José Álvarez Junco: "Los problemas actuales pueden ser un acicate para la integración europea"

José Álvarez Junco (Viella, 1942) es optimista sobre el proyecto europeo, y niega que Europa y crisis hayan estado siempre unidas: "Las crisis se han dado sólo en épocas de auges nacionalistas. Pero desde hace 60 años la historia de Europa no es una historia de crisis, sino de éxito. La Unión Europea es un proyecto admirable, nunca visto en la historia de la humanidad. La crisis económica, el Brexit o la crisis de los refugiados han mostrado que hay problemas, pero creo que estos problemas pueden ser un acicate para Europa".



Si se le pregunta por las elecciones en Alemania, que han colocado por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial a la ultraderecha (AfD) en el Bundestag, Álvarez Junco ensombrece el gesto. "Es lamentable y temible porque indica que la vacuna que durante 70 años ha hecho efecto ya no sirve para las nuevas generaciones. A la AfD, además, la votan sobre todo en el este de Alemania, en donde tras décadas de comunismo hay carencias en la cultura democrática y cívica. El comunismo rebaja la moral de las sociedades (se trata de sociedades en las que vivir consiste en sobrevivir a cualquier precio), con una cultura incívica de la que no se recuperan. Lo estamos pagando hoy en Europa, en la deriva autoritaria de Polonia, de Hungría".



Junco confiesa ser lector ocasional de libros sobre personajes secundarios de la historia. "Si a uno le interesa la historia es inevitable que le atraigan esos relatos", cuenta. Destaca uno que leyó hace años, Los verdugos voluntarios de Hitler, de Daniel Jonah Goldhagen (Taurus): "Un libro estremecedor sobre los que se prestaron a asesinar bajo el Tercer Reich. Tuve que leer ese libro para darme cuenta de lo sencillo que podía ser esa tarea. Los especialistas, añade, "a menudo olvidamos el impacto que los hechos tuvieron en la vida de la gente, tanto del lado de las víctimas como del lado de los verdugos".



Elvira Roca Barea: "Votar a los populismos tiene algo de juego, de diversión, de morbo"

Elvira Roca Barea (El Borge, Málaga, 1966) comenta un dato: ese que dice que la franja de población que menos ha votado a la ultraderecha en Alemania es la de los mayores de 60 años. "Esto indica que votarles tiene algo de frivolidad, de juego, de entretenimiento. Cuando se acumulan generaciones que no han sufrido de verdad, que no han pasado hambre, se empieza a jugar con las cosas de comer, porque es morboso y divertido. Es también el espíritu de Podemos. El problema es que estas frivolidades acaban haciendo que se tambalee el sistema, y el sistema, si se tambalea mucho, al final se cae. Y de ahí ya no se sale indemne".



La autora de Imperiofobia y leyenda negra se remonta a la Primera Guerra Mundial para explicar los actuales "desequilibrios" europeos. "Después de los horrores del siglo XX no se podía aguantar más de lo mismo. Los americanos reconstruyeron el continente por segunda vez, se les acabó la paciencia y decidieron impulsar este invento de la Unión Europea, entre otras cosas para mantener quietos a los alemanes. Y lo cierto es que nos ha dado el periodo más largo de paz y prosperidad en toda la historia de Europa. Pero ahora Alemania se ha unificado y está reaccionando. La huida de los ingleses es significativa. Estos movimientos de retroceso de Gran Bretaña son frecuentes en la historia. Lo han hecho más veces, cuando ven en el continente un poder hegemónico que empieza a ser peligroso. Lo hicieron con Napoleón y lo hicieron en la época del apaciguamiento, cuando abogaron por llevarse bien con los nazis y dejarles ser los amos de Europa mientras a ellos no los tocasen. Lo peor es que ya vivimos en la Unión Europea de Alemania. Es cuestión de tiempo que eso provoque tensiones insoportables. A las hegemonías alemanas hay que tenerles siempre un cierto respeto, solo por lo que la historia enseña. Es muy importante que las naciones del sur de Europa sirvan de contrapeso al poder del norte. Pero me temo que por aquí estamos muy perdidos".



