Victoria Ocampo. Foto: Fundación Banco Santander

A Victoria Ocampo (Buenos Aires, 1890-1979), la gran mecenas e intelectual argentina, no se le ha hecho justicia literaria. Así lo cree el escritor y editor Carlos Pardo, que ha empleado cuatro años en remediarlo recopilando, seleccionando y editando lo más relevante de su obra en un volumen de 500 páginas que ve la luz bajo el auspicio de la Fundación Banco Santander en la colección Obra Fundamental: Darse. Autobiografía y testimonios, que presentaron ayer en el Instituto Cervantes de Madrid el director de la fundación, Borja Baselga; la escritora Laura Freixas, Juan Javier Negri, director de la Fundación Sur y del Fondo Nacional de las Artes de Argentina; y el propio Pardo.



Reconoce Javier Expósito, responsable de la colección, que la fundación quería recuperar (este es el principal cometido de su ala literaria) la obra de Silvina Ocampo, hermana de Victoria y esposa de Bioy Casares, pero Pardo opinó que su obra ya ha sido suficientemente reivindicada en los últimos años. En cambio, la de Victoria, la hermana fuerte, la que se relacionó con los escritores e intelectuales más importantes de su época, permanecía olvidada, eclipsada por su fama.



"Muchas veces se piensa en Victoria Ocampo como una musa sin obra, y no es cierto", sostiene Pardo. Además está envuelta por otros tópicos (que era una aristócrata superficial, una groupie de intelectuales) y grandes prejuicios: "el machismo propio de la época y la consideración de que la literatura autobiográfica que ella practicaba era un género menor". Hoy, cuando la autoficción se encuentra en el centro del debate sobre la novela, leemos la literatura autobiográfica con otros ojos, pero entonces se veía como "un género menor, de mujeres, de homosexuales y outsiders". Ocampo se decantó por él porque "le gustaba el ardiente desorden, la frescura de lo inacabado. Además, su vida fue tan literaria que quiso que su literatura no tuviera apariencia literaria", señala Pardo, que la considera "una escritora autoexigente y humilde" y "una de las mejores escritoras de literatura memorialística en español del siglo XX".







Explica el antólogo que recopilar toda la obra de la autora argentina ha sido una odisea. "Es muy difícil encontrar sus obras, incluso en librerías de segunda mano, y he tenido que recurrir en muchos casos a bibliotecas". Destaca el hecho de que no existen ediciones vivas de su autobiografía, por lo que ha tenido que trabajar con ediciones de los años 30 y 40. Parte de la culpa la tiene la propia Victoria Ocampo, "que fue poco cuidadosa con la recepción de sus textos". Para llevar a cabo la selección, Pardo ha trabajado sobre diez libros de testimonios, seis autobiográficos y otros libros repletos de experiencias y anécdotas vitales. "Mi trabajo ha consistido en realizar un montaje de todo ello, seleccionando lo mas importante y limpiándolo de repeticiones".



Las memorias de Ocampo están naturalmente salpicadas de comentarios sobre los numerosos artistas e intelectuales que conoció en su vida: Tagore, María de Maeztu, Ortega y Gasset, Virginia Woolf, Borges, Keyserling... Pero también revelan la personalidad de esta gran mecenas cultural, fundadora de Sur, una de las revistas literarias más importantes en lengua castellana. Ocampo fue también la gran reveladora de Borges, a cuya tardía madurez literaria está dedicado el último capítulo del libro. Pagó los viajes a Argentina de Rabindranath Tagore, su alojamiento y hasta su manutención. "Le vistió con saris hechos a medida por los mejores sastres de la ciudad, y Tagore los usó después durante toda su vida", cuenta Pardo. También acogió a otros artistas e intelectuales como Igor Stravinski o Albert Camus, y financió tantos proyectos culturales que gastó casi toda su fortuna antes de morir. Su casa, Villa Ocampo, es hoy un centro cultural gestionado primero por la UNESCO y después por el Fondo Nacional de las Artes de Argentina.



Ocampo fue además una intelectual feminista "a la manera de Virginia Woolf" y una firme defensora de las libertades civiles, adúltera reconocida y una de las primeras mujeres en conducir un automóvil por las calles de Buenos Aires. Fue antiperonista, republicana, antifascista, y criticó la superstición y el conservadurismo de la sociedad argentina". Además fue la única periodista iberoamericana en los juicios de Nüremberg. Su experiencia allí se recoge en este volumen en Impresiones de Nüremberg, dentro del libro Soledad Sonora.



En alguna ocasión, recuerda el antólogo del libro, Ocampo dijo que "el poder es enemigo de la literatura y de la mujer". En consonancia con esta idea, escribió "uno de los exámenes más sinceros de la pasión de los celos y del amor adúltero que ha dado la prosa confesional en español", opina Pardo, y añade que esta fue una vertiente literaria que en el ámbito hispanoparlante fue vetada por el catolicismo.



Esta mentalidad abierta y cosmopolita tiene su origen en la educación trilingüe y esmerada que recibió Ocampo, perteneciente a una familia descendiente de los fundadores de la patria argentina. "A los 12 años ya había leído en su idioma original algunas de las joyas más importantes de la literatura universal", explica el escritor. No obstante, no estudió ninguna carrera universitaria, aunque sí asistió a algunos cursos universitarios.



En España su gran valedor fue Ortega y Gasset, que fue además su primer editor. "Él estaba fascinado con ella como intelectual y por su belleza y osadía. De hecho, intentó tener algo con ella pero no salió adelante. Desde entonces, su relación se mantuvo en la admiración mutua".



El título del volumen, Darse, sintetiza en opinión del antólogo la actitud vital de Ocampo, que "se construía en los demás". Como ella misma escribió, siempre humilde a la hora de tasar el talento propio, se convirtió "con satisfacción y orgullo" en "un aparato registrador" que escuchaba y transmitía la voz de los grandes genios de su época.



@FDQuijano