No es azaroso que Béla Hamvas (Presov, Eslovaquia, 1897 - Budapest, 1968) inicie uno de sus ensayos (“La cama”) con una particular observación de Aldous Huxley: éste calculó que “el círculo del silencio se estrecha trece kilómetros y medio por año”. Un cerco que obedece al asalto de la sinrazón, al avanzar del grito.

La obra de una vida

Béla Hamvas

Selección, traducción y prólogo de Adan Kovacsics. Ediciones del Subsuelo, 2022. 234 páginas. 19 €

La conciencia del aislamiento podría ser la poética de este intelectual húngaro que vivió sitiado, si podemos decirlo así, por las autoridades comunistas que censuraron su toma de partido en favor del arte abstracto.

La defensa de unas lúcidas ideas le costó la prohibición de sus obras durante los últimos veinte años de su existencia, apagada en 1968. Quizá era una premonición, mucho antes de que tuviera lugar la llegada de Iósif Stalin, el título de la revista que fundó en los años treinta junto al gran filólogo Karl Kerény y los escritores Antal Szerb y László Németh: Sziget (Isla).

Tiene sentido que un pensador que pierde la biblioteca y el hogar a causa de un bombardeo en 1945; que, desposeído de todo, se ve obligado a trabajar en un huerto para ganar el sustento; que vive confinado en distintas provincias como empleado de la construcción de centrales térmicas, escriba sobre la figura de Orfeo, protagonista de uno de los ensayos centrales de La obra de una vida, título de la admirable selección y traducción de Adan Kovacsics.



Orfeo es el protagonista de un descenso al Hades. Sin embargo, más allá del rescate de Eurídice, lo que cumple este héroe tracio es una bajada al infierno propio, a ese que, de un modo u otro, todos tenemos en tanto que humanos, un penetrar en las sombras de nuestra condición, quebradiza y rehilada de claroscuros.



Hoy, el viaje interior al país de los que ya no regresan encarna la caída de quien descubre las fisuras de la Modernidad, y las tienta. Adentrarse en otro espacio desprovisto de tiempo es la apuesta de Hamvas.



Que así ocurra tiene sentido si tenemos en cuenta las continuas referencias a la filosofía oriental, cuya esencia es el orden, entendido como fundamento del saber: “El orden metafísico (India, China); el orden objetivo del cosmos (Orfeo); el orden religioso y moral (Irán, Judea); el orden de la existencia humana aquí y en la eternidad (el Evangelio)”. Béla Hamvas, que evoca a Charles Péguy para decir: mystique au lieu de politique, ve en todo la unidad.

La conciencia del aislamiento podría ser la poética de Hamvas, un intelectual húngaro que vivió sitiado por las autoridades comunistas que censuraron su toma de partido en favor del arte abstracto

En el ensayo que da título a este volumen se cuestiona al hombre que busca ocultarse en el sistema, “necesitado siempre de demostración”. Y de afirmación.

Sabemos que los sistemas han sido unos cepos del pensamiento occidental, por eso Hamvas cree, y quizá con toda razón, que lo “auténtico de Europa” no lo dictaron Tomás de Aquino, René Descartes, Immanuel Kant y Hegel, sino los moralistas, los reacios a los sistemas, los maestros en la luminosidad de una frase, los ya liberados del miedo a cualquier contradicción: Michel de Montaigne, Franck, Erasmo, Blaise Pascal, Soren Kierkegaard, Georg Christoph Lichtenberg, Nietzsche, es decir, filósofos-escritores, espíritus que viven un codo a codo con el destino; lo aceptan.

La travesía de Béla Hamvas se hace más órfica por la constante presencia de la música, de ahí los capítulos dedicados a Robert Schumann, Franz Liszt y Béla Bartók. Piensa que el lenguaje de las notas, pese a su inocencia, lo sabe todo sobre el mundo.

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