Ernesto Pérez Zuñiga

Lee y descarga el comienzo de No cantaremos en tierra de extraños

1944. Dos supervivientes de la gran debacle europea, españoles, se recuperan en el hospital Varsovia de Toulouse. El hospital aún existe; entonces operaba como refugio y sanatorio de supervivientes de los campos de concentración. Lo habían fundado varios médicos que, como sus pacientes más tarde, se habían librado por muy poco de la muerte. Francia, liberada ya, miraba hacia otro lado, y represaliados y combatientes republicanos, también algunos de la famosa Nueve que entró primero en París, esperaban que algo -o alguien- los orientará sobre su futuro.



Ernesto Pérez Zúñiga (Madrid, 1971) no quiso inventarse a los personajes del hospital con que arranca No cantaremos en tierra de extraños (Galaxia Gutenberg), una novela ambientada en la postguerra que al paso de las páginas va tomando la textura del western. Zúñiga, cuyo último libro de poesía, Siete caminos para Beatriz, vino a unirse a una larga y notable carrera como poeta y narrador (La fuga del maestro Tartini, El juego del mono, Santo diablo, Las botas de siete leguas), ha querido -con un ojo puesto en la épica norteamericana- refrescar el modo de contar la guerra civil. Para empezar sitúa su historia en la casi inmediata postguerra, durante la que "se impuso el silencio o el relato de los vencedores". También, dice, le atrajo porque le parecía "un territorio mucho menos explorado".



El libro es también un homenaje a los españoles del barrio de Saint Cyprian, olvidados -como sus compatriotas, los que no pudieron batirse en retirada- por los franceses, en cuyo relato nacional posterior a la sangrante ocupación nazi no había sitio para hazañas extranjeras. "Los de la Nueve no tuvieron reconocimiento alguno -cuenta Pérez Zúñiga-. De Gaulle se olvida de ellos, se olvida de España y de los perdedores de la guerra y la deja en manos de Franco. Muchos se quedaron sin nada, y se convirtieron en sospechosos en la propia Francia".



No cantaremos... tiene todos los ingredientes del western: los que regresan a casa, el viaje, los héroes olvidados. Para el escritor fue clave descubrir a Howard Fast, que, como tantos extranjeros más o menos románticos, se vino, mochila al hombro, a luchar en aquella primera tentativa de derrotar al fascismo. "A su vuelta a Estados Unidos escribió una novela, La última frontera, sobre su guerra civil pero inspirada en la lucha contra el totalitarismo que vivió en España", continúa el autor. La novela de Fast atraviesa la suya, y es leída por sus personajes. Trata de la liberación de los indios. Es el tipo de aventura épica que el madrileño ha querido escribir.



Pérez Zúñiga es aficionado al western desde los sábados de su niñez, cuando veía "una tras otra", junto a su padre, las películas del género que ponían en la televisión. "Soy lector de clásicos como Oakley Hall; fueron esos libros los que más me inspiraron. Esos personajes que vienen de la guerra de secesión americana y se enfrentan a ese gran misterio que es un país después de una guerra, un lugar donde está todo por construir, todavía sin ley, en ruinas, y en donde hay unos que han vencido y otros que han perdido. En el western ocurre como en mi novela, en donde son los perdedores los que deciden continuar la aventura".



"Ya que perdimos un país, salvemos a una persona. Salvemos a tu mujer". Con estas palabras del sargento Montenegro a Manuel Juanmaría comienza el accidentado periplo de los protagonistas a través de una España devastada. ¿Existe la épica sobre la guerra civil? "Los que ganaron construyeron su épica en libros, en películas como Raza -comenta Pérez Zúñiga-. Pero era una épica de los vencedores: racista e ideológica. Lo interesante es la épica de los perdedores, no de la guerra, sino de la vida. A estos perdedores los ha secuestrado la historia, no tienen nada que hacer, no tienen país, no tienen nada. Pero intentan encontrar el sentido".



Como el western de Hollywodd, no era tanto preguntarse cómo se vivía en la postguerra como ¿qué hace un perdedor? De ahí Pérez Zúñiga, que nunca ha ocultado las referencias a otros libros y películas que hay en sus novelas, reconoce que bebía del cine de postguerra de Fellini y Rosellini. "Hay cierto homenaje estético a ellos en mi novela", cuenta. También lo hay a Don Quijote en cierto pasaje en el que los protagonistas discuten sobre el ser y el futuro de España mientras atraviesan la planicie manchega.