Al final, pese a todo, nos queda la palabra. Cargados de futuro y de nostalgia, de amores imposibles, de reencuentros y de inevitables ausencias, dieciséis poetas españoles de todas las generaciones —Luis Alberto de Cuenca, Aurora Luque, Basilio Sánchez, Raquel Lanseros, Eloy Sánchez Rosillo, Lola Nieto, Luis García Montero, Rosa Berbel, Felipe Benítez Reyes, Rocío Acebal, Ben Clark, Lara Moreno, Javier Vela, Raquel Vázquez, Carlos Catena y Ángela Segovia— nos han regalado sus poemas inéditos en vísperas de la celebración, el domingo 21, del Día Mundial de la Poesía.

La mujer de las conchas

para Alicia

Buscaba conchas en la playa eterna

con su cansancio a cuestas, con su vida

desgastada por las desilusiones,

como todas las vidas. Y en su quête,

digna de Galahad, iba de blanco,

para ahuyentar la muerte, y transportaba

un corazón tan puro como el viento

que se lleva las nubes y devuelve

su azul al mar. Y recogía conchas

de todos los aspectos y tamaños,

rotas o intactas, daba igual: con ser

conchas bastaba. Su febril tarea

se la ofrecía a un dios no conocido

más que por ella, porque había algo

de ritual ascético en aquello

que exhalaba un aroma religioso.

El caso es que, de blanco, paseaba

por la playa buscando, siempre, conchas.

Agotada y feliz, veía en ellas

la alegría del mar, la risa tibia

del mar, que centellea en su oleaje

y nos aleja del dolor. Un mar

que no es abismo, sino paraíso

perdido en que se bañan las estrellas.

Y cuando la mujer volvía a casa,

con su vestido blanco y el regazo

lleno de conchas, todo el mar cabía

en el mágico estanque de sus ojos.



Luis Alberto de Cuenca

Días de 2021

Physis lo crea todo de sí misma.

Poiesis crea mundos de las manos de humanos.

Por eso es que me siento

bajo un almendro fieramente en flor

y aguardo a que las manos del buen eros

mensajeras

me acaricien la frente

y me dejen palabras naturales,

palabras incendiarias,

en lo oscuro del mundo de mi pecho.

Aurora Luque

El baile de los pájaros

En mi parte más sola crece un árbol

y yo escucho sus hojas.

Como ellas,

con un temblor idéntico,

respiran las palabras, y es su aliento

el que vuelve de pronto incandescente

lo que ya se ha extinguido.

El poema es el baile de los pájaros frente a la comitiva de la boda.

La poesía,

ese espacio mayor que el universo

del que hablaba John Berger,

esa suma infinita

de presencias y ausencias que habitamos,

con los ojos cerrados, los vivos y los muertos.

Me dedico a lo poco,

me digo cada día, pero a veces,

cuando los otros duermen,

cuando el silencio cobra su sentido en el centro de las cosas,

me descubro caminando en la noche

pensativo y magnífico como un pastor de Rilke.

Hoy he escrito una línea con la mano de Dios.

De todo lo posible,

el poeta ha elegido multiplicar los panes y los peces.

Basilio Sánchez

Amores imposibles

Hace cuarenta años, todas las horas les pertenecían.

Lo que veían cuando se miraban

era la raíz del mundo.

Siempre intuyeron

que no necesitaban nada más:

dos cuerpos desiguales frente a una misma incógnita

las manos enlazadas

compartiendo presente

sueños y agua.

Hoy se encuentran de nuevo. Al fondo de sus ojos

han vuelto a vislumbrar aquel tiempo sin prisa

cuando todo era suyo

cuando ambos eran todo.

Las despedidas nadie las decide.

Quienes saben, advierten: ley de vida.

La abuela octogenaria y el corpulento nieto

se abrazan en la tarde.

Te quiero, se susurran.

Hay amores sagrados que no terminan nunca,

aunque estén condenados a ser breves,

aunque pertenezcan a tiempos distintos.

