Ginés Sánchez

El escritor murciano, Premio Tusquets de Novela con Los gatos pardos, publica Entre los vivos

Ha vivido en la selva de Costa Rica, en Cuba, en Roma, en Sicilia, en Irlanda, en Escocia, y en algún sitio más que ahora, cuando le preguntamos, no recuerda. Hoy está en España. "Primero me cansé, y entonces me fui. Después me volví a cansar, y entonces regresé". Ginés Sánchez (Murcia, 1967) sorprendió a la crítica con su primer libro, Lobisón, y más tarde confirmó su buen hacer con Los gatos pardos, con el que ganó el Premio Tusquets de Novela. Ahora publica Entre los vivos, y dice que es lo mejor que ha escrito. Es la historia de César Gálvez, el pobre "Gusanito", un joven al que todo -pero todo- le sale mal.



Pregunta.- Las expectativas, después de dos novelas con muy buena acogida crítica, eran altas. ¿Le condicionó esto al escribir Entre los vivos?

Respuesta.- Se supone que uno tiene que progresar, y superarse, y en eso pensaba cuando escribía este libro. Creo que he conseguido una novela mejor, más completa que las anteriores. Las otras son más evidentes; esta era más difícil, o al menos me lo parecía a mí. Quería hacer algo distinto desde el punto de vista narrativo y desde el punto de vista de la historia. Mis otras novelas están escritas en modo estampa, en párrafos muy cortos, y aquí ya quise hacer capítulos más largos, más desarrollados. También quería alejarme un poco de lo que había funcionado en los otros libros, aspectos más macabros o violentos, y demostrarme a mí mismo que podía escribir de otro modo.



P.- En sus novelas, lo decía Santos Sanz Villanueva en su crítica en El Cultural, hay un interés por tomar viejas fórmulas y someterlas a una revisión creativa. El hombre lobo en Lobisón, el drama rural en Los gatos pardos, y, en esta, la historia del joven que cae en la marginalidad por causas que no puede controlar. ¿Está de acuerdo? ¿Era esa la historia que quería contar?

R.- Al principio, sí. Pero ocurrió que el personaje se comió la novela. Yo inicialmente quería hacer exactamente eso que comenta, pero al final la historia tiene más que ver con el desenvolvimiento del personaje, que ya de partida es un auténtico desastre, que con su caída.



P.- La crisis tiene una presencia central en la obra. Extraña, porque no es un tema que se trate de frente en la mayoría de las novelas contemporáneas españolas. ¿Se está escribiendo lo suficiente sobre la realidad de nuestro país? ¿Cree que se escribe poco sobre España?

R.- Es probable, sí. Pero cada escritor es un mundo, y no me atrevo a generalizar. Yo creo que existe una parte importante de narradores que viven en una burbuja. Y entiendo que no escriban sobre la calle, ya que no la conocen. Yo creo que un escritor tiene que ir siempre en autobús.



P.- Usted antes de ser escritor tuvo una vida muy poco literaria trabajando como abogado. ¿Le sirve aquella experiencia para escribir?

R.- Sí; gracias a eso pude acceder a una parte muy importante de la realidad. Mi formación me condiciona, y me ayuda; ser abogado, al final, era como una barricada, y desde ahí yo podía ver algunas cosas que me han ayudado a escribir después.



P.- ¿Siempre quiso ser escritor?

R.- No. Yo me puse a escribir con 18 o 20 años y la verdad es que no me salía nada. Me ponía a escribir cuentos y no me salían; me resultaba imposible. Y mucho después, ya con más de treinta años, me puse a escribir una cosa más larga, y vi que eso sí me salía. Y así empezó, digamos, mi vocación. A día de hoy, por cierto, me siguen sin salir los cuentos.



P.- Se ha destacado de sus obras la voz propia, ese estilo plenamente reconocible que ha conseguido. ¿Es algo en lo que le interesa profundizar?

R.- Creo que el escritor, en un ochenta por ciento, es su voz. Todas las historias se pueden contar; yo podría haber contado esta misma historia con cinco finales distintos, podría haberme ido por cualquiera de los desvíos que encontré y todos habrían sido buenos. Eso sí, habrían sido buenos con la condición de que yo los contara con la voz correcta, con la voz que requería la historia. A trabajar esa voz es a lo que me dedico desde que supe que podía escribir.



P.- ¿Diría que la venganza es el tema central de este libro?

R.- Sí, o el odio, quizá; eso sería más exacto. Llega un momento en que el protagonista tiene que canalizar todo su odio. Yo creo que esto está muy al cabo de la calle, que hoy casi todos necesitamos hacer full contact, o algo así, encontrar un saco de boxeo y golpearlo un par de horas cada día. Mientras escribía esta novela he tenido muchas veces esa sensación, y escribir también era para mí un descargo. Pero el odio abstracto es muy fácil, podemos odiar a determinados estamentos, o a determinados tipos de personas, pero llega un momento en que necesitamos concretar el odio. Creo que la búsqueda de ese odio concreto por parte del personaje sí es el tema central de la novela.



P.- Y está la sombra del suicidio, que aparece también como una salida posible para el protagonista... ¿es un tema que no se agota?

R.- Sí, aunque creo que lo hago en tono algo paródico, con el personaje de Janyslin. La novela, al final, trata de gente que no quiere asumir las responsabilidades de su vida. Es más fácil vivir si no tenemos que asumir la responsabilidad de nuestros actos, si no tenemos que asumir lo que hacemos. Hay determinados personajes aquí que están un poco en esta onda, y desde ese punto de vista el suicidio sería la culminación casi lógica.



@albertogordom