Belén Gopegui. Foto: Peguin Random House

Random House. Barcelona, 2017. 186 páginas. 17,90 €. Ebook: 8,54 €

La obra de Belén Gopegui (Madrid, 1963) mantiene desde su arranque en 1993 con La escala de los mapas una absoluta coherencia. Se atiene sin escuchar los cantos de sirena del mercado a lo que su colega J. A. González Sainz denomina "una novela fuerte", un relato que afronta los temas capitales del mundo, tanto en una dimensión social o política como moral.



Fiel a ese principio sigue Quédate este día y esta noche conmigo. Gopegui valora la incidencia de las nuevas tecnologías, la cibernética y la inteligencia artificial en la sociedad, y eleva a Google a la categoría de protagonista de la novela. Un joven, Mateo, y una mujer mayor, Olga, dirigen una petición de trabajo conjunta a la emblemática compañía de internet. El texto principal es el escrito de solicitud, concebido para influir con ese formulario atípico en el experto en interpretar currículos que la valore, quien, a su vez, emite un informe con sus observaciones en las que aprecia el carácter indisciplinado, no previsible, de los demandantes. El experto señala, además, que sus comentarios van dirigidos no a la empresa sino a un "ustedes" que implica tanto a la pareja como "a personas de ahí afuera", a los lectores; es decir, por extensión, a la sociedad. La invención fabulada contiene el propósito de cooperación colectiva que siempre busca nuestra autora.



Gopegui dispone esta polifonía de voces y perspectivas como el soporte de una novela de ideas. La parte anecdótica tiene su interés, sobre todo por el proceso de una relación entre seres tan distintos (una matemática y empresaria de 62 años enferma y un ingeniero de 22 con un futuro todavía inédito), con afinidades y discrepancias, y por la carga dramática de la enfermedad terminal de la mujer, pero esa atípica historia de amor es la malla donde se encaja el debate de una gavilla de inquietudes actuales. En gran medida, el argumento, aunque posea el atractivo novelesco mínimo dicho, es una excusa, lo mismo que ocurre, por acudir a una tópica comparación, en La montaña mágica de Mann.



En la urdimbre de asuntos planteados de forma dialéctica están la construcción de la biografía desde la libertad, el peso de la probabilidad contra las estadísticas, el del valor del mérito frente a la perseverancia y el talento, la desigualdad social, el poder de la tecnificación robótica, el conocimiento, la familia, la felicidad o la monotonía de la existencia.



La diferencia de edad de Olga y Mateo, más que una sima generacional supone extender la problemática afrontada a todo el arco vital de nuestros días. Y de ahí procede la gran lección contemporánea que, a mi parecer, ofrece la novela. Este aviso es el de un desvalimiento generalizado, un estar en el mundo bajo amenazas difusas pero ciertas y concretas (no metafísicas), algo así como la posibilidad de perder el control de la vida, reiteradamente expresado en la inquietante pregunta de qué ocurrirá cuando un robot sepa que es una máquina.



Esta inquietante situación no da lugar a una jeremiada existencialista sino que el conjunto de la novela rezuma vitalismo, una auténtica afirmación de los valores terrenos, a pesar de las limitaciones materiales, los retos laborales, la desigualdad, etc., que funcionan como marco sociológico y, de paso, se denuncian. Un espíritu de lucha contra las dificultades impregna toda la obra. Los versos complementarios del de Hojas de hierba de Walt Whitman utilizado en el título corroboran el sentido positivo del texto: "y poseerás el origen de todos los poemas, / poseerás lo bueno de la tierra y del sol (aún quedan millones de soles )".



Suele decir Gopegui que la literatura no refleja el mundo sino que lo representa y que la escritura sirve para construir realidad. Eso hace en su última novela. Construye realidad con unas ideas que adquieren una dimensión material desazonante. ¿Adónde vamos?, es la orwelliana pregunta que plantea sin ofrecer una respuesta simplista. A ello contribuye el considerable componente emocional, llamativo en una autora bastante analítica y fría, que da fuerza comunicativa a la historia. Estamos ante una novela exigente, que se arriesga al forjar una trama inventiva que resulta un punto forzada y suscita debates de algo ardua lectura. Pero la literatura seria no pretende el entretenimiento ni la complacencia del lector, sino que busca despertarle y hacerle pensar.