El veredicto del jurado que ha condenado al librero de Ciudad Real José Lomas por homicidio después de que matara a un ladrón que entró en su casa a robar de madrugada, me ha dejado una sensación fría, inerte, glacial… del mismo material con el que están hechos los platillos de la balanza. La justicia deja de ser tal cuando los agravantes y eximentes se imponen a la lógica y el propio relato de los hechos. Para qué queremos jueces y abogados si aquí no hay nadie que se preocupe por desenmascarar a Liberty Valance. Y eso que el poder judicial es el que está resistiendo este embate del sanchismo hasta la exasperación, esta enfermedad desolada que deja desnuda la primavera en las instituciones. Un buen abogado sabe que puede pasar por inocente el mayor culpable y viceversa, como ha ocurrido aquí. El jurado popular es de una hecatombe sin precedentes, salvo en las películas americanas donde siempre gana el bueno. Lo que ocurre es que ahora ha sucedido al revés.

La declaración del librero en el juicio no fue desde luego la mejor para salir absuelto. Pero quién soy yo para determinar qué factura le pasa la mente a un hombre al que han jodido la vida. No puedo comprender que en un sistema democrático tenga más derechos el delincuente que la víctima. Así se explican luego los resultados de Bildu en Vitoria. La supresión del contexto es el peor de los acontecimientos posibles. Para esto, que nos gobierne ya la inteligencia artificial y nos ahorramos sueldos. Es impropio de un país avanzado que un pobre hombre al que le asaltan la casa salga con los pies por delante a prisión porque mató a quien le apuntaba con una motosierra. El señor fiscal habrá de explicar cómo piensa actuar el día que a él le ocurra lo mismo. Deberá dejar las cámaras de vigilancia puestas en su chalé para que el público vea cómo se negocia con asaltadores. Imagino que les ofrecería unas pastitas, un postre y un café. Y les daría el joyero, los niños y la mujer. Debe ser algo parecido a eso.

La integridad de Pepe Lomas en Ciudad Real durante sus ochenta años ha sido intachable. Librero de Aspa, vivía refugiado en sus lecturas y sólo cuando cerró el negocio que le permitió vivir durante tiempo, el bar de al lado amplió el local. Hoy se toman huevos y papas donde antes había serenidad y quietud. Nada que objetar, salvo que el aire del veredicto da un aspecto triste a la Plaza Mayor. No pensé yo que vivía en una sociedad tan enferma, donde la víctima es el delincuente. Pobre hombre que no robó todo lo que debía en vida y apareció un mal nacido para quitarlo de en medio. El mundo del derecho y, por supuesto, los legisladores debieran revisar las fugas del sistema y los agujeros negros que engendran leguleyos y jurado. En América decían que si llaman a la puerta a las cinco de la mañana en casa, era el lechero. En España puede ser un ladrón y un tribunal detrás para matarte en vida. Como dicen los gitanos, pleitos tengas y los ganes.