Pablo d'Ors

El acto empezó puntual, con la sala repleta de gente, en el salón de actos del Museo Thyssen-Bornemisza, para la presentación de la segunda edición de la novela de Pablo d'Ors, El Estupor y la maravilla. Ya se sabe, los seguidores del escritor-sacerdote, dotado con el don de la palabra inteligente, acertada y pausada, son cada vez más numerosos. El título se refiere, como explicó su autor durante la conversación con Borja Hermoso, a "la importancia de las tres 'a': al estar 'atento', surge el 'asombro' y luego la 'alegría'".



Guillermo Solana, director artístico del museo, abrió la sesión con unas palabras sobre la procedencia de las obras artísticas de las que habla la novela. Joan Tarrida, editor de Galaxia Gutemberg, explicó que la recuperación de El estupor y la maravilla, de 2007, responde a un trabajo de reedición de todas las novelas de Pablo d'Ors -diez en total-, que la editorial está dividiendo en trilogías: la trilogía del fracaso, la del silencio, y por último la de la ilusión, en la que se incluye esta novela.



La revisión de la novela ha permitido no solo una reescritura del libro y la introducción de ciertas variaciones, sino que el propio autor se ha dado cuenta de que los temas desarrollados en ella son los mismos sobre los que seguirá escribiendo a posteriori, como la meditación, la importancia de lo insignificante o lo cotidiano. "Es como si todos mis temas apareciesen aquí en forma de embrión. Descubro que todo se encamina hacia el mismo punto y eso sucede porque la escritura es para mí un ejercicio de enorme honestidad. Se trata de escuchar lo que te pide ser escrito. Cuando uno se obedece a sí mismo a pesar de sí mismo".



Las preguntas oportunas de Borja Hermoso sobre la novela del sacerdote iniciaron la reflexión sobre la función del escritor, la diferencia entre la prosa y lo poético y sobre cómo el amor, el arte, y la religión son tres facetas de un mismo concepto, siendo -en palabras de d'Ors- estas dos últimas "el binomio de mi vida" algo que para el periodista era comparable con un mantra, siempre parecido pero siempre diferente.



El escritor explicó que además de su capacidad de asombro ante las pequeñas cosas, sus novelas nacen de la lectura de otros libros, de otros escritores, en este caso de la obra Maestros antiguos de Thomas Bernhard, en la que también el personaje de Reger pasa horas contemplando un cuadro de Tintoretto. "De la novela de Bernhard, que se desarrolla en un museo, admiro su estilo hipnótico", confesó. En este sentido, matizó que "el personaje de Vogel vive también de manera discreta. Redimir lo prosaico para descubrir su valor poético, eso es lo que tiene que hacer el cristiano, atravesar zonas sombrías para rescatar la luz".



De ahí que el sacerdote busque en sus libros, en palabras de Hermoso, la unión entre lo profundo y lo ligero. "La novela es un género popular y por tanto los escritores escribimos para todo el mundo que lee -señaló el propio D'Ors-. Sin quedarse en la superficie, el escritor refleja su mundo interior y eso solo se puede hacer de forma clara y ligera para que te puedan seguir en todo momento. No es fácil. No puedes dar claridad si tú mismo no tienes claridad. Y la claridad está hermanada con la simplicidad. Se elimina lo complejo y se asciende a lo esencial. Para mí, lo sencillo tiene que ver con lo espiritual".



Esta unión entre el arte y la religión se ve reflejada no solo en la función sino también en el propio estilo. "Tanto el amor, como la religión y el arte son formas de lo mismo. Los museos son las nuevas catedrales y las catedrales existen porque se han convertido en museos. La gente confunde cultura con erudición cuando tiene que ver con el cultivo de uno mismo. Dar culto es ser una persona religiosa".



Por su parte, ante la crisis que vive el arte en estos momentos, Pablo d'Ors confesó ser un hombre con esperanza, pero no optimista: "Aunque nadie lo diría hay una semilla que nos permite pensar que vamos hacia nuevas formas de entrega y nuevas formas artísticas que nos conducen a la belleza". En varios instantes, el escritor insistió en que en su obra, a pesar de que Vogel es un personaje feliz y a la gente le gusta leer historias de personajes felices y no siempre fracasados o atormentados como nos han acostumbrado otras novelas, él no se consideraba un autor "optimista".



Sin embargo, y a pesar del matiz filosófico de la publicación, el escritor insistió en que "mi novela no es histórica, ni social ni psicológica. Es intelectual, metafórica y existencial. No tengo una actitud de optimismo sino de esperanza. En la vida, en el mundo que nos rodea, uno ve fundamentos para creer. El problema surge cuando no vemos los motivos para la esperanza. No es que no los haya sino que no los vemos".



Un poco más adelante, ya avanzada la conversación, profundizó en la función del novelista: "A mí lo que me interesa, como a Kafka por ejemplo, es mostrar el maridaje entre lo sublime y lo grotesco -reflexionó-. Esto es lo que tiene que contar una novela. Vogel es un personaje extravagante, hace cosas extrañas, como perseguir a señores que le parecen interesantes o contar las baldosas del suelo, pero lo cierto es que todos hacemos cosas raras".



Y es que para el escritor, que confesó que necesitaba la soledad para escribir y que a veces, también, le ocurría que hablaba solo o con su perro, "no hay nada grande que no nazca de la soledad. Un escritor es alguien que soporta mucho su propia estupidez. Puntualmente, nace una frase auténtica y hermosa que hace mella en el corazón. Se trata de atravesar esa zona de bosque tupido del que hablaba Borges para llegar a otro lugar en donde pasan las cosas verdaderas".



@JacintaCremades