Detalle de la portada de Lo que me está pasando, de Miguel Brieva.

Todo es normal en tu vida: paro prolongado, trabajos precarios, futuro incierto. Tus amigos están igual que tú, a tu padre lo acaban de echar del trabajo después de 30 años dedicado a la empresa y una oscura corporación va a convertir el parque de tu barrio de toda la vida en un parking. Nada excepcional en estos tiempos. Hasta que un día la jabonera empieza a discutir de política con el retrete mientras te lavas los dientes.



Así empieza el periplo alucinatorio de Víctor, el protagonista de Lo que me está pasando. Diarios y delirios de un joven emperdedor. Con este elocuente título acaba de salir a la calle la primera novela gráfica de Miguel Brieva (Sevilla, 1974), a quien conocemos por sus ácidas viñetas contra el capitalismo y el imperio de la publicidad en álbumes como Dinero, Bienvenido al mundo o Memorias de la Tierra. En este nuevo trabajo, Brieva dosifica su habitual carga ideológica a lo largo de una trama que abunda en asuntos tan candentes como el paro juvenil y el paro sénior, los despidos improcedentes, la crisis energética y ecológica y la especulación inmobiliaria. "Hasta ahora me salía más natural expresarme mediante el humor gráfico, que es menos narrativo y más de puñetazo directo", explica el dibujante, que llevaba algún tiempo trabajando un par de guiones de posibles historias largas hasta que el proyecto se concretó a raíz de una propuesta de la editora de Reservoir Books, Mónica Carmona.







La mirada de Miguel Brieva sobre lo que nos está pasando es la de un pesimista lúcido que anuncia un apocalipsis a cámara lenta. "A diferencia del estereotipo que nos vende el entretenimiento actual, el auténtico apocalipsis no va a pasar en un minuto, en una hora o en un día, sino a lo largo de un siglo. Por eso no nos damos cuenta de que ya está sucediendo". Brieva mira al futuro con los mismos ojos que el filósofo marxista Antonio Gramsci: el análisis racional de la historia de la humanidad desemboca forzosamente en el pesimismo. "Pero al mismo tiempo está la empatía, la imaginación y la emoción, y eso solo puede llevarte a la esperanza. No entiendo a los que asumen una postura vital cínica y nihilista. ¿Para qué siguen vivos?", se pregunta el autor.



Delirios sensatos

Para Brieva, las alucinaciones del protagonista son mucho más que un fantástico elemento narrativo: "Frente al pensamiento lineal y desprovisto de empatía de esta sociedad obsesionada con el crecimiento y el dinero, he querido contraponer la imaginación y lo emocional como válvula de escape, como una manera de mantenerse a flote en un mundo desquiciado". En efecto, para Miguel Brieva es el mundo el que está loco, no Víctor. Sus desvaríos le permiten acceder a verdades eternas que ya solo las plantas conocen.



En la sala de espera de la psicóloga, el protagonista de Lo que me está pasando mantiene una reveladora conversación con un ficus, que le advierte del "mito de la individualidad". "Desde que el mundo es mundo todo ha estado siempre unido, entrelazado. Interdependiente lo uno de lo otro... ¡¿O qué os habéis creído?! Esta sobredimensión actual de la psique, los problemas personales y la subjetividad del sujeto es una anomalía biológica, un contrasentido empleado para mantener desorientado al personal...", le espeta el vegetal al perplejo humano.



"La apoteosis de esta fantasía de la individualidad es la figura del emprendedor, con la que a Mariano Rajoy se le erizan los pelos de gusto. Frente a eso está el emperdedor, que somos un poco todos. Hay mucha gente que emprende desde su condición de autónomo o pequeño comerciante, a la que las instituciones y las grandes corporaciones quieren destruir", denuncia Brieva. Ante eso, él propone: "Olvídate de tu yo coyuntural y social, de esa cosa construida con los mensajes de los medios y los mitos falsos de la actualidad y júntate con los demás para entender lo que está pasando porque sólo de esta manera puedes aspirar a una solución real de tus problemas".



Miguel Brieva

Decrecentismo

El ecologismo es un elemento fundamental en la obra de Brieva, aunque reconoce que su mensaje no termina de calar en la sociedad. "Para cambiar el mundo hay que empezar a hacer renuncias, pero la publicidad te dice lo contrario: ¡no renuncies a nada, tienes que tenerlo todo! Lo tenemos taladrado en el cerebro". Según el autor, muy comprometido con Ecologistas en Acción, parte de la culpa la tiene el propio ecologismo, que a menudo ha trivializado su mensaje "con este rollo ingenuo de la madre naturaleza". "Si nos limitamos a lo que dice la ciencia, este modelo de vida es imposible y no hay energía para mantenerlo más de dos o tres décadas. Esto supondrá un colapso, queramos o no". Nos toca elegir, asegura, entre ponernos una venda y que la situación explote en nuestras narices o afrontrarlo conscientemente renunciando a lo innecesario y conservando lo importante: "los servicios sanitarios, la educación, el transporte colectivo, los ecosistemas...".



El dibujante sabe que cambiar nuestro modo de vida es complicado: "Cambiar de juego después de mil años es difícil, yo comparo la inercia de la humanidad con una persona que deseara aprender con todas sus fuerzas pero la condenaran a asistir todos los días al primer día de clase del colegio".







Técnica y sacrificios

En el trabajo de Brieva encontramos trazas del surrealismo de Moebius, de Robert Crumb, de Max o de El Roto. El autor reconoce la influencia de todos ellos, pero las más importantes no proceden de otros dibujantes, sino de creadores y activistas como el poeta Jorge Riechmann, el escritor Santiago Alba Rico o el fundador de Ecologistas en Acción, Ramón Fernández Durán. "Son personas que me han abierto los ojos", asegura.



En cuanto al modus operandi del dibujante sevillano: "Me gusta la improvisación, que la historia se vaya construyendo de manera orgánica", dice Brieva. Aunque parte de una idea inicial, el texto se va moldeando al ritmo de los dibujos. "A veces doy un giro narrativo por puro azar, porque un trazo me ha salido de una determinada manera". La técnica que emplea combina lo tradicional con lo digital: dibuja a lápiz, entinta con pincel y escanea los dibujos para darle color, sombra, formato y maquetación con el ordenador. "Antes de tener un hijo dibujaba todo el día, porque me encanta y lo afronto como un juego. Ahora combino mi labor de dibujante con la de amo de casa", explica. Para poder embarcarse en una aventura como Lo que me está pasando, Brieva tiene que hacer "curros de manutención" -encargos, portadas de novelas, carteles para festivales...-, que siempre le suponen retos interesantes. Ya está deseando ponerse con su segunda novela gráfica, pero primero debe hacer números: "Para meterme en otro proyecto así tengo que saber primero si voy a poder subsistir todo ese tiempo. Admiro a mis compañeros que sólo hacen cómics, ya que hacen un gran esfuerzo y muchos sacrificios".