Su figura sigue siendo controvertida, pero el viernes dio una lección de comunicación, humanidad y maestría extraordinarias. Estuvo en Toledo dentro de unas jornadas promovidas por Seqirus, una de las grandes empresas de vacunas en todo el mundo. Durante dos días han pasado por la Ciudad Imperial los principales expertos nacionales e internacionales en virología e investigación de gripe. Un encuentro verdaderamente sensacional, de altísimo nivel, que pude seguir de manera íntegra y me abrió la boca y los ojos de muchos aspectos que desconocía. La investigación mundial sobre la gripe está avanzadísima y la propia española no tiene nada que desmerecer, con especialistas de primer nivel. Quedó clara que la vacunación en mayores de sesenta y cinco años es una necesidad imperiosa y también que, lejos de lo que pudiera creerse, el personal sanitario sigue siendo reacio a vacunarse. Cosas que trae la vida, también en medicina; en casa de herrero, cuchara de palo.

Fernando Simón dictó la conferencia de clausura sobre comunicación y no defraudó. Se metió al auditorio en el bolsillo y captó su interés desde la primera hasta la última frase. Mantuvo el tempo de la charla durante toda la hora que duró y sus silencios parecían largos, eternos, sin fin. La prueba evidente de la conquista de un auditorio es cuando se siente el vuelo de una mosca. No la hubo, porque ni siquiera había moscas, pero el silencio entre sus palabras era colosal, espeso, meditativo. Dijo ser no creyente, pero un aura mística envuelve su figura y hace casi elevarlo del suelo. Por un momento, pensé que se abriría la bóveda del Beatriz y ascendería a los cielos. Pero no ocurrió tal cosa. Tiene una máster class de comunicación increíble, tanto por lo que dice como sobre todo, por cómo lo dice. La sonrisa pícara forma parte también de sus artes de seducción y se dirige a cada persona por su nombre. Le tocó lidiar con lo peor de la pandemia y fue ahí donde hizo oposiciones a mejor comunicador del momento, acrecentó sus conocimientos mediáticos de manera exponencial hasta el punto de refrendarlo con su misma figura en estas charlas comunicacionales para profesionales sanitarios.

Dijo que el dogma va por un lado y la ciencia por otro y por ello mismo, vive en la constante incertidumbre. De ahí que no fuera fácil responder determinadas preguntas si no era formulando otras nuevas. Diferenció la propaganda y la publicidad de la información, que es hacia donde debe ir la comunicación sanitaria y también los grandes medios de masas. De una manera pausada y velada, hizo crítica precisamente de aquellos que no lo hacen y recordó cuestiones que valen tanto para el sanitario como el periodista. La credibilidad es la base de toda información y sobre ella hay que levantar nuestra capacidad comunicativa. Creció y maduró a base de palos y errores durante la peor época de nuestras vidas, pero por eso mismo se ha convertido en un clásico imperecedero. Su voz, forma y caricia de decir las cosas envuelven el encanto y halo que transporta. Se nota el paso por los jesuitas en su juventud y tantas lecturas a cuestas. El aire descuidado forma parte de su atractivo y él lo sabe quizá con un cierto aire de coquetería o vanidad. El Gobierno tuvo la gran suerte de tenerlo a él en aquellos momentos en que se nos iba la vida. Ha aprendido de sus errores y ahora su figura se agiganta. Lo sé, lo reconozco. Arrepentidos los quiere Dios. Aunque no exista, según Simón.