Aunque sean imposibles.

Raquel Lanseros

Un presagio

HOY comienza el otoño.

Aquí, donde me encuentro, luce un día

que en nada o en muy poco se distingue

de los que pertenecen al verano.

Y para mí, no obstante, ya es invierno,

no otoño solamente.

Me da un vuelco en el alma

la ilusión de ir a más

que encendió el mes de marzo y que creció

sin tasa hasta ayer mismo.

El cambio de estación es un declive,

un aviso, un presagio.

La plenitud del año se resquebraja hoy.

Caen deprisa las tardes.

Regresaron las gentes a sus trabajos tristes.

Me he asomado al balcón:

se están yendo también las golondrinas

hacia un sur más al sur de este sur mío.

Eloy Sánchez Rosillo

Antigravitón

¿qué significa que haya muerto?

Negro cuadrado escalera .—

de una pared chorrean estatuas y helechos un rostro inmóvil

en gelatina gris se forma el ruido para ocuparlo desde las manos

tapones de luz

que la ceniza descienda por la escalera

la entrega es un camuflaje

en alta mar contagia de la madera a los dientes por trasvase

de crepitar

de crusma

es un golpe sonido de un golpe acción De

la cintura

pendía

en chocar cuerdas

con un plectro

y resonar los testículos del instrumento apelmazado

y blanco

escanciadora de tinta sobre aquello que subía para aliviar su sitio

Lola Nieto

Adán y eva

A Raúl Zurita

Nevaba sobre el campo

de refugiados. Blancas

estaban las laderas

heridas por las botas

del ejército turco.

Detrás de la alambrada

oían a los perros

ladrar en los camiones.

Entonces ocurrió.

Poniéndose de pie,

pasaron como sombras

muy cerca del anciano,

la huérfana y el viudo.

Al quitarse el abrigo,

oyeron el silencio

bajo los cielos rotos.

Al quitarse el jersey,

los zapatos mojados,

los pantalones sucios

y la ropa interior,

sintieron su destino

sobre la tierra abierta.

Ahí estaba la historia

resumida en dos cuerpos.

Sus desnudos cruzaban

los siglos, las fronteras

y todos los altares

hasta ocupar llorando

el origen del mundo.

Sobre la piel ardía

la luz de un reflector.

Luis García Montero

No mires ahora

La casa se ha llenado de fantasmas.

No todos pueden verlos.

Solo tú y yo que estamos

hablando con lenguajes imposibles.

Las emociones crean realidades.

Hay lugares que existen solo para nosotros,

porque han sido nombrados a propósito.

A quién damos las gracias por una casa llena

de reflejos dorados,

por la calma de algunas pesadillas,

por darnos otras llaves.

No dormiremos solos esta noche.

No viviremos solos.

Y la magia recorre el camino a la inversa.

¿A Dios, a la ternura,

a la imaginación?

¿Al misterio que irrumpe

en la normalidad

y la desgrana?

Rosa Berbel

Escrito en la arena

Qué extraña va la mar en su deriva

de inmovilidad palpitante.

El oleaje que busca sus orillas

en el confín desconocido,

en la playa remota en la que suenan

las caracolas por dentro de sí mismas,

o en un paraje helado,

o en el muelle con barcas con nombre de mujer.

Tú, el niño navegante de una mar infinita,

corsario de una arena con tesoros,

mírate llegar también a donde acaban

las olas de expirar con su grandeza

de dibujo en el aire y en el tiempo.

Mírate allá en el tiempo, que no es nada.

Mírate allá en el aire, en lo que eres.

La mar extraña en ti y en tu deriva.

Felipe Benítez Reyes

El diagnóstico

Imagino el momento del diagnóstico:

las batas blancas, la mirada extraña

del ginecólogo, su excusa para

buscar a un compañero que confirme

que eres una excepción.

