Sara Barquinero. Foto: archivo de la autora

Sara Barquinero. Foto: archivo de la autora

Letras

'Los Escorpiones', la novela faraónica sobre la depresión y las teorías conspiratorias que está en boca de todos

Sara Barquinero está dando que hablar con su libro de 800 páginas con influencias de Wallace o Bolaño, bien escrito pero repetitivo.

18 marzo, 2024 01:23

Sara Barquinero (Zaragoza, 1994), que es doctora en Filosofía y que ha obtenido reconocimientos académicos y literarios, se dio a conocer gracias a Terminal (2020) y Estaré sola y sin fiesta (2021), creaciones por las que fue considerada autora revelación de las letras españolas 2021. Su última publicación, Los Escorpiones, está, al parecer, en boca de todo el mundo o, al menos, de mucha gente, aunque “gente” no necesariamente es sinónimo de “lectores”.

22 Portada Los Escorpiones

22 Portada Los Escorpiones

Los Escorpiones

Sara Barquinero

Lumen, 2024
806 páginas. 23,90 €

El texto llega precedido de notas promocionales entre las que la editorial destaca una de Elizabeth Duval. La activista señala su “anhedonia”, su “escapismo”, su ambición y su vínculo con trabajos de Wallace, DeLillo, Bolaño, Moshfegh, Enríquez o Houellebecq, y afirma que es “un monumento a la conspiración, la muerte y la necesidad de sentido”. Casi nada.

Nos encontramos ante una obra faraónica, formada por diversos escritos casi independientes, algunos apenas vinculados con la historia central: cinco novelas y tres interludios, que son algo así como narraciones más breves. El problema es que, aunque tratan temas comunes (la depresión, el suicidio, la muerte, el vacío existencial, los mundos paralelos, los videojuegos, internet, teorías conspiratorias, el extravío de la juventud, la evasión farmacológica o el consumo de drogas), para considerar que todo el volumen conforma una novela habrían sido necesarios nexos más convincentes.

Hay demasiadas escenas repetidas, situaciones que se acumulan y que no añaden nada al sentido general, como si la cantidad fuera un valor en sí mismo

El libro está bien escrito, aunque las diferentes narraciones resultan en exceso descriptivas, son muy realistas y mantienen un orden cronológico lineal. Pero por lo que realmente destacan es por su exceso de palabras. El texto no está depurado, cuando la literatura, como decía Friedman, consiste en seleccionar. Hay en él demasiadas escenas repetidas, situaciones que se acumulan y que no añaden nada al sentido general, como si la cantidad fuera un valor en sí mismo.

En numerosas ocasiones, además, el relato resulta previsible y/o tedioso, por ejemplo, cuando se complica con acciones secundarias, cuando se detallan historias sentimentales o cuando los personajes recurren a las drogas y a los antidepresivos para paliar su oquedad vital; son tantas que el recurso se trivializa.

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En Los Escorpiones se le da demasiado relieve a la(s) trama(s), de modo que cada sección se enreda en una serie de lances, a cual más confuso, en los que aparecen demasiados personajes sin trasfondo psicológico. Están ahí porque lo quiere el narrador, actuando como marionetas que dirigen los acontecimientos hacia el fin que se pretende. Esos narradores, además, resultan omnipresentes y/o egocéntricos, de modo que, sin rubor, se desentienden de las inverosimilitudes en las que a veces caen las historias.

No resulta creíble, por ejemplo, que una joven lleve a su habitación, por la noche, a un hombre al que acaba de conocer en la red y que, de repente, se asuste por ello; o que alguien escriba parte del relato en un coche conducido a toda velocidad (¡hace un siglo!); y tampoco lo es que personajes que no se tratan desde hace años recuperen el contacto sin explicación, como si la vida no hubiera transcurrido mientras tanto.

En Los Escorpiones, Sara Barquinero utiliza numerosos recursos narrativos que van desde la corriente de conciencia hasta la técnica del manuscrito encontrado, pasando por la doble columna, la introducción de pentagramas o de fragmentos de escritura boca abajo, nada que no se encuentre en Pérez de Ayala, Joyce, Faulkner, Cortázar y, en general, en las vanguardias, aunque revelan la cultura de la escritora. El contenido, finalmente, resulta volátil y enrevesado, en ocasiones demasiado siniestro y enojoso.