El portal de transparencia, que a veces nos sorprende con una eficiencia y claridad que uno querría siempre y para todas las instituciones, ha sacado la semana pasada las cuentas del programa de RTVE MasterChef, quizás el programa de más éxito de audiencia de la televisión pública en los últimos años. En ese programa ejerce de juez, junto a otros cocineros de reconocido prestigio, Pepe Rodríguez, dueño y alma de El bohío de Illescas, que ha multiplicado su popularidad y su fama desde su aparición en el programa como suele ocurrir casi siempre en estos casos.

Uno ha mirado las cuentas del programa y el balance no es ni mucho menos para escandalizarse. Los miembros del jurado se llevan el siete y medio por ciento del presupuesto, lo cual le parece a uno razonable. En total cada uno de ellos se lleva ciento treinta mil euros por temporada.

El programa, si se mira y mide como cualquier espacio de televisión, cumple sin ninguna duda los niveles de rentabilidad que se exigen en ese complejo mundo. Cualquier cadena de televisión privada estaría dispuesta a emitirlo basándose en las cifras que refuerzan su éxito y su rentabilidad como producto televisivo.

Uno, la verdad, tendría nada que oponer a MasterChef si no fuera por un pequeño detalle: su emisión en una televisión pública.

Ya sé que el debate sobre si un programa de gastronomía se puede considerar como puro entretenimiento o cumple una función social educando a la población a comer bien es tan viejo como la propia televisión, y ahí está la serie de HBO, Julia, que se emite estos días para demostrarlo, pero uno no lo tiene demasiado claro, ni mucho menos.

Uno siempre ha sido partidario de que los medios de comunicación públicos cumplan siempre una función social y educativa y cubran ante todo los huecos que en esos objetivos dejan demasiadas veces los medios privados ocupados ante todo de ganar audiencias a costa de lo que sea.

¿Es una función social el entretenimiento sin más, y una cadena pública debe entrar en competencia del entretenimiento con los medios privados? ¿Un programa concurso de gastronomía es lo más adecuado para la televisión pública? Preguntas fáciles y respuestas difíciles cuando se trata de un programa como MasterChef en el que entretenimiento y educación están tan unidos.

Como decía antes, en la serie sobre la vida de Julia Child, una chef de los años sesenta pionera en la televisión pública americana WGBH (hoy PBS), protagonizada por una monumental actriz como Sarah Lancashire y arropada por unos secundarios de primera fila como Bebe Neuwirth, el tema está ten presente como hoy día.

Uno piensa que si MasterChef se emitiera en una cadena privada nadie pondría en cuestión el sueldo de Pepe Rodríguez, porque se gana hasta el último euro a la vista de lo que anda por ahí en otras televisiones. El problema es el de siempre y que me temo es difícil darle una respuesta sin más.