Mario Vargas Llosa. Foto: Alfaguara

El escritor peruano, premio Nobel de Literatura, cumple hoy 80 años en plena forma, con nuevos bríos en su vida amorosa y una nueva novela en las librerías, Cinco esquinas. J. J. Armas Marcelo homenajea al autor de Conversación en La Catedral en El Cultural.

Es el único tótem intelectual y literario de las literaturas de lengua española: Mario Vargas Llosa. Ochenta años de lectura, literatura, política, amores: una vida llena de intensidad, cambio constante (más de treinta y cinco veces ha cambiado de residencia habitual) y viajes. Esas son sus pasiones principales la literatura y la política. Las dos las unió, en su juventud, la lectura de Sartre. Las dos fueron guías de su libertad y de la libertad en general. De Sartre a la libertad, media un nombre de los más grandes: Albert Camus, el escritor de hoy y de siempre.



La literatura es para el tótem la pasión de la respiración cotidiana: no hay respiración, ni vida, sin la escritura literaria, "solitaria" cerebral que exige una entre total, exclusiva y excluyente; por la rebeldía pasional del adolescente llega el tótem Vargas Llosa a la literatura como vocación pasional, a la búsqueda de una libertad personal. En los años adolescentes y universitarios el bicho de la política lo lleva a participar de la pasión que se esconde en ese universo y termina, en la madurez, presentándose a las elecciones presidenciales de su país natal: Perú. ¿Por qué? Porque la pasión de la literatura y la política se han fundido en una pasión mucho más fuerte que la "solitaria" y el bicho: la pasión por la libertad. La libertad para el tótem Vargas Llosa es un afecto total. Su lealtad a la libertad es absoluta. Se puede discrepar de su concepto (y del desarrollo de ese mismo concepto), pero no se puede discutir sobre su lealtad a la pasión de la libertad. Primero, individual, segundo, la libertad colectiva. Como parte esencial del sistema de vida.



Una noche, encerrado con la Mamá Grande (Carmen Balcells), en una de sus conversaciones secretas, Vargas Llosa le confesaba a su agente (y mujer muy importante en su vida) que sin la pasión no se iba a ninguna parte. "¡La pasión, comadre, la pasión! Eso es lo más grande que hay en la vida". La Mamá Grande me lo contó a mí, pero no me aclaró nunca a que pasión de las pasiones de Mario se refería. Sospecho que hablaban de la pasión amorosa. Se diría que Vargas Llosa no ha tenido tiempo, entre la pasión de la "solitaria" y el bicho picante de la política, más la encendida y constante defensa de la pasión de la libertad, para el amor, para la seducción amorosa, para la pasión por las mujeres. La vida de cualquier persona tiene al menos tres aristas: la pública, la privada y la secreta. Y, seguramente y en muchos casos, una cuarta: la arista de la contradicción. Vargas Llosa ha vivido sus amores privados (y hasta secretos) con estruendo familiar y social. El tótem lo es también por sus reconocidos amores, amoríos y los que se le suponen y adjudican. Una vida rica para ser contada una vez más.



La vida de Vargas Llosa tiene un elemento en el que casi nadie repara: la impaciencia. El tótem teme convertirse en estatua de sal (o de bronce), transformarse en un anciano a quien nadie haga caso. La impaciencia es un componente que marca su vida: la impaciencia y la pasión del trabajo reglamentado. "Es el único escritor que trabaja como un obrero y vive como un burgués", dijo alguna vez, hace tiempo, Carlos Barral. La impaciencia de Vargas Llosa es una pasión "de ahora y siempre": ahora es ahora, al instante, y siempre es siempre ahora, el instante. El resto es tiempo pasado, marcial tiempo pasado en el recuerdo y en la escritura de sus novelas, ensayos, artículos, viajes, amores.



Ahí está el hombre: ochenta años trabajando sin parar, ahondando en la palabra (y el orden de las palabras, huella de Flaubert, le mot just), contando historias con un fondo moral (huella de Hugo y Balzac), defendiendo la libertad, hablando y escribiendo sin parar, interviniendo en política con sus críticas feroces y su continua palabra periodística. El hombre amando pasionalmente la vida, la libertad, la política, las mujeres, los viajes, la escritura y la lectura. En fin, el hombre hoy, cargando con sus pasiones, las mismas que lo han hecho uno de los escritores más importantes del mundo en estos tiempos tan convulsos como contradictorios.