La editorial bilbaína fue una de las primeras en apostar por el formato que ha ensanchado las fronteras del cómic y se ha volcado con los autores nacionales

La novela gráfica es el género que ha ensanchado las fronteras del cómic en España. "Cuando abrí mi librería, la novia de un amigo se quedaba en la puerta porque era la única chica y los clientes se giraban para mirarla". De esto hace dos décadas y el que habla es Fernando Tarancón, que además de librero es el fundador de Astiberri. La editorial bilbaína cumple ahora 15 años y el panorama, en gran medida gracias a ella, ha cambiado por completo. "Astiberri no es la única editorial responsable de la llegada de la novela gráfica a España, pero sí la que más ha contribuido al nacimiento de una novela gráfica autóctona española", señala Paco Roca, el autor que marcó el comienzo del boom con su obra más célebre, Arrugas, Premio Nacional de Cómic en 2008.



Al poco de empezar, Astiberri contaba en su catálogo con una decena de autores españoles, que no representaban ni el 20% del total. En 2012 llegaron a ser el 50% y ahora la proporción se ha invertido: de los 52 títulos publicados en 2015, 30 son de autores nacionales, entre ellos La casa, de Roca; El mundo a tus pies, de Nadar; La balada del norte, de Alfonso Zapico; María cumple 20 años, de Miguel Gallardo; Gazpacho agridulce, de Quan Zhou; Necrópolis, de Marcos Prior; Tante Wussi, de Katrin Bacher y Tyto Alba; La araña del olvido, de Enrique Bonet; o Yuna, de Santiago García y Juaco Vizuete.



Además, la editorial ha trabajado por la internacionalización de la novela gráfica española, consiguiendo más de 90 ventas de derechos a una decena de países. "La editorial americana Fantagraphics, que era nuestro principal referente, va a publicar en Estados Unidos Arrugas, Las meninas y Panorama", anuncia Laureano Domínguez, editor de Astiberri con décadas de experiencia y que antes militó en otros dos sellos importantes: Norma Editorial y Ediciones B. El tercero de los títulos que cita, Panorama, es una antología de la novela gráfica española actual, coordinada por Santiago García, que incluye historietas inéditas de una treintena de autores entre los que figuran Roca, Zapico, Prior, Vizuete, Paco Alcázar, Carlos de Diego, Ramón Boldú, Max, Clara-Tanit y Mireia Pérez, entre otros. Además, García escribió en 2010 escribió el ensayo La novela gráfica, que analiza la historia del cómic desde sus orígenes hasta hoy, y también es uno de los guionistas más veteranos del cómic español, coautor de Las meninas, Premio Nacional en 2015.



Cuando hace nueve años el editor de Astiberri le dijo que iban a publicar Arrugas, "una historia de viejos con Alzheimer" de un autor prácticamente desconocido como lo era Roca en ese momento, García se mostró escéptico, y sin embargo el éxito de la obra superó ampliamente las expectativas de todos. No obstante, la cosa empezó poco a poco: el autor y los editores recuerdan que el día de la presentación en la librería La Central del Museo Reina Sofía de Madrid no fue casi nadie, y poco después el cómic acabó teniendo adaptación al cine y dos premios Goya.



Viñeta de Arrugas, de Paco Roca.

Pero volvamos atrás. Años 80: el cómic vive un esplendor excepcional. "Fue una década espejismo", dice el coautor de Las meninas, Javier Olivares. El ayuntamiento madrileño de Tierno Galván subvencionaba la polémica revista de historietas Madriz. "Éramos cuatro locos y nos dejaban hacer lo que quisiéramos. Cuando aquello acabó, me di de bruces con la realidad: no había una industria donde encajara el cómic alternativo que hacíamos nosotros. Los 90 se convirtieron en un erial", recuerda el dibujante. Las revistas de historietas se hundieron y no había una industria editorial fuerte especializada en cómic. Muchos autores se pusieron a trabajar para Estados Unidos o para Francia. Otros se pasaron a la ilustración.



"Ya está, el cómic español ha muerto. Tendremos que leer comic books de superhéroes de la Marvel y de DC, mangas japoneses y algún álbum francés", pensaron lectores y autores como García. Pero un grupo de resistentes siguió haciendo fanzines y cómics autoeditados. Afortunadamente, en la década de los 2000 la novela gráfica vino a salvar al cómic español. "Hoy no se puede decir que hayamos llegado a nuestro destino, ha habido un avance muy significativo", considera Tarancón.



