle. Será presidente del Gobierno, pero la legislatura nace muerta desde las esquinas.

Con este pacto próximo a la güija en tanto que resucita a un muerto como Puigdemont, España vive otro de esos episodios a los que está tan acostumbrada. Lo raro fue la Transición y el setenta y ocho; lo normal es darnos de hostias hasta en el carné de identidad. Ahora el Psoe tiembla porque le atacan las sedes. La violencia sólo genera violencia y es la maldad en estado puro. Pero el Psoe ha dicho en su pacto con Junts que si la violencia es política puede ser comprensible y amnistiada. ¡Ah, caramba! Depende del sentido ideológico de la barbarie si es admisible o no. Ciento veintiún diputados tienen la palabra y deberán responder ante el tribunal de sus conciencias si lo que votan esta semana o la que viene es lo que le hace bien al país. Media España piensa que no.

Si Galdós hubiese vivido estos días, relataría en un Episodio Nacional lo ocurrido un domingo de noviembre. España se manifiesta en las grandes ocasiones como este domingo. Parece mentira que la pongan a prueba después de dos mil años de existencia, como provincia o reino. Que vengan aquí a Toledo para sentirlo. Este domingo la Plaza de Zocodover ha lucido como en las grandes ocasiones. Me recordaba al 'No a la guerra' o Miguel Ángel Blanco. No cabía un alma. Los propios peperos se asombraban de la movilización. Porque esto no va de derechas ni izquierdas. Esto va de España.

De Gerona a Zaragoza, de Arapiles a Vitoria, de Cádiz a Bailén, España se ha mostrado sin rey ni gobierno como una sola nación. Una y no ciento. Eso es lo que no entienden vascos y catalanes indepes. Este domingo las mejores manifas fueron las de Barcelona y Bilbao. Ellos saben de lo que hablan porque llevan el carlismo prendido a fuego y sus efectos. Pero somos muchos más los españoles quienes deseamos una nación próspera, de ciudadanos libres e iguales. El Gobierno es una taxidermia sin haberse siquiera constituido. Será una legislatura agónica, con la nación en la calle. Ayer vi mucha gente de izquierdas también con banderas porque no votaron esto. Sánchez se equivoca en el diagnóstico. España no es el Psoe y lo sobrevivirá. Este domingo se ha escuchado en Toledo "Emiliano, aprende de tu hermano". Eso es lo tremendo. La polarización no deja espacio para los puentes ni el entendimiento. Tanto invocar la memoria histórica y han traído lo peor de los años treinta a la política.

Una nación existe cuando sin que nadie lo mande ni ordene hace cosas de manera común. Este domingo ha ocurrido. Que no nos vendan motos ni borricas. Los indepes se mueven a golpe de talonario pagado con los impuestos del resto de España, que somos muchos más. Quienes han salido a la calle sólo tenían sus gargantas y las manos. Como muy bien ha dicho el director de este periódico, venceréis pero no convenceréis. Y ya sabemos lo que pasa cuando eso sucede.