Se ha muerto Pepe Domingo Castaño y no doy crédito. La voz inmortal de la radio deportiva se apaga de la noche a la mañana y sus compañeros tampoco pueden creerlo. Lo conocí tarde, lo escuché a ráfagas, pero siempre me deslumbró su coloratura. No había hombre en la radio que sacara tanto partido a su voz como Pepe Domingo. Lo recuerdo de Trescientos millones, aquella tele pública con la que crecimos los de EGB, entre Íñigo, Milá, Marisa Naranjo y Gente Joven. Y de pronto apareció en la radio y se fue a ella para vivir eternamente. Ahora apaga el micrófono, deja el estudio, cierra la puerta y se va, dejando un vacío de fusas y semifusas en la radio que nadie se atreverá a llenar. No lo conocí en persona, pero oí a muchos compañeros hablar de él. Y, por supuesto, lo escuché. Mucho. Sobre todo, al final, cuando ya sabía que frisaba los ochenta y mantenía una vitalidad increíble. Me lo ponía los sábados a mediodía para chutarme de adrenalina, para saber que la radio era eso, inventos de palabras, genios de gafas limpias, músicas indoloras y celestiales que sonaban entre el coro de diodos y cátodos.

Nunca trabajó en mi radio, pero eso es lo de menos. Los de la cofradía de las ondas somos legión y nos conocemos por la mirada de la voz, el susurro del alma, el callo del oído. Pepe Domingo era todo música en la radio. Me contó un día un colaborador suyo que se iba quince días de agosto a su pueblo gallego. Pedía que le dieran la lista de clientes para ese año en la radio. Y se encerraba a componer. Tan pronto hacía una sinfonía de una cortadora de césped como exhalaba el mayor y mejor grito que hasta en los campos de fútbol se coreaba. “¡Pepe, un purito!” Y Pepe pasó a la historia con el purito de la radio. Increíble. Qué genio, qué monstruo, qué talento.

Se me sobrecoge el alma pensando que no lo volveré a escuchar. Yo siento a Edu García cada fin de semana en el Radioestadio de Onda Cero, pero siempre me pasaba por Pepe para ver lo que decía. Me cargaba las pilas… Si pasaba un mal momento en la radio y la monotonía podía castigar mis costillas, ahí estaba Pepe Domingo con su Still y coro de elfos en el bosque. Era la radio para soñar, para hacer radio y no televisión, para atravesar como una lanza de Longinos el costado de oyentes de mil diversa condición. A veces, nos quebramos la cabeza pensando en qué funcionará o no, cuando la radio es sentimiento y vida, corazón abierto, tripas sobre la mesa, verdad desnuda. Eso era Pepe, que hasta llamaba a Julio Iglesias de vez en cuando para felicitarlo. Julio, que cumple ochenta, el mismo número con el que fenece Castaño. Le ha dicho a Peñafiel que “el amor es sobre todo que te cuiden”, él que conquistó tantas mujeres a lo largo de su vida. Pero lleva razón Julio. El amor es entrega y cuidado, mimo y belleza. Y esa era la voz de Pepe Domingo. Se ha muerto, se ha apagado, polvo será mas polvo enamorado. Pero su voz encenderá para siempre el corazón de los oyentes que siempre podremos decir en la vida que lo sentimos, lo adoramos y quisimos como nuestro. Hasta siempre, Maestro.