Isabel Rodríguez vino el otro día a Toledo para ver la Catedral, la universidad y alguna otra cosa más, que diría Rajoy. Por la mañana, en la televisión regional, indicó que el Gobierno de España había pacificado Cataluña y que Page, desde Castilla-La Mancha, tampoco era quién para ponerlo en cuestión, porque su ámbito de influencia solo es una comunidad autónoma. La suya, curiosamente. Desde que se fue de Puertollano, Rodríguez ha desarrollado una eficaz labor como portavoz del Gobierno, defendiendo los paradigmas de Pedro Sánchez cuando tocaba. Es la sonrisa del régimen, como Solís Ruiz, y así todo entra mucho más suave y se dice todavía más dulce. Incluso los indultos de Junqueras y el todos a la calle, cancelas abiertas, que es lo que ha hecho el Gobierno del que ella es portavoz. Hay ruedas de molino que son imposibles de tragar, Isabel, ni aunque las cuentes con la más bella voz y la más edulcorada sonrisa.

Todavía se equivoca de vez en cuando al hablar del Gobierno de Castilla-La Mancha, en lugar del de España. Fueron unos cuantos años poniendo la voz a Barreda, uno de los clásicos de la región, y donde se forjó buena parte del prestigio de su carrera política. Sucede, en cambio, que irse a Moncloa para ser la voz de su amo, mientras este se agarra el Falcon y pone la calefacción a más de diecinueve grados, tiene sus riesgos. Entre otros, quemarse como el palo de un churrero, que es lo que puede pasarle a nuestra paisana. Si Page no puede hablar de Cataluña porque es de Castilla-La Mancha, cómo una portavoz de Puertollano va a alcanzar la geopolítica. Será que no entiendo y me he hecho muy mayor.

Rodríguez tiene una proyección política innegable y su trato personal es amable y conciliador. Realizó una excelente gestión en el ayuntamiento de Puertollano y los periodistas de la región la recordamos con cariño, de aquellas ruedas de prensa en consejo de gobierno donde comenzó su lidia con la canallesca. Fue un buen banco de operaciones, aunque luego se perdieron las elecciones y llegó Cospedal. Rodríguez es eficiente comunicadora y podría leer un prospecto del Bisolvón como el cuento de Blancanieves. Unas cuantas como ella querría tener yo en mi equipo.

Pero ahora viene a Toledo para decir que no hablemos, que nos callemos, que no tenemos ni puta idea en lo que decimos. Bien pudiera ser, que ellos son gobierno y tienen más información. Pero así como han echado marcha atrás en la ley del sí es sí porque era un escándalo e indecencia la puesta en libertad de violadores, más cuenta les hubiera tenido romper con sus socios después de tanto chantaje e intoxicación. Entre otras cosas, porque como dijo Page, ni se van a callar ni se van a contentar. Ya piden el referéndum, la independencia, un pisito en Pedralbes y dos huevos duros. Porque saben que no se verán en otra. Pero, claro, no sabemos de lo que hablamos y nosotros, a lo nuestro.

Rodríguez lleva nombre hermosísimo de reina coronando sus hoyuelos. Lo es cuando habla por sí misma y no por boca de otro, pero la vida es así. Isabel la Católica mandó construir San Juan de los Reyes para celebrar la victoria en la batalla de Toro. Aquí, miramos el Transparente pero la rendición del Estado nos ciega. Rodríguez vino a Toledo y Page se fue a Madrid y presentó a Magán, que más cuenta le traía. Total, si según la ministra, para qué va a hablar un presidente. Salvo si es Sánchez, claro, o a lo sumo, de Cataluña.