José Álvarez Junco. Foto: F. Juan March

Especial: Lo mejor del año

Lo escribe en el prólogo de Dioses útiles (Galaxia Gutenberg), mejor ensayo español del año según los críticos de El Cultural, y lo confirma ahora: "No volveré a escribir sobre nacionalismos. No porque me haya dejado de interesar, sino porque ya he dicho lo que tenía que decir y no creo que mis puntos de vista vayan a cambiar ya".



Lo cumpla o no, los libros de Álvarez Junco (Viella, 1942) seguirán siendo inevitables para reflexionar sobre las identidades nacionales. Dioses útiles se abría con una cita de Gibbon: "Las diversas religiones que existían en Roma eran todas consideradas por el pueblo como igualmente verdaderas, por el filosófo como igualmente falsas y por el político como igualmente útiles".



P.- ¿Cuál fue su intención original con este libro?

R.- Poner una cosa detrás de otra, ordenar lo que he aprendido y pensado durante una parte muy importante de mi carrera, y no hablar solo de España, sino en general, y también de lo que ha cambiado nuestra manera de entender el nacionalismo como problema. La comparación arroja luz, creo, sobre el caso español.



P.- ¿Es comparable la transversalidad del nacionalismo con la de las religiones?

R.- Desde luego. Las religiones tienen poco que ver con la creencia en un Dios, o en el más allá o en los dogmas. Lo importante de las religiones es la identidad que crean. A un niño le bautizan al poco de nacer, y lo identifican. En España, hay mucha más gente que se declara católica que gente que admite creer en Dios.



P.- Considerar las naciones como construcciones históricas, ¿no basta para desacreditar al nacionalismo?

R.- La única manera de desacreditar al nacionalismo es dedicar tiempo a pensar en él, porque de otro modo uno asume las ideas que le han repetido desde pequeño: que los catalanes son avaros, que los andaluces son simpáticos o que Tchaikovsky es el que mejor supo captar el alma rusa.



P.- ¿Cuándo son más cruciales las emociones, en la creación de la identidad nacional o en su supervivencia?

R.- Las emociones siempre son cruciales en política. Sin emoción no se pueden ganar elecciones, como le ha pasado a Clinton, pero tampoco puede un caudillo mantener acaudillado a su pueblo...



P.- ¿Sigue siendo el nacionalismo europeo etnicista y el americano cívico?

R.- Esa es una distinción académica. En Europa se diferenciaban siempre el nacionalismo alemán -etnicista- y el francés -cívico-, o el oriental del occidental, pero todos tenían elementos de los otros. El nacionalismo americano es cívico porque uno puede ser irlandés o italiano, pero si paga impuestos en EEUU, es americano. Es decir, se siente norteamericano en un sentido político, aunque no religioso o étnico. Ahora bien, también hay elementos étnicos evidentes: ese ‘somos los mejores del mundo', o el ‘Make America Great Again' de Trump.



P.- Afirma que le gustaría llegar a ver un futuro posnacional. ¿De verdad lo cree posible?

R.- Es utópico. Ahora hay un retroceso hacia posiciones nacionales, que no se debe a ninguna crisis, sino, entre otras cosas, al miedo a la globalización, que exige salir al mundo, saber idiomas, que obliga a aceptar inmigrantes en tu país, a soportar que tus hijos se casen con alguien extraño... es miedo ante un puerta demasiado abierta.



P.- ¿Puede la UE integrar las identidades nacionales?

R.- La UE ha sido una organización meritoria, pero más técnica que emocional. No ha conseguido crear mitos europeos. A los niños se les sigue educando en mitos nacionales que en su mayoría son antieuropeos. No estaría de más avanzar hacia una propuesta educativa europea.



P.- Habla en pasado de la UE...

R.- Pero quisiera poder hablar en presente y en futuro porque me parece un proyecto muy hermoso.



@albertogordom