Gabriel Tortella: "El nacionalismo irá desapareciendo"

No cree Gabriel Tortella (Barcelona, 1936) que convenga tomarse a la ligera la irrupción de la ultraderecha en el Bundestag. "El renacimiento del nacionalismo en ese país es preocupante por razones históricas obvias", dice. Aunque tampoco descarta que sea algo "coyuntural que responda a la alarma ante el terrorismo islamista y a la llegada masiva de refugiados". Tortella apunta, tras ver cómo una de las principales líderes de AfD, Frauke Petry, abandonaba el partido justo después de las elecciones: "AfD está ya muy dividido. Como la Liga Norte italiana en su día, que tras unos años de auge se fue disolviendo. Suele pasar con los partidos monotemáticos". El historiador recuerda que "Europa es la cuna de la nación moderna, unidad política básica que ha operado durante más de cinco siglos. Es muy difícil fusionar estas unidades compactas y homogéneas en una entidad supranacional a su vez compacta y homogénea. Y es más fácil integrar en épocas de bonanza, cuando impera la generosidad, que en épocas de crisis, cuando impera el egoísmo".



"El Brexit ha sido un caso típico de este egoísmo por parte de una nación que siempre ha tenido un pie dentro y otro fuera de Europa -continúa-. La indecisión británica en su relación con Europa sería risible si no fuera tan lamentable. A mí me recuerda el Vorrei e non vorrei (Quisiera y no quisiera) de Zerlina en el Don Giovanni de Mozart. Ella se pasa la ópera entregándose a Don Juan y arrepintiéndose de ello, como Gran Bretaña con la UE desde 1957. Por lo demás, cada generación es un poco más europeísta y menos nacionalista que la anterior. El nacionalismo es hoy una gran lacra (Cataluña es una muestra evidente) que irá desapareciendo, pues hoy no es más que un reflejo atávico atizado por minorías que buscan enriquecerse".



Tortella considera, por último, que "la tendencia a utilizar técnicas literarias o novelescas para escribir historia deriva de una práctica del periodismo que hoy ya está muy extendida". Consiste, dice, "en ofrecer historias personales para dar noticias. Esta técnica obedece a la impresión de que el lector medio necesita ver casos concretos para interesarse por un problema complejo. Es decir, se piensa que el lector medio es poco dado al análisis y comprende y se interesa más por casos concretos que por ideas abstractas".



Antony Beevor: "Existen paralelismos con los años treinta"

Antony Beevor (Londres, 1946) se atreve a hacer algo que la mayoría de los historiadores evitan: establece paralelismos entre nuestra época y los años treinta en Europa. "Hay paralelismos, pero la historia nunca se repite exactamente. No nos da un modelo predictivo, pero sí nos orienta. Ha habido demasiados cambios demográficos, tecnológicos, económicos y sociales. La subida de la ultraderecha en Alemania es inquietante, pero no vamos a ver el ascenso de otro Hitler, ya que la gran mayoría de los alemanes nunca volverán a seguir a otro criminal hasta el desastre.



Beevor es crítico con algunas decisiones de Bruselas. "Algunos se quejan de que el proyecto de los Estados Unidos de Europa viene con retraso, que las federaciones son cosa del pasado. No lo sé. Pero sí sé que han cometido un error fundamental: sustituir el entusiasmo con la unión política por el entusiasmo con la unión económica. El problema es que ahora el poder tendrá que centralizarse aún más en Bruselas para lograr la unión política necesaria que corrija los problemas de una unión económica prematura. Es posible que esto provoque otra ola de resistencia por culpa del déficit democrático que generará y, al mismo tiempo, favorezca esos nacionalismos que el proyecto europeo espera eliminar. Sospecho que los intentos de fomentar un patriotismo europeo serán vistos como artificiales y no funcionarán".



El historiador británico pone precisamente el ejemplo de Calle Este-Oeste como "libro que enriquece la historia gracias a un nuevo enfoque de la misma. Dice que estos trabajos ayudan a mirar "con más cuidado los hechos históricos que conocíamos, o que creíamos conocer bien, comprendiendo además sus implicaciones humanas". Recuerda que "hace unos veinte años vivimos una "revolución" cuando las viejas aproximaciones colectivas hechas con un enfoque descendente se mostraron insuficientes". Entonces aparecieron libros en los que los historiadores, por ejemplo de la Segunda Guerra Mundial, "debían describir no sólo las decisiones de Hitler o Stalin, sino también cómo esas decisiones afectaron a las vidas de soldados y de civiles. Estas aproximaciones, bien hechas, suponen un excelente progreso para la historiografía".