Emiliano García-Page dijo el sábado que la pregunta que el Psoe realice a sus militantes podía ser como “el juego del rasca, que tienes que darle para saber exactamente la pregunta, pero ya después”. En realidad, cuadró lo que viene sucediendo desde hace un tiempo con Sánchez. Pedro se dedica a hacer malabarismos en el aire y trilerismo en la tierra. Las mazas son la amnistía y la sedición y los cubiletes, los indultos y la malversación. Sólo que los dados se los llevó él hace ya un tiempo sin que nadie lo sepa ni el independentismo se haya dado cuenta.

Emiliano vio el fondo de ojos a Pedro el mismo día que lo conoció. Percibió su ambición ilimitada y el tiempo le dio la razón. Su última operación era que Vox y PP no sumaran para amarrarse como un clavo ardiendo a la Moncloa. Y lo va a conseguir. Pedro Jota ha dado las claves como siempre en su artículo dominical. Pero eso no quiere decir que las cosas sean bien hechas y el camino, el correcto o el adecuado. Como muy bien señala el director de este periódico, Sánchez se merece ser presidente del Gobierno y pasar las horcas caudinas de cada negociación parlamentaria, en las que habrá de sudar tinta. Podrá recurrir al decreto ley y la prórroga de los presupuestos, obvio es; pero, a cambio, sus escuderos y fieles deberán explicar a quienes los votaron por qué defienden unos ciudadanos de primera y otros de segunda. La necesidad y la virtud, claro.

La deriva bonapartista del Psoe quedó en evidencia el sábado cuando Pedro dijo que aprobaría la amnistía “en el nombre de España”. En realidad, era un poco más Luis XIV, “el Estado soy yo”, pero todo muy francés y democrático. Al final, como dice Guerra, será Yolanda Díaz nuestra Mélenchon. En el solemne nombre de España se han hecho tantas cosas, que dan yuyu y tirria sólo recordarlas. El Psoe se introduce así en un túnel del que ya veremos por dónde sale. Mientras, la derecha se enreda y pisa los cordones, y anda metida también en su laberinto. No son capaces ni ellos mismos de ponerse de acuerdo. El PP ya se ha dado cuenta de que con Vox no llegará nunca y trabaja para reabsorberlo, volver a unir el centro derecha, otra de las grandes asignaturas pendientes de nuestra política. No se ponen de acuerdo ni para hacer una manifestación.

La crisis de las democracias liberales y el auge de los populismos no pasa por una Europa de las regiones precisamente. Ningún país de la Unión consentiría nada parecido a lo ocurrido en Cataluña y mucho menos, la solución dada. La soberanía no se cuestiona ni se trocea, si es que nos importa algo la igualdad y los derechos de los ciudadanos. Si queremos salir de esta, debemos volver a un crecimiento económico solvente, basado en la productividad y no en las ideas de bombero. Lo difícil es generar la riqueza, no repartirla. Los grandes ciclos de bonanza económica vinieron de la mano de más trabajo y tecnología. La ruina amenaza como termitas las cabezas de algunos. Lo malo es que el resto vamos detrás, como pasó con Zapatero.

El juego del rasca lo bueno que tenía es que la mayoría de las veces terminaba con un “sigue jugando”. Era como las tapas de los yogures, que cuando ya juntabas treinta, te hacían falta cuarenta. Y habiendo conseguido el reloj, te presentaban el casio de última generación. La huida hacia adelante de Sánchez es entendible, según su personalidad. Bonaparte acabó con un embudo en la cabeza y él, probablemente, como secretario general de la Otan o casado en segundas nupcias políticas con Van der Layen, hecha de la misma madera. Es el nuevo matrimonio Arnolfini en Europa, que tan bien sabe adaptarse a las situaciones cambiantes. Ya lo dijo Page al salir del comité, no sería la primera vez que se aprobase una cosa y al poco, la contraria. La prueba está en estos últimos años. Cuidado, Leonor, que la jura del martes no sea noche de Halloween espantosa.