Ginés Sánchez. Foto: Tusquets

Tusquets. Barcelona, 2018. 592 páginas. 21 €. Ebook: 12,34 €

A medida que amplía su universo narrativo, Ginés Sánchez (Murcia, 1967) confirma una personalidad grande que lo distingue del común de nuestros autores del momento presente. Ya la anunciaba su primera obra, Lobisón (2012), sorprendente viaje al legendario mundo del hombre lobo. En Los gatos pardos (2013) reactualizó en tres historias algo sueltas el drama rural marcado por una suprema violencia. Dando un nuevo giro argumental, Entre los vivos (2015) se inscribe entre la literatura de denuncia propiciada por la crisis económica y social que todavía colea. Giro modesto al lado del que veíamos hace solo unos meses en Dos mil noventa y seis, apocalíptica distopía emplazada en la fecha del título que avisa de un futuro tenebroso.



Ha de admitirse esta dispersión anecdótica ya como la marca de fábrica del autor, pues una realidad muy distinta a las señaladas aparece en Mujeres en la oscuridad. Ahora Ginés Sánchez enhebra las respectivas historias de tres mujeres, Julia, profesora universitaria experta en derecho, Tiff, una camarera vitalista y un poco alocada, y Miranda, prostituta atenazada por las servidumbres de su oficio. De cada una de ellas se reconstruye a retazos su pasado, que se proyecta hacia un presente en el que el azar junta sus destinos: no se conocían entre sí, pero los vínculos entre algunas personas cercanas a ellas y ciertos graves incidentes les llevan a compartir un viaje para llevar a su destinatario una mochila que contiene ropa sospechosamente marcada por disparos de arma de fuego.



Aunque el trabajo de Sánchez, muy serio y creativo, es meritorio, requiere del lector demasiados esfuerzos

Una línea de suspense, con un fondo de inquietante intriga, sostiene el conjunto de la narración y le da una base unitaria mínima suficiente. Sin embargo, los nexos anecdóticos resultan un tanto forzados y, si bien terminan por proporcionar una trama argumental solidaria, no evitan la impresión de estar ante una tripleta de historias independientes. En realidad, el voluminoso relato podría haberse publicado como tres novelas sueltas sin perjuicio de la exploración de unas almas atribuladas que quisieran, cada cual a su modo, ser felices y solo encuentran insuperables dificultades. Podría Ginés Sánchez haber hecho con su abundante materia humana, sostenida en un gran despliegue de peripecias menudas, una trilogía de la soledad, el infortunio y el fracaso de razonables proyectos vitales.



Las historias de Julia, Tiff y Miranda tienen en sí mismas, aisladas, solidez e interés. Las tres, además, remueven el fondo de unas conciencias atribuladas en línea con las exploraciones psicologistas tradicionales. Con la veinteañera Tiff, Estefanía, presenciamos el espectáculo fallido de un alma romántica, una vida nacida para la alegría, para el disfrute en grupo, para el placer en la amistad y el sexo. Con la hispanoamericana Miranda entramos en el territorio de la narrativa prostibularia. Aparte la carga testimonial acerca de ese mundo oscuro y sus leyes draconianas, el autor penetra con fuerza en la dolorosa vivencia íntima de quien ejerce a la fuerza un trabajo degradante. Por encima de ambas historias está, a mi parecer, la de la mayor de las tres mujeres, la cuarentañera Julia, obsesionada por la edad y el físico, y en busca compensatoria de guapos jóvenes venales. Su desatada pasión erótica eclipsa las obligaciones académicas y le abisma en una paradójica experiencia sado de humillación y goce con un prostituto cínico y sentimental.



Un llamativo marco formal encuadra el retrato de esas mujeres a la defensiva del mundo. Su historia aparece en pasajes alternativos no fáciles de seguir y el viaje conjunto sustituye sus nombres por sus rasgos físicos diferenciadores, lo cual requiere un plus de atención. La prosa se basa en frases escuetísimas que demandan un ejercicio mental arduo para seguir su contenido; sus interesantes innovaciones sintácticas resultan al fin un fatigoso manierismo. Aunque todo ello indique un meritorio trabajo de escritor muy serio y creativo, requiere del lector demasiados esfuerzos.



La gran exigencia del envoltorio, algo característico de las obras anteriores de Ginés Sánchez, que contiene un buen conjunto de violencia y crudezas, reflexiones, pensamientos e imprecaciones, escapadas hacia lo ideal y descenso al infierno de lo cotidiano, llega en Mujeres en la oscuridad a un extremo.