Cuando empezó la editorial, en 2001, lo normal era publicar en formato comic book (al estilo americano, en cuadernillos con grapas y con unas 24 páginas) o álbum (al estilo francés: tapa dura, mayor tamaño, como Tintin y Astérix, entre 48 y 80 páginas). La novela gráfica, en cambio, conlleva una libertad mucho mayor en formato y número de páginas. Además, da prioridad a las historias autoconclusivas en un solo volumen, frente a las series, y se salta las convenciones argumentales del género para narrar historias de todo tipo, entre las que han cobrado fuerza las de corte autobiográfico. Por eso ha calado en todo tipo de lectores, razón última de su éxito. Como dice Roca, "ya no hace falta haberse leído Watchmen o Corto Maltés para entrar en el universo del cómic".



Viñeta de Blankets, de Craig Thompson.

Antes de volcarse con los autores españoles, Astiberri se tiró a la piscina de la novela gráfica en 2004 con Blankets (2004), de Craig Thompson, un tocho de 600 páginas que costaba 35 euros, y tuvieron una lenta pero buena respuesta de los lectores y de los medios. Aquello fue un punto de inflexión, afianzado por otros títulos como Pyongyang, de Guy Delisle, o Píldoras azules, de Frederik Peeters. Gracias al éxito de estos títulos, la editorial decidió centrarse en la novela gráfica, mientras que sus competidoras seguían publicando más títulos en formato álbum.



Luego llegó el éxito de Paco Roca y de otros autores españoles como Miguel Gallardo (María y yo), David Rubín (El héroe), Alfonso Zapico (Dublinés, Premio Nacional de Cómic en 2012) o Álvaro Ortiz, autor de Rituales, Cenizas y Memorabilia, nominada en el próximo festival de Angoulême, meca del cómic europeo.



Esta década prodigiosa de la novela gráfica española ha sido posible gracias a la constancia de los autores que resistieron durante los años anteriores, opina Tarancón. Ellos "mantuvieron con vida el cuerpo medio muerto del cómic español durante los noventa", como dice Olivares, y siguieron creyendo en su futuro.



Viñeta de Las meninas, de Javier Olivares y Santiago García.

Por otra parte, gracias a la calidad y la diversidad de las obras que tenemos hoy, los cómics han saltado "del suplemento juvenil a las páginas de cultura", señala el fundador de Astiberri. La atención de la prensa ha sido una pieza fundamental en este engranaje que se retroalimenta. "Antes los medios generalistas jamás hablaban de cómic, y ahora lo hacen todas las semanas", señala otra de las editoras de Astiberri, Héloïse Guerrier. "También ha sido muy importante el reconocimiento institucional, sobre todo con el Premio Nacional del Cómic", reconoce Tarancón. Y, por último, una pieza clave han sido las librerías. Las generalistas han aceptado el cómic, sobre todo influidas por la FNAC, que fue de las primeras cadenas en concederle gran importancia a la novela gráfica, y las librerías especializadas han sabido reconvertirse y abrirse a todos los públicos. "Ya no son como La mazmorra del androide de Los Simpson", bromea el fundador de la editorial.



García señala otro factor decisivo: en la década de los 2000 se extendió la piratería. Todo el mundo podía descargarse música y películas gratis, de modo que ya nadie regalaba discos ni DVDs. Y así ocupó su lugar la novela gráfica: "un libro y un objeto atractivo y bien hecho".



Tarancón es prudente pero optimista con respecto a esta nueva época dorada del cómic en nuestro país. Aunque las ventas no sean equiparables a las de otros productos culturales, recuerda que solo hay tres industrias fuertes en el mundo del cómic: la estadounidense, la francobelga y la japonesa, y la novela gráfica no forma parte de su línea principal de negocio, sino de un "un camino autoral" paralelo. En esos países, recuerda Santiago, "el tipo de cómic alternativo que hacemos nosotros no vende más que aquí". En este sentido, los editores y autores auguran que la novela gráfica seguirá siendo consumida por un público minoritario, pero cada vez más global. Y en medio de ese panorama, España es, y seguirá siendo si continúa avanzando como hasta ahora, una de las principales potencias del mundo.



@FDquijano