Nuria Amat. Foto: Antonio Moreno

La escritora publica El sanatorio (ED Libros), una reflexión crítica sobre el proceso independentista catalán y las derivas populistas ambientada en una realidad totalitaria.

Nuria Amat (Barcelona, 1950) nunca ha escondido sus opiniones, aunque supiera que no eran del gusto de mucha gente. La escritora continúa con esta deriva de expresar una opinión a contracorriente con su nueva novela, El Sanatorio, (ED Libros), un artefacto literario donde mediante la metaforización de la realidad teje una reflexión crítica en la que denuncia el proceso independentista catalán y las derivas populistas de muchos países occidentales. Amat elabora un arquetipo, un lugar imaginario donde impera un autoritarismo implacable que divide a los ciudadanos en dos clases, los obedientes a un poder despótico y los "callados" a quienes se niega toda posibilidad pensamiento libre, una alegoría de los totalitarismos de toda clase. El simbólico espacio del sanatorio no se identifica con una geografía precisa, pero tiene dimensiones europeas y muchos datos remiten a un escenario particular concreto, a la tierra natal de la escritora sometida a un nacionalismo excluyente que impone principios identitarios colectivos y ahoga las libertades individuales.



Pregunta.- ¿Por qué elige este estilo metafórico parta plantear una crítica a la actualidad?

Respuesta.- Para mí este ha sido un libro necesario por una situación determinada. Todas mis novelas se me imponen, en este caso, ante una situación muy difícil y muy conocida que vive Cataluña desde hace unos años. No es que me planteara hacer una metáfora. Yo soy una escritora literaria, hay escritores que no tienen esta pretensión, pero yo sí. Para mí la literatura es una forma de entender el mundo y de explicar las cosas de forma más profunda. Por eso nace la metáfora. Podía haber hecho una crónica, pero no es mi forma de escribir. Yo hago literatura porque disfruto escribiendo.



P.- El libro está lleno de denuncia social, ¿qué nivel de incidencia tiene esta literatura implicada?

R.- No podría decirlo, pero de momento parace que he logrado mi objetivo. Por supuesto este no es un libro mayoritario, pero me lo han comparado con 1984 de Orwell, con La metamorfosis, con El hombre sin atributos, o con obras de Danilo Kis. Yo soy la que ha escrito el libro, y poco puedo decir a este respecto, pero siempre es un placer que te comparen con grandes autores.



P.- ¿Quiénes son los inconformistas callados de nuestra sociedad y qué pueden hacer?

R.- Quiero que se entienda el concepto de los callados. Hablo de gente que se encuentra bajo la bota, totalitaria a veces, de una ideología que es falsa e interesada. He escuchado en tertulias serias sobre Cataluña decir que la mayoría es independentista. Y esto no es así. La mayoría no lo es, pero no habla porque tiene miedo. No miedo a que vayan a matarlos, pero sí miedo a ser señalados, a asumir un riesgo grande. Los dos o tres escritores que hablamos lo sabemos. Comprendo a la gente, que tiene que mantener a su familia con un sueldo y cede a ciertas presiones. Por ejemplo, todos los escritores que escribimos en castellano nos hemos ido de las universidades. España tiene que darse cuenta de lo que está pasando en Cataluña. Yo digo que nos han abandonado, porque la gente no quiere oír.



P.- ¿Cómo se vive criticar desde dentro algo tan popular como el proceso catalán?

R.- Soy una escritora que digo lo que pienso desde siempre, y mis novelas reflejan un compromiso político, en este caso contra el nacionalismo. El libro refleja esa realidad y durante dos o tres años me ha acompañado esta narradora que es como un alter ego. Siempre había habido una parte independentista, un 8 o 10 %, pero de pronto aumentó hasta el 40, lo que unido a la mentira y a la manipulación provocó que Cataluña se dividiera en dos partes. En mi caso personal, a lo mejor cuando gané el Ramón Llull podía haber vendido 80 mil ejemplares, y solo vendí 15 mil por ser antiindependentista, pero lo acepto porque soy coherente. La metáfora a la que aludíamos antes, siendo igualmente dura, es quizá una forma de suavizar un poco la realidad. La historia reciente de Cataluña no ha sido fácil para los que estamos dentro, en ese exilio interior.



P.- En ese sentido de la visión que se tiene desde fuera, establece un paralelismo entre el propagandismo de hoy y el de los inicios del nazismo y el comunismo, ¿hemos llegado a ese punto de psicosis?

R.- No lo digo yo, lo dice más gente como Josep Borrell. Todo va derivando. Mientras escribía el libro me fui dando cuenta de que era Europa y el mundo entero los que se hundían, de que es un fenómeno global. Acabé la novela en mayo y tuve tiempo de añadir el Brexit, pero claro, también están Le Pen en Francia, la deriva que va tomando Italia, el caso de Trump, Venezuela... Hemos trabajado por crear un mundo democrático y de respeto a la libertad y al otro, y nos encontramos con unos políticos que en un 80% no valen un pimiento. En el libro abordo la manipulación a la que hemos estado sometidos, la propaganda interesada, por ejemplo en el caso del Brexit, en el que se utilizó la dinámica de la propaganda estalinista, o en el tema de la independencia, en el que se usan de forma casi idéntica los puntos de la propaganda de Goebbels. Todo se reduce a manipular, a dividir al pueblo. Hoy en día, en pleno siglo XXI se está haciendo esto.



P.- Al ir escribiendo el libro, y tras terminarlo, se han ido cumpliendo muchas de las cosas que relata, ¿era previsible el desarrollo de hechos como el Brexit o la victoria de Trump?

R.- Esta es la magia de la literatura, es un sexto sentido. La diferencia entre una y otra literatura estriba en esta anticipación. Por ejemplo, Kafka preludió en sus obras el desastre mundial del siglo pasado. El escritor que yo admiro y la que me gustaría ser, es aquel que como dice Stendhal: "está en una carretera y es capaz de ver lo que está delante y lo que está detrás", visiona un poco el futuro. Empecé la novela hace unos tres años y la acabé en mayo. Después resultó que lo que yo estaba describiendo es lo que ha ido pasando en Reino Unido, en Estados Unidos...



P.- Además de la evidente influencia de Kafka, por su texto desfilan escritores como Flaubert, Robert Walser, Marguerite Duras, Thomas Bernhard y por supuesto, Stefan Zweig, ¿qué implican estos nombres, qué aportan?

R.- Yo vivo con la literatura y con los escritores, necesito interlocutores para compartir. Para mí eran necesarios para dar forma a la novela. Hay un momento en el que la narradora comienza a hablar con escritores muertos que han visto previamente el drama que ocurrirá después. Les interpela y reconstruye algunos capítulos de sus vidas, cuando dudan sobre la posibilidad de publicar sus obras. Juego con esa idea, la de difundir al público las ideas del escritor que denuncia, que va en dirección contraria a la principal, a la que deciden los políticos. Y busco cómo reconocer y proteger esas voces siempre necesarias.



P.- Precisamente Zweig se une a una larga lista de suicidios como paradigma de un mundo que se acaba, ¿se produce algo así hoy, es esta la única salida?

R.- Bueno, este libro soy yo y no soy yo, claro. Si realmente me tengo que suicidar... Hay una distancia la que separa la vida y el arte, pero si es verdad que en este sentido es un libro duro y que funciona como un aviso. Un aviso de que puede ser que este mundo, que está yendo a peor, se acabe. Espero que lo salvemos, pero ya vemos como está Europa. Y desde que acabé el libro aún ha ido a peor.