Hace años, cuando Emiliano García-Page empezaba a labrar su carrera política de forma autónoma, me confundieron. Alguien del PSOE, que luego no ha hecho nada más que equivocarse con sus diagnósticos políticos de la región, cuando yo dije que Page era un digno heredero de las formas y hechuras de Bono me dijo que en realidad Emiliano era "un Bono sin talento".  Yo le creí, aunque en solo unos meses vi claro que en realidad el que se equivocaba era mi confidencial informante.

Hay que tener mucho talento político para sobrevivir en este PSOE de Zapatero y Sánchez y mucho más para mantener un discurso autónomo y presidir Castilla-La Mancha en tres legislaturas consecutivas como él lo ha hecho.

En la primera legislatura, con el Podemos de Pablo Iglesias en el máximo de su tirón, se las apañó para merendarse al tercero de los Molina que se cruzaba en su camino y convertir una coalición a la fuerza, donde teóricamente los podemitas le tenían que haber tenido agarrado por los huevos, en una mayoría absoluta con liquidación de la sociedad limitada incluida. Luego vino la última, y no sabemos si una tercera si se empeña, porque no se dan las circunstancias objetivas, como gustaban decir en aquellas tediosas asambleas del PCE, los denominados cuadros del partido.

Ahora, con cuatro años por delante, no pierde una ocasión para seguir dando doctrina y se ha plantado en la toma de posesión de la nueva presidenta de Navarra para decir de nuevo lo que el sentido común dicta a cualquiera. No le gusta que el futuro, y por lo que se ha visto con la constitución de la Mesa del Congreso de los Diputados será irremediable, que el nuevo gobierno de Sánchez "dependa del mando a distancia de Puigdemont" accionado desde Waterloo.   

Page, con esta salida, y desde donde lo ha dicho, ha arriesgado más que nunca, porque la pregunta siguiente y a la que sin ningún esfuerzo ha contestado era simplemente: ¿cómo explica el apoyo en forma de abstención de Bildu imprescindible para que Chivite sea presidenta de Navarra? Ahí ha salido el talento de Page: muy fácil, lo contrario y llevado a la política nacional llevaba a Bildu a aceptar el gobierno de Feijóo. Algo que forma parte de ese "resultado diabólico" que nos traerá ocupados a los españoles unos cuantos meses.

La pregunta que le hacen desde el PP de por qué entonces no manda a los diputados de Castilla-La Mancha oponerse a la dependencia del mando a distancia de Puigdemont ya está contestada hace años por la estructura partidaria que rige en nuestro país y que hace depender a los grupos parlamentarios en cuanto se constituyen en las Cortes del partido a nivel nacional y nunca de las estructuras regionales por muy barón que uno sea.

Lo que uno tiene claro es que, si Page ha hablado en un momento en el que el silencio en su partido se ha impuesto de una forma abrumadora, no dejará de hablar a lo largo de lo que dé de sí esta corta o larga legislatura del Frankestein con mando a distancia.