Uno no entiende cómo un sistema tan equilibrado y garantista como el de los Estados Unidos de Norteamérica no contempla la posibilidad de que un aspirante a la Presidencia de la República lo pueda ser después de haber sido condenado por delitos tan graves contra la propia naturaleza de la democracia como los que pesan en las diversas y múltiples acusaciones contra Donald Trump. Por lo que uno lee, durante los próximos meses es más que probable que asistamos a lo que a uno le parece un triste espectáculo que socavará con todas las de la ley unos principios que se encuentran muy lejos de los que el señor Trump defiende.

Es lo que tienen los populismos a izquierda y derecha, dispuestos siempre a asaltar las sedes de la soberanía popular cuando las cosas no salen a su antojo, ya sea en la Carrera de San Jerónimo o en la Avenida de Philadelphia, pero también dispuestos a aprovechar todas esas garantías en las que ellos mismos no creen, y que en cuanto tienen la ocasión de ejercer el poder lo demuestran sin ninguna vergüenza. El enemigo común y principal de los populistas, es siempre, como ha ocurrido  en todos los sistemas totalitarios que desgraciadamente nos muestra la Historia: la división de poderes y la independencia del poder judicial. Todos los esfuerzos de Trump se concentran es socavar el prestigio de los jueces y de  todo aquel que osa oponérsele.

Por eso es un buena noticia a nivel doméstico esa sentencia del Tribunal Supremo de España, que se ha conocido en estos días, contra el que fuera alcalde de Cazalegas (Toledo) por Izquierda Unida, Amando Blanco Carrasquilla entre los años 2011 a 2015, en los que desplegó toda la hostilidad y autoritarismo que bien se explica en la sentencia contra  el grupo de policías locales de la localidad. 

Lo de menos son los quince meses de prisión, que no cumplirá, ni los cuatro mil euros con que tendrá que indemnizar por los daños morales causados a cada uno de los policías locales, lo importante son los siete años de inhabilitación por el delito de prevaricación continuada y que uno espera que sirva sobre todo para sacar a este “déspota trumpista” definitivamente de la política.

Desgraciadamente, detrás del populismo siempre hay un intento de cambiar el sistema, algo que es legítimo cuando se hace por métodos democráticos y respetando el estado de derecho, pero desgraciadamente, los asaltos al Congreso aparecen invariablemente en todos estos movimientos en cuanto el viento no sopla a su favor. En tiempos de oportunismo y del poder como sea, ni los jueces ni la justicia están a salvo y todo vale. Si hay que asaltar se asalta y si hay que retorcer leyes y jueces se retuercen. Como sea, ya digo.

Menos mal que en Cazalegas hay uno menos.