Los días posteriores

repito la estadística en mi mente,

busco en el diccionario las palabras

“misericordia”, “abnegación” y “culpa”,

llamo a mi madre, lloro,

te imagino:

mis nanas no te calman,

mi leche no te calma,

mis besos no te calman

–¿de qué sirve una madre si no puede

ni calmar a su hijo?–,

tus gritos inconexos

no pueden perdonarme, asegurar

“incluso esta miseria merece ser vivida”;

discuto con papá, los dos lloramos,

lo digo muy bajito:

no quiero ser la madre del dolor.

Rocío Acebal

Passar el missatge

Pablo Aranda, in memoriam

Todavía conservo tus mensajes

en el móvil. A veces los releo

en momentos de espera,

momentos anodinos en Correos

o en la pescadería

del barrio donde siempre hay cola y todos

piden la vez diciendo hola,

                                     ¿el último?

Quiero decirle al mero que estás muerto,

gritarle al langostino: ¡ha fenecido!



Eso te haría gracia. Que un poema

elegíaco hablara de un crustáceo

decápodo que escucha tu sei morto,

mientras él mismo muere entre salmones

y señoras pidiendo perejil. 



—¿Qué más?



Todavía conservo tus mensajes

en el móvil. Diálogo

de besugos, de imbéciles, de imbécil

que guarda todavía los wasaps de un amigo

como quien guarda fotos, libros, cartas.

Pero nadie teclea en el teléfono

pensando en la obra póstuma,

pensando esta carita sonriente

será un día un tesoro.

—¿Qué más?



En mi isla, los difuntos inventaron

una forma sencilla

para anunciar su muerte entre los vivos.

El missatge. Noticia de un deceso

que había que passar de vecino a vecino

sin entrar en las casas,

hasta llegar al mar.

Y, para no quedarse con la muerte,

el último debía contárselo a una piedra.

Una piedra es mejor que un langostino

como imagen poética,

pero el muerto está muerto, eso no cambia,

pero el mensaje quema en el teléfono

y en la pescadería digo Yo,

yo soy el ultimísimo habitante

de su recuerdo; solo, con un pie

junto al acantilado

dejo caer tu nombre entre la espuma,

dejo caer tu nombre entre los peces

salvajes que jamás podrán pescarse,

sonriendo, me digo tu nombre, tan pequeño,

y cae entre las olas a las rocas

y entrego así el mensaje.



Te digo adiós y aprieto, al fin, Borrar.

Ben Clark

Soledad tras la contienda

Lo despedimos al alba

Estaba rojo y callado

Pero alrededor la riada

Y el cielo que ya sonaba



Uno se llevó de prenda

Jirón de camisa blanca

y el collar de metal fino

Para lucírselo en casa

Éramos gente sin miedo

Del tronar de las campanas

Los animales sentían

Nuestro peso y nuestra daga

En lo negro de la cueva

Hicimos el sacrificio

Uno se quedó la piel

Otro el llanto y lo más vivo

Nos despedimos de él

Corazón ensangrentado

Éramos gentes de hielo

Derretidas al ocaso

Que nadie se diera cuenta

De lo que hicimos de noche

Aprehendimos en lo oscuro

A aquel gallo de pelea

De su pecho a nuestras manos

Un reguero de nostalgia

Solas quedaron las plumas

En nuestras bocas amargas

Lara Moreno

Cuando el monarca espera (Fragmento)

Suya es la raza de los distraídos, de los sin padre, apátridas, de los divagadores y errabundos.

Habla una lengua muerta, sin edad.



Busca en el centro axial de la sintaxis una semilla de gravedad que lo encarne y lo fije a la tierra.

Incluso a riesgo de quedar demodado,

preconiza el regreso a la palabra exenta de artificios,

la sencilla experiencia del hablar,

desnuda,

libre,

revolucionaria.

Palabras que se hundan en la raíz oscura del presente e irradien unas en otras, lenguaje en expansión.

Las palabras prohibidas, agazapadas en la trinchera de lo imposible.

Palabra-abeja que nos polinice y deponga en nosotros la cera amarga del canto.

