Retrato de Isabel I de Castilla, de Antonio del Rincón

Traducción de Jordi Ainaud. Debate, 2017. 638 páginas. 27,90 €, Ebook: 12,99 €

Giles Tremlett (1962) ha sido corresponsal en España de The Guardian y The Economist, participa asiduamente en los medios de comunicación de nuestro país, y es el autor de una biografía de Catalina de Aragón (Crítica, 2013). Una sólida formación académica, su experiencia periodística y su interés por la historia y la actualidad españolas -reside en Madrid desde hace tiempo- son sus credenciales para acometer la biografía de Isabel I de Castilla. El resultado es un voluminoso libro que aspira a combinar el rigor histórico con el atractivo para el gran público.



Tremlett ha optado por valerse, principalmente, de los cronistas que escribieron durante la vida de la reina y en años posteriores, fuentes conocidas y, por otra parte, sesgadas por cuanto construyeron una imagen hagiográfica del personaje y sus políticas. El autor es consciente de ello, las maneja con cuidado y las complementa con testimonios de extranjeros que visitaron Castilla y trataron con la reina. Así mismo, el libro tiene muy en cuenta las obras de historiadores españoles que ya han escrito sobre Isabel y la época -Azcona, Suárez, Valdeón, Ladero, Del Val y otros-, pues la Católica y su reinado se han beneficiado de una larga lista de estudios de gran calidad. Para enriquecer su punto de vista, Tremlett recurre a fuentes judías y musulmanas, y a trabajos que adoptan la perspectiva de estos grupos que experimentaron los efectos de la unificación religiosa impuesta por la corona. Con ello invita al lector a contrastar la versión del poder con la de los vencidos en la guerra de Granada y los afectados por los decretos de conversión y por la expulsión.



A partir de esta sólida base, Tremlett ha elaborado un relato biográfico bien contextualizado dirigido a un público amplio. Se lee con facilidad y la sucesión de capítulos permite entender las múltiples facetas de la vida de la soberana que protagonizó una fase decisiva de la historia de Europa, en la cual se alumbró el poder español sobre dos mundos.



En aras de la claridad hay inevitables simplificaciones, y quedan quizá desdibujadas algunas personalidades, como la del rey Fernando o la del cardenal Cisneros, pero no se olvide que lo que le interesa al autor es la trayectoria de Isabel y no un estudio completo del reinado. En todo caso, Tremlett ha querido presentarnos a la "primera gran reina de Europa" y a ello se ha dedicado, a medir la talla de una singular mujer de Estado. Y no solo por el hecho de que se trate de una fémina en un mundo político monopolizado por varones, sino por las particulares condiciones que la auparon al trono, cuando no estaba claro que fuese la heredera en derecho. Pero desde muy joven Isabel dio muestras de conocer dos cosas decisivas en política: la primera, tomar la iniciativa y no perderla nunca y la segunda, lo importante que es lo simbólico en el ejercicio del poder, eso que ahora denominamos comunicación política, o propaganda.



Si a esas habilidades que de forma instintiva interiorizó la princesa antes de reinar, añadimos la ambición y la suerte, entenderemos por qué eligió casarse con Fernando de Aragón, cómo logró sentarse en el trono, superar una guerra civil, conquistar Granada, añadir América a sus posesiones, competir con éxito por la hegemonía europea y convertir Castilla en un próspero reino. Su proyecto más querido, lograr la unión ibérica, se vio malogrado porque ahí la fortuna le fue esquiva, aunque quizá sea más correcto decir que el azar lo retrasó. Las muertes prematuras de sus hijos Juan e Isabel y de su nieto Miguel frustraron las expectativas de reunir las coronas portuguesa, castellana y aragonesa. La reina lo vivió con pesadumbre, sobre todo porque el porvenir dependía ahora de Juana y de su marido flamenco, Felipe. Ni siquiera una gran reina podía controlar el futuro.