El poeta Rafael Alberti y la escritora María Asunción Mateo

El poeta Rafael Alberti y la escritora María Asunción Mateo

Letras

Mª Asunción Mateo, viuda de Alberti: “Las feministas no me han defendido jamás ante el acoso sufrido”

Compañera durante más de veinte años, recuerda su relación y ajusta cuentas con algunos amigos del poeta en el libro 'Mi vida con Alberti'.

10 septiembre, 2023 02:03

Es posible que si María Asunción Mateo (Valencia, 1944) no hubiese sufrido a mediados de 2021 un accidente casero mientras ordenaba y limpiaba viejas carpetas y documentos, Mi vida con Alberti. Para algo llegaste, Altair (Almuzara) no hubiera llegado a existir. A fin de cuentas, durante más de veinte años la viuda de Rafael Alberti se había negado a defenderse de quienes la acusaban de manipular la palabra y la memoria del poeta del 27.

“Desde luego -afirma ahora-, como explico en el libro preferí callar, porque era mi vida, mi intimidad, la historia con la persona que, a nivel de pareja, más he amado. Y tampoco había olvidado un consejo de Carmen Balcells, que me dijo que cuando me preguntasen que por qué no se escribía sobre mi historia de amor, por qué no me defendía de tanto agravio, respondiera que yo no escribía libros de viudas”.

Pero aquel día, desde el anaquel más alto de la estantería, se le cayó en la cabeza una carpeta verde con la caligrafía de Alberti, rebosante de recuerdos, fotos, cartas, y una nota que resultó decisiva. En ella, el poeta le decía a su Altair que tenía “mi más amplio y absoluto permiso para revelar todos mis secretos, los más íntimos y oscuros”, y así descubrir sin pudores los misterios de su apasionada historia de amor.

Pregunta. Su relación con Alberti comenzó en 1983, en Baeza, y a la sombra de Antonio Machado

Respuesta. Sí, recuerdo como si fuese ayer aquel 10 de abril de 1983, cuando asistí a un homenaje al poeta de Campos de Castilla, celebrado en Baeza, bajo el título de Paseos con Antonio Machado. Yo esperaba encontrarme con Dámaso Alonso, pero en su lugar fue Rafael. Me acerqué a él a pedirle un autógrafo y se interesó por mí.

P. ¿Recuerda qué le puso en su nota?

R. Sí, lo que les ponía a todas las chicas: ‘A la bella...’ Me dio su tarjeta y me dijo que pronto iba a pasar por Valencia, que fuese a verle. Y lo hice, sin creer del todo que fuese a acordarse de mí.

[Rafael Alberti en la escondida trinchera de Ibiza]

P. Y poco a poco, con citas clandestinas, su historia de amor se consolidó. ¿Hasta hoy?

R. Sin duda, de ahí este libro de amor, rebosante de romanticismo. Hoy ya no se quiere así. ¿Sabes que desde su muerte, hace más de 23 años, no he tomado ni un café con otro hombre? Rafael sigue vivo en mi interior. Por eso quiero vivir en el Puerto de Santa María, como si hubiera pasado un ángel por mi vida con el que conviví veinte años. Y es que incluso cuando no estábamos juntos, me llamaba todos los días. Cada habitación, cada rincón de esta casa conserva ecos de su voz … ¿Imaginas lo injusto, lo desolador que resulta sentirlo y no verlo, saber que está sin poder abrazarlo?

P. Además de lo que Mi vida con Alberti tiene de libro de amor, es también una suerte de ajuste de cuentas con algunos amigos del poeta.

R. No tan amigos. Son sus viudos literarios, los mismos que, después de su muerte, me han acusado con maledicencias y mentiras. Ellos sí querían manipularlo, ellos sí se aprovechaban de él, mientras que yo, desde el principio, solo quise que incluso ellos me apreciasen. ¡No sé cómo he soportado tanta ofensa sin ir al psiquiatra! Bueno, sí lo sé, el amor de Rafael me ha dado la fortaleza necesaria para aguantarlo todo, porque solo nosotros supimos la verdad de nuestro amor.

