Basta detenernos en la fecha en la que Collodi comenzó a publicar su Pinocho, 1881, para comprender las distancias que separan este clásico del niño contemporáneo. Mucho ha cambiado, y en especial la idea misma que tenemos de la infancia. Nuestra concepción nos lleva a censurar los rasgos de violencia, crueldad o severidad que encontramos en el libro. Sin embargo, buena parte de las corrientes psicológicas y pedagógicas que han surgido en este transcurso de tiempo abogan por la dimensión catártica y formadora que para el niño encierran lecturas como ésta.

Con el estilo hiperrealista que lo caracteriza, Roberto Innocenti hace justicia a la obra literaria, pues capta su espíritu y, simultáneamente, la adecúa a nuevos tiempos. Así, sin forcejeos ni traiciones, su interpretación hace crecer la historia y supera el virtuosismo melodramático al que sucumbió en libros anteriores. Por estas razones nos encontramos con una obra de gran calidad que debe estar al alcance de cualquier lector que desee aventurarse por su cauce, independientemente de su edad.