Hoy les traigo la historia de Dolores.
Dolores es toledana y hace tiempo que cumplió los ochenta. Es también paciente oncológica y desde hace casi dos años realiza entrenamiento de fuerza. Cuando Dolores llegó al centro que regenta Luis Sanroma convalecía de un cáncer con tratamiento complejo que la dejó postrada y con los ánimos flojillos, tal y como suele acontecer en estas situaciones. Apenas podía levantarse o sentarse sin ayuda, no se tenía en pie y caminaba a pasitos aferrada al brazo de su entrenador personal.
Al cabo de 18 meses ejercitando músculos, tendones y huesos mediante un adecuado programa de estímulos aplicados de forma específica y progresiva, Dolores ya podía mover el trineo con discos de cinco kilos, levantarse y sentarse repetidamente en un banco bajo y cargar ocho kilos para hacer lo mismo en un banco alto.
Durante ese periodo, Dolores y su entrenador se dedicaron a trabajar sobre aquello que querían mejorar, esto es, los tejidos que soportan la movilidad, y fueron incrementando el estímulo para que huesos, músculos y tendones se adaptaran de forma gradual cada vez que superaban un umbral.
El pasado mes de julio Dolores sufrió un tropezón tonto en la calle y se fracturó la cadera. La operaron y a la mañana siguiente, con ayuda de la fisioterapeuta del hospital, se puso en pie. Desde hace dos semanas ha vuelto a entrenar, desmarcándose de las estadísticas que auguran un panorama nefasto para otros mayores con esta afección.
Hasta un 30 % de las personas ancianas con rotura de cadera podrían morir durante el año posterior a la fractura y menos de la mitad conservan su independencia tras el tratamiento. La fractura de cadera es, por tanto, una amenaza importante en sociedades envejecidas. El riesgo aumenta en personas con huesos más delgados, porosos o frágiles a consecuencia de la osteoporosis o de la osteopenia, su precursora. Aunque asociemos estas patologías a edades geriátricas, deben abordarse, como se dice a menudo, en edades pediátricas, puesto que la masa ósea que se desarrolla en la infancia y en la adolescencia es fundamental para conservar la salud ósea a lo largo de la vida.
Echen la vista alrededor e identifiquen a las potenciales 'dolores' que viven en su calle o barrio o incluso en su propia familia. El entrenamiento de fuerza no es una moda de Instagram ni es una estrategia para tener mejor pinta. Fortalecer nuestros tejidos estimulando su readaptación con cargas progresivas es invertir en futuro, es prevenir la fragilidad y evitar la dependencia. Así lo corrobora la historia de Dolores, que muy probablemente no habría salido tan airosa de no haber realizado el trabajo previo.
Con el aval científico de sus estudios y sus investigaciones, dice Luis Sanroma que entrenar la fuerza es agenciarte un escudo que no sabes cuándo vas a necesitar. Nuestra Dolores ha usado el suyo como las antiguas vikingas, que reclamaban poder y autonomía ejercitándose con sus pesadas armas antes de prestar batalla. Como las bomberas, que cultivan resistencia y capacidad entrenando con equipos de más de 20 kilos. O las feministas punk del movimiento Riot Grrrl, que promovían el fortalecimiento físico como forma de resistencia, símbolo de empoderamiento y barrera frente al acoso, la violencia y la invisibilización.
La operación bikini es, como la canción del verano, un concepto del pasado. Y septiembre, con cuestas más empinadas que las de enero e infinitos reclamos para apuntarse al gym, es un mes como cualquier otro para comenzar a entrenar.