"Desde la muerte de Alberti, hace más de 23 años, no he tomado ni un café con otro hombre"

¡¿Qué culpa tengo yo de que uno de los poetas españoles más grandes me amase y yo le correspondiera sin medida también? ¿Qué culpa tuvimos de ser tan felices, de que nuestra relación fuese tan plena, ajenos a tanta ambición?! Pero no hay manera, veintitrés años después siguen manifestando su incurable resentimiento y su odio hacia mí en diferentes actos públicos, ninguneando o incluso negando nuestro amor.

P. Pero ¿qué pensaba Alberti de ellos?

R. Les tenía aprecio, claro, porque le acogieron cuando regresó a España y durante un tiempo le fueron muy útiles, le hicieron de chóferes, le ayudaban con algunas minucias de la vida cotidiana como abrir una ventana imposible de su apartamento de Princesa 3 duplicado. Incluso uno de ellos fue su secretario y lo acogimos como si fuese de la familia, sin imaginar qué grande sería su traición. Pero como poetas no le gustaban, decía que les faltaba temblor.

P. Sin embargo, mientras vivió no le mostraron a usted ninguna hostilidad…

R. Nada, nada, jamás tuve ningún enfrentamiento o discusión con ellos o con algún familiar, por muy incómoda que mi presencia les resultara. Lo peor empezó tras la muerte de Rafael…

P. ¿Por qué no suele citarlos y los enmascara llamándolos viudos?

R. Porque no quería embarrar nuestro amor con las mezquindades y miserias de esos poetas y familiares que solo han querido vengarse de todo lo que supuestamente yo les he arrebatado. Supongo que siempre habían pensado que Rafael Alberti, el poeta del exilio, el comunista del 27, el hombre disfrutón, juvenil y vital que fue hasta el final, les pertenecía y querían, por encima de todo, disfrutar del protagonismo inmerecido que conseguían acompañándolo por todo el mundo, mientras, siempre gracias a su generosidad, compartían los mil homenajes que le dedicaban, conocían a los grandes protagonistas culturales y políticos de nuestro tiempo y escalaban peldaños en el aprecio de los demás.

"No quería embarrar nuestro amor con las mezquindades y miserias de esos poetas y familiares"

P. Déjeme ser abogada del diablo: ¿realmente no tuvo nada que ver con la desaparición de estos viudos literarios de las memorias de Alberti, La Arboleda perdida?

R. Por supuesto que no, pensar eso es no conocer a Rafael, al que nadie hubiese podido obligar a hacer algo contra su voluntad. Pero ellos mismos se fueron desenmascarando, mientras nosotros disfrutábamos de nuestro amor. Y no siempre fue fácil: al final de sus días tenía que empujarlo a levantarse, a caminar. Sin embargo, lo peor era que a menudo me repetía que solo me tenía a mí, sin pedirme nunca que viniera nadie a verle, familiares y supuestos amigos incluidos.

P. ¿Cómo ha soportado todo este tiempo de ausencia y odio?

R. Con entereza, y por su amor, que jamás me abandona. Pero tiene razón, nadie me ha ayudado, al menos públicamente. Pienso, por ejemplo, en las feministas, que nunca jamás me han defendido del acoso de todo tipo que he sufrido. ¡Sí me han negado como mujer y como escritora, si se han celebrado homenajes en los que se recorría la vida de Rafael sin mencionarme!, aunque solo han podido reprocharme nuestro amor, nuestra pasión. Pero claro, si las acusaciones las hace quien ahora tiene el poder cultural a través de la institución que dirige, y nadie se atreve a cuestionarlo para no resultar perjudicado, si además utiliza un poderoso medio de comunicación para ofender y acusar, el silencio está garantizado.

P. ¿Y los amigos de verdad?

R. Como mi familia, los de verdad jamás me han abandonado, quizá porque habían sido testigos de nuestro amor.