¿Quién nos lo iba a decir? Tras varias décadas de exaltación de la juventud, de la lozanía y el placer, empieza uno a sentir alivio de no ser joven en la actualidad, al menos en España. ¡Qué poco cunde el Carpe Diem cuando no hay fuente de ingresos! Y no será porque no nos hubieran avisado quienes hacían cálculos por los días venturosos en que Europa nos subvencionaba y nos dedicamos a consumir con ambición voraz, a jugar a ricos y destrozarles el medio ambiente a las futuras generaciones, herederas de nuestras deudas. Los noticieros nos adormecían a diario con nanas halagüeñas: España va bien. Y, entre una y otra canción, publicidad, publicidad, publicidad. Sin sacrificios descomunales no se saldrá de esto. Reformas basadas en una visión común, crecimiento económico, reestructuración del sistema financiero, etc. Muy bien, pero ¿qué tal si empezamos la tarea por las escuelas?