Los habitantes de Beteta y la organización Manifiesto por Cuenca se han movilizado por el cierre de la sucursal de Unicaja en esta localidad de la Serranía conquense. Una clausura que obligará a sus ciudadanos y a los de los pueblos circundantes como Santa María del Val, Lagunaseca, Masegosa, El Tobar o Valsalobre a tener que hacer largos desplazamientos hasta la oficina bancaria más próxima para poder realizar sus operaciones. Un recorrido con el consiguiente riesgo para las personas por la frecuencia e intensidad con las que la nieve y el frio azotan las vías de comunicación de esta zona, especialmente para los habitantes de mayor edad.

La desaparición de la oficina bancaria va camino en este país de ser una realidad más pronto que tarde, y Beteta un ejemplo más en la España vaciada que deja cada año a más pueblos sin acceso a una sucursal: un total de 4.500 en todo el país desiertos de bancos y cajas. Actualmente, según datos del Banco de España, como consecuencia de las 19.700 oficinas cerradas entre 2016 y 2021, en el 55 por ciento de los municipios de este país no se puede acceder a los servicios financieros de forma presencial, aunque en términos relativos el porcentaje de habitantes inhabilitados es bajo, en torno al 3,5 por ciento del total de la población.

Núcleos que residen en zonas rurales donde la mayor parte pertenecen al colectivo de mayores, unos grupos con difícil acceso a la banca online y apegados al dinero en metálico. Un repliegue de la red de oficinas que no afecta por igual a los diferentes territorios del Estado, pero que tiene a Castilla-La Mancha como una de las comunidades más castigadas por esta retirada. En concreto, Guadalajara es una de las provincias con mayores tasas de municipios sin sucursal (85,5%), seguida por Cuenca (63%), las dos a gran distancia del resto de provincias castellano manchegas que no superan el 22 por ciento de localidades huérfanas de oficinas.

El Banco de España ya advertía el pasado año que alrededor de 1,3 millones de personas se encuentran en una situación vulnerable para poder acceder a los ahorros que han confiado a estas entidades. Mas la desaparición progresiva de la oficina bancaria no puede hacerse a costa de dejar sin acceso al sistema bancario a quienes, como en Beteta y otros pueblos de Castilla-La Mancha, por una u otra razón no puedan o tengan dificultades para desplazarse a zonas mejor equipadas o a municipios más afortunados. Una carencia que puede paliarse con las medidas que con tanta diligencia han anunciado diferentes administraciones de Castilla-La Mancha, a la espera todavía de su desarrollo definitivo y resultados verdaderos.