Detalle de la portada de La araña del olvido, de Enrique Bonet.

Aquí puede leer y descargar las primeras páginas de La araña del olvido.

Dentro de poco se buscarán por tercera vez los restos de Federico García Lorca, tras los intentos infructuosos de 2009 y 2014. El esclarecimiento del asesinato del poeta y la ubicación de su cuerpo ha mantenido ocupados a los investigadores durante décadas, pero el primero que se atrevió a meter las narices en el asunto, y en pleno franquismo, fue Agustín Penón en 1955. Habían pasado casi veinte años de aquella terrible madrugada de agosto del 36, y este escritor estadounidense de padres españoles exiliados hizo el camino inverso para investigar el caso. La crónica de sus pesquisas, contada años atrás en algunos libros y documentales, vuelve ahora en forma de cómic con el título de La araña del olvido, de Enrique Bonet (Málaga, 1966), editado por Astiberri.



La historia de Penón, que se enamoró de la poesía de Lorca cuando aún vivía en Barcelona con sus padres, es bien conocida por los estudiosos lorquianos, pero no demasiado por el gran público. Escribió 1.300 páginas de notas sobre su investigación, que llevó a cabo en Madrid, Granada y Víznar entre 1955 y 1956, pero nunca las publicó, y eso que tuvo ofertas de importantes editoriales americanas. Vigilado de cerca por la policía española, lidió con el hermetismo de una ciudad asustada y finalmente abandonó el país, vencido por el miedo. Ya en Nueva York, le asaltaron numerosas dudas sobre los hallazgos de su investigación. Cuestión de honestidad o quizá de una grave depresión.



Penón era un tipo sensible y apocado, pero reunió el coraje necesario para entrevistarse con algunos individuos relacionados con el caso: los hermanos Rosales, que acogieron a Federico en su casa para protegerlo pero según algunos testimonios no hicieron todo lo posible por salvarlo; Ramón Ruiz Alonso, un supuesto oportunista con afán de medrar en la Falange que lo detuvo y lo llevó a los calabozos del Gobierno Civil; Josep Jover, otro falangista que aseguró ser el custodio del prisionero en las colonias de Víznar; varios amigos del poeta, entre los que se encontraba Emilia Llanos; y otros muchos testigos y familiares de Lorca. "Penón no fue un hombre muy valiente, pero sí decidido. Se dejó su fortuna y su salud en la investigación", cuenta Bonet a El Cultural. Las autoridades del régimen lo tenían vigilado, pero sorprende que no fueran abiertamente hostiles con él. "Hay que tener en cuenta que él llegó en 1955, cuando España estaba en conversaciones con Estados Unidos para cederle bases militares a cambio de entrar en la ONU y recibir ayuda económica". Por eso, quizá, dieron manga ancha al investigador aunque resultase incómodo. Algunos granadinos incluso pensaron que se trataba de un agente de la CIA.



Viñetas de La araña del olvido, de Enrique Bonet.

Tras los pasos de Penón: Gibson y Osorio

Lejos ya de España, primero en Estados Unidos y luego en Costa Rica, Penón conservó todos sus papeles en una maleta durante años, incluyendo una copia de la partida de defunción de Federico García Lorca que encontró en el registro de los juzgados de Granada. Finalmente, envió todo el material a su amigo el dramaturgo, profesor y director teatral William Layton, que vivía en Madrid. Una amiga de ambos, la actriz Marta Osorio, fue la destinataria final de la maleta y en el año 2000 acabó el trabajo de Penón: escribió una crónica de su investigación de la manera más fiel que pudo a la voz original de su autor, con el título Miedo, olvido y fantasía (editorial Comares), que tuvo una reedición en 2009. Gracias a este libro Bonet conoció la historia de Penón y sintió la necesidad de ponerla en viñetas. "Tenía ganas de hacer un cómic sobre mi ciudad, Granada, pero no me había planteado que estuviera relacionado con Lorca".



También en 2009, el programa de TVE Documentos TV emitió el documental La maleta de Penón, que otorgó mayor notoriedad a la historia. Mucho antes, el célebre hispanista Ian Gibson tuvo acceso a los documentos de Penón, tomó algunos de sus hallazgos para su propia investigación y publicó en 1990 un libro que recogía algunos de ellos, titulado Agustín Penón: diario de una búsqueda lorquiana (1955-1956).



Para reconstruir la investigación de Penón, Bonet se ha servido de todas estas fuentes y, cuando estaba acabando el álbum, de un segundo libro de Osorio publicado en agosto de este año, El enigma de una muerte (editorial Comares). En él recoge la correspondencia inédita entre Penón y Emilia Llanos, amiga íntima de Lorca que, gracias a la investigación del estadounidense, recuperó la ilusión que había sepultado durante años en un arcón junto con las fotografías y manuscritos que conservaba del poeta. En sus cartas, ya separados por miles de kilómetros, Llanos comunicó a Penón que, según algunos rumores, "nada desdeñables porque era muy amiga de la familia y también de personas bien posicionadas en el régimen", las autoridades franquistas podrían haber acordado con la familia de Lorca trasladar sus restos a Madrid en secreto.



Hace unos meses apareció un documento redactado por la Jefatura Superior de Policía de Granada en 1965 que reconocía la ejecución de Lorca. Esto pareció confirmar que se trató de un crimen político, que es la interpretación más extendida. No obstante, el investigador Miguel Caballero sostiene en su libro Las trece últimas horas en la vida de García Lorca que su asesinato tuvo que ver en realidad con una venganza de la familia Roldán, enemiga de los Lorca. Caballero, contrario a algunas teorías de Gibson y continuador de la investigación de Emilio Molina Fajardo, también es miembro del equipo que buscó el cuerpo de Lorca en 2014 y que está a la espera de los últimos permisos para continuar excavando en el Peñón Colorado, en Alfacar (Granada). Por su parte, Bonet ha llegado a la misma conclusión que Penón, al que ha pasado cinco años estudiando y dos dibujando: "Todo el mundo tiene una explicación y ninguna es fiable. Hubo muchas razones para la muerte de Lorca, fue un cúmulo de circunstancias. Aunque, según algunas teorías, parece cierto que fue ejecutado por orden de Queipo de Llano, pero yo en el cómic soy fiel a la investigación de Penón y la dejo donde él la dejó. Como en tantas muertes absurdas, creo que nunca llegaremos a saber toda la verdad".



@FDQuijano

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