Abril nace en turbión de lluvias, elecciones y personajes. La Semana Santa ha pasado como Noé en la barca y a los cofrades se nos abren las carnes cuando el sol se vislumbra acabada la tarde. La primavera lleva el desasosiego dentro como el suicida la pulsión destructiva y la Naturaleza se rebela contra el hombre y le marca el camino de las aguas y los lodos. Al contrario que Moisés que separó el mar, lagunas y tablas se han juntado estos días en una resurrección imposible, la letanía de la Mancha con cuentas de rosarios inacabados y subterráneos. Ruidera vuelve a llorar para la dicha de Montesinos.

Los poetas enloquecen entre lunas y primaveras y no saben si cantarle a abril o mayo, tan bello el uno como el otro. Los colores de la primavera son sístoles y diástoles desbocados que laten en las sienes de la inteligencia. Donde vive el deseo, es donde vive la realidad. Por eso la primavera lo destartala todo con sus nubes, azules y verdes. Los rojos finales de mayo en amapolas serán votos de unas urnas deshojadas. Porque las primaveras son siempre violentas, eso lo sabían los griegos. De los ritos dionisíacos entre la vida y la muerte, nace la tragedia en primavera, cuando se cumple el designio del eterno retorno. Y de la tragedia, el teatro. Este gran teatro de Mefistófeles en que ha devenido la política y el griterío. Chillan más sus señorías que las margaritas blancas y amarillas entre el verde amansado de la ladera. La siembra de este año será espectacular. Pero la mano del hombre que todo lo horada puede ser horrible.

La Segunda República se calentó en primavera, que hace vibrar de sueño, espanto y anhelo los días del calendario. En primavera también se hizo la Transición, como cuando se legalizó el PCE en Sábado Santo. No hay predeterminación ni nada escrito. Existe el libre albedrío, contra lo que argumentaban los escritores del Siglo de Oro. Esta primavera viene metida en elecciones y lloverán sufragios de negro y oro. Negro para la tormenta, la piedra y el atraso del atávico nacionalismo. Oro para la grandiosidad del pacto entre dos que piensan distinto. Pedro Jota defendió ayer la mesura y lleva razón. Pero la espina de la primavera es tan frágil que hasta un nenúfar puede quebrarla.

La palabra dada se ha marchitado antes de brotar nuevamente. Son las flores negras de la primavera maldita a que nos condujo la mentira. Quién prefiere la flor más bella si es la venenosa. O cómo quitar la broza sin quemar la rosa que crece en medio. Tres elecciones distintas dejan a la primavera desatada en campañas, gritos y estertores. Hay quienes se mueven mejor entre el fango y la herida, pero la inmensa mayoría quiere la luz de la tarde limpia. Algo hacemos mal en España cuando no somos capaces de entendernos izquierda y derecha. Y, sin embargo, marcha la economía y vienen los turistas. Somos como el ave exótica al que contempla el coleccionista con lentes de aumento. Abril es blonda y lila entre unos senos, inquietud y movimiento. Por más largo que sea el invierno, siempre llega la primavera. Aunque nunca nadie sepa cómo termina ni acaba.