Todas esas palabras que navegan como a contracorriente hacia su propia desaparición,

todas esas palabras que anidan bajo el mar,

todas esas palabras hundidas en pantanos y ríos de corto flujo,

¿adónde van al cabo?

Van al país del blanco sol inmóvil.

Al tiempo anterior al tiempo. Al lugar que precede al lugar.

De allí las toma, el poeta.

Cava en los yacimientos del futuro para encontrar su rastro —suyas eran.

En el caos anterior a la creación. Anterior al lenguaje, a la escritura.

Anterior a la luz del movimiento, acaso. Anterior

al olvido.

De allí las toma ahora y arma con ellas una fortaleza.

Solo él, el poeta, arpista de silencios, constructor de ruinas, zahorí de

pensamientos, morador de caminos, restañador de almas,

solo el poeta vendimiador de verdades, destilador de años y afinador de truenos sabe desentrañarlas.

Arrastrado por ellas, funda una resistencia sin banderas,

un credo sin profetas ni idolatrados mártires. Su causa es la palabra.

Dirá, más bien: su casa

es la palabra.

Javier Vela

Letargo

No has probado el café. La tarde es fría.

En la pantalla, al fondo,

una telenovela ahuyenta el aire.

Marcas un número como quien vuela

hacia un nido vacío.

Revuelves el café. La tarde es fría.

Alguna voz grotesca

pervierte la bandada de estorninos

que te recorren dentro.

Su baile es cada vez más caprichoso.

Dónde suena el cristal y quién lo rompe.

Apartas el café. La tarde es fría.

Por detrás de las alas tintinea la duda.

Nadie cruza la puerta. Al fin el timbre.

Y se quiebra el telón como lluvia de ramas.

Los trinos se hacen débiles,

hibernan a otra parte.

La noche es fría y el café muy largo.

Raquel Vázquez

Lengua indígena

Hallé por casualidad

y prometo que sin querer

la grieta por la que se cuela el viento

y se vacía de agua la bolsa:

anoche lo oí

en la habitación de al lado

hablar por teléfono con su familia.

Buscaba torpe

una torsión imposible de la lengua,

tartamudeaba con vergüenza

el final de palabras inacabadas,

sufrían sus labios

la imprecisión de un idioma

que no nombra a sus hablantes.

Lo trato desde entonces

con más ternura y paciencia.

Carlos Catena

La circunferencia

A mi hermano le foguea la nuca

También va llorando

Pregunta: ¿Estás muerto?

Respuesta: No, solo estoy dormido

Mentira, está buscando la circunferencia

Con el dedo señala:

Una bicicleta, la rueda

Una lámpara, el borde

Un tubo, la sección

Un grifo, la sección

Un ojo, la pupila

Un ojo, el iris

Mira alrededor

Un remolino

Dios

¿Dios es circunferencia?

Una mano se desliza y cae por la cortina

Pero no es ni suya ni es mía

Lo ha visto

Bello Hermano, date la vuelta

Ponte

En el barro

Sin embargo

No hay barro

Sino solo

Sequedal

Nos han dicho en sueños la solución

Y se nos ha olvidado

Lo comentamos sentados

En la puerta

BH y yo

Los dos no lo sabemos

Las palabras revolotean y se van

Quizás no quieren que lo sepamos, dice BH

O quizá estamos sordos o idiotas, digo yo

Dónde está vuestra bella familia, nos pregunta la calle

No lo sabemos, se fueron al campo y no han vuelto

Se han convertido en huesecillos, dice la calle

BH se ríe

Está graciosa hoy, susurra

¿Qué clase de huesecillos?, digo

Una montaña de huesecillos, dice la calle

Querrás decir un nido, digo yo

BH me da un codazo

La calle hace ondulaciones

Shh dice BH

Señala una cortina de hormigas, sus cabezas

Eso no, le digo

Entramos en la casa. Cerramos la puerta

La calle desaparece en la oscuridad

Tengo miedo

dice BH

Shh, digo yo

Ángela Segovia