Al ministro Garzón se le podría aplicar aquello de Oscar Wilde: “se deja de creer en Dios y se acaba creyendo en cualquier cosa”. Y lo malo es que como los fervientes creyentes que son de su nueva religión intentan que todo el mundo se trague su dogma.

A los creyentes comunistas se les cayó encima el muro y desde entonces no hacen otra cosa que buscar el nuevo Dios que les saque de dudas y les infunda esperanza. Quisieron salvar a la Humanidad con la creación del hombre nuevo pero el experimento se les fue de las manos y no dejaron, allí donde impusieron su fórmula, hombre o mujer dignos de tal nombre. Salvaron la Humanidad a base de liquidar mujeres y hombres. De los noventa del siglo pasado acá se han abrazado a esas causas universales tan queridas de las mentes totalitarias y no dejan de dar la tabarra. El comunismo no vende y hay que adoptar una nueva piel con la que controlar a aquellos que están dispuestos a alcanzar la salvación universal a cualquier costa. Lo jodido es que además de salvarse ellos se empeñan en salvarnos a todos.

Es difícil encontrar hoy espacios ideológicos, como el ecologismo o el feminismo, que no hayan sido contaminados por los antiguos comunistas reconvertidos a la nueva fe y camuflados en cualquier cosa que se mueva contra el sistema. Por mucho que se empeñan en disimular su verdadera naturaleza les sale el carácter dogmático y totalitario marca de la casa y su  ocación misionera de “ingenieros de almas”.

Y en su nueva religión han establecido esa serie de normas higiénicas que no faltan en la fundación de los grandes religiones: no mezclar la sangre con la leche, degollar al animal mientras se entona una plegaria a un innombrable y alejarse de los animales impuros criados en macrogranjas… Vienen a salvarnos y ponen todo su empeño en lo que debemos comer, pensar y creer.

En su delirio teológico, el agricultor es un profanador de la madre Tierra y el ganadero un especulador, explotador, maltratador y asesino de animales y de la fuerza natural que viene de ellos. Cualquier paisaje agrícola es para el nuevo creyente una violación del paraíso original y una granja el campo de concentración con el que el ganadero somete a las especies libres.

Y así, Garzón y compañía, no tienen ninguna duda en arruinar y liquidar a cualquier humano que se les ponga por delante, para seguir, como siempre, salvando a la Humanidad.