No es el volcán, como pudiera pensar la ministra Reyes Maroto y su billete seguro hacia la Palma. Se trata de Puy du Fou, el parque de la Historia de España que, en menos de cuatro años, ha recibido ya esta distinción y otras tantas que aún le quedan por delante. El sábado precisamente volví a ver el sueño de Toledo acompañado de la familia, que venía de fuera. Volví a emocionarme con la Historia de mi país y vi cómo quienes acudían conmigo también lo hacían. Los franceses han dado una clase de cómo hacer pedagogía o didáctica con las mayores vanguardias tecnológicas vistas hasta ahora. Es un espectáculo adecuado a todos los públicos, desde niños a mayores. Un encuentro con la Naturaleza y el medio ambiente, al alcance de cualquier ecologista que quería privarnos de esta maravilla por un águila perdicera inexistente y que nació después solo para los cetreros de Puy du Fou. La maravilla de las maravillas, una ópera de Verona al descubierto, una Aída y marcha triunfal de Radamés cada noche aquí en Toledo. A la ciudad le tocó la lotería el día que los franceses vinieron.

Autobuses ya de Madrid o Ciudad Real vienen llenos a pasar el día o ver únicamente la noche. Los hoteles, solo hay que preguntar cómo están por Puy du Fou. Ha sido como un resurgir de la noche, un pálpito de que esta ciudad está mucho más viva de lo que algunos creen. Después de las plagas de Egipto, hay que dar gracias porque los franceses viniesen con intención de quedarse antes de la pandemia. La vuelta a la normalidad será mucho más fácil y cómoda con Puy du Fou al lado, contemplando cómo crece su gran familia y también lo hace el número de visitas que recibe la ciudad y el parque. Han juntado el día con la noche, igual que en el Génesis, y han alumbrado el espectáculo total.

Por eso no entiendo aún ciertas resistencias que en un toledanismo turiferario y falsamente ilustrado suscita la cuestión. Es como si nos hubieran descubierto la isla del tesoro y nos fastidiara compartirla. Un no porque no, una cerrazón de piedra y muralla que no viene a cuento. Puede gustar o no, es obvio; pero negar la realidad y los beneficios que atrae a la ciudad solo cabe en mentalidades muy pequeñas. Entiendo, por supuesto, que agobie cierto turismo de masas. Pero, francamente, creo que Puy du Fou va mucho más lejos. Solo su gran extensión y el cuidado con el que, por ejemplo, se han regulado los aforos durante todos estos meses debieran servir para disipar cualquier recelo. El sábado por la noche éramos muchos los que disfrutábamos del sueño de Toledo, cierto. Pero con un protocolo exhaustivo, específico y una inmensidad de Naturaleza y hectáreas que da hasta para el recreo y disfrute personal, único, individual, interiorizado.

Quizá haya sido que los franceses hayan venido a contarnos la Historia de España a nosotros mismos y que solo ellos puedan hacerlo. Aquí, un español se decide a tal empresa y lo llaman facha. El español es el único que habla mal de sí mismo. Hasta la Guerra de la Independencia la cuentan los franceses con el orgullo de una tierra que echó al invasor. Delante de tus ojos pasan en hora y media todos los acontecimientos que hicieron de España un gran país, una hermosa nación, un enjambre cultural para el mundo. De hecho, creo que el orbe es esencialmente español, pues españoles fueron quienes lo completaron. Gustavo Bueno llegó a decir que el Imperio español se concibió para no caer nunca y que su caída, precisamente, provocó y suscitó lo que luego se ha conocido como el problema de España. Debe ser que algunos que ahora mandan mucho no tienen país, son apátridas o les da vergüenza reconocerlo. Al menos, deberían renunciar al sueldo que los españoles, que somos el sustrato de esa nación que detestan, les pagamos.

Las reticencias culturales son un quítame allá esas pajas. También creo que hay mucho de “cómo no se me había ocurrido a mí esto antes”. Puy du Fou es diversión, emoción y también aprendizaje, por qué no. Y si alguno no está de acuerdo, que escriba una tesis o pronuncie una conferencia. No es incompatible una cultura de masas con otra más íntima, elitista, académica, ilustrada. Yo, al menos, y otros muchos como yo nos sentimos orgullosos de que Puy du Fou pusiera sus ojos en Toledo, se convirtiesen en nuestros vecinos y hayamos decidido libremente darnos la mano para caminar juntos el maravilloso acontecimiento del futuro, escrito ya en nuestros pergaminos del pasado.