Miguel Brieva.

No cesa el desfile de corruptos en las portadas de los periódicos, mientras la cúpula política ensaya sonrisas tranquilizadoras frente al espejo. Unas sonrisas que, en una viñeta, Miguel Brieva (Sevilla, 1974) capta mejor que nadie. Unas muecas que, al estilo de la publicidad de los años 50, reflejan en el trabajo del autor de Memorias de la Tierra las contradicciones y las consecuencias sociales y ecológicas del capitalismo más voraz. El dibujante acaba de regresar de Estados Unidos, donde ha impartido un taller de narrativa y artes gráficas en el Carleton College de Northfield, Minnesota, y ha impartido una serie de charlas en la Universidad de Nebraska, con el apoyo del Programa para la Internacionalización de la Cultura Española (PICE) de Acción Cultural Española (AC/E). Tras haber destilado su ácida visión del mundo que nos rodea en álbumes como la Enciclopedia Universal Clismón, Dinero y El otro mundo, su primera historia larga verá la luz en febrero de la mano de Reservoir Books.



- ¿En qué ha consistido el taller en Carleton College?

- Palmar Álvarez, una profesora de cultura española de esa universidad, apuesta por cruzar las disciplinas que en la ortodoxia del mundo académico tienden a compartimentarse. Así, invita a gente que cultiva campos creativos diversos a trabajar con sus alumnos, haciéndoles ver otros contenidos o enfoques en la manera de pensar las cosas. En mi caso he dado un taller de una semana, en el que invitaba a los estudiantes al ejercicio de imaginar el mundo desde fuera de sí mismos, para que luego lo plasmasen en una obra escrita, o bien mediante imágenes, o con la combinación de ambas cosas. Salirse de uno mismo es uno de los requisitos fundamentales de todo pensamiento, de la conducta moral y de buena parte de la creación de relatos. Parecía por tanto un buen punto de partida desde el que jugar con nuestro potencial creativo.



- También ha dado conferencias en la Universidad de Nebraska.

- Allí he dado varias charlas en torno al tema del humor como herramienta de conocimiento, y a la potencia de la imaginación como resorte fundamental para propiciar el cambio social.



- ¿Qué otros proyectos tiene entre manos? ¿Va a publicar algo nuevo próximamente?

- Acabo de terminar la primera historia larga que hago en cómic, el libro saldrá en febrero. El proyecto nace de la propuesta que me hizo Mónica, la editora de Reservoir Books, de dibujar algo que abordase de manera más directa el momento actual. Se trata del diario de un joven emperdedor. En el paro desde hace tiempo, y al borde de una depresión, el personaje empieza a sufrir unas alucinaciones peculiares, que si bien le van haciendo cada vez más confusa la frontera entre la realidad y lo que imagina, también le ayudan, en cierto modo, a entender con mayor precisión esa misma realidad de la que huye.



Detalle de la portada de Dinero, de Miguel Brieva.

- Las tarjetas negras de Bankia, la Operación Púnica, el caso Pujol, la gestión de la crisis del Ébola... Su trabajo no va tan ligado a la actualidad concreta, sino a los problemas de fondo del sistema político, pero cuando sale todo esto a la luz pública, ¿cómo reacciona? ¿Le enciende la chispa creativa?

- Más bien la chispa de la implicación política. La mafia, como ya vaticinó Guy Debrod hace casi 50 años, es el patrón de todo gobierno o empresa en el tardocapitalismo espectacular. El aluvión de informaciones de estos últimos tiempos no hace sino confirmar lo que ha venido siendo el funcionamiento ordinario de estas instituciones desde hace décadas. Es por tanto algo que no me sorprende. Sin embargo, el conocer los detalles y pormenores de toda esta infamia normalizada e hipócrita sí hace, a un nivel más emocional, que te hierva la sangre.



- ¿Cómo ve el panorama actual del cómic español en general?

- Creo que es muy buen momento, hay mucha gente joven haciendo cosas muy interesantes, y hay un público renovado al que le gusta este medio que, hace apenas 15 años, parecía tocado de muerte por el auge de lo audiovisual. En cualquier caso, y dejando la calidad de las obras a un lado, sigue siendo un milagro sobrevivir en este país haciendo sólo cómics, algo que era relativamente habitual en los 70 y 80, o en Francia actualmente, donde hay una industria muy importante.







- ¿Y el humor gráfico en particular? Parece que está en auge. ¿Lo relacionas con el aumento de la indignación, es una vía de escape natural para el ciudadano?

- Sí, una especie de ajuste de cuentas simbólico con lo que nos rodea. Para mi ésta siempre ha sido una de las motivaciones principales al hacer mi trabajo: exorcizar la realidad a base de desmantelarla, de parodiarla, de mostrarla en toda su desnudez. En todo caso, el término que usas (vía de escape) también debería advertirnos del riesgo de usar el humor (o el arte) como mera herramienta sedativa, para afrontar más ligeramente el temporal. Tengo la impresión de que lo que se necesita ahora no es pasarlo más amenamente en cubierta mientras arrean las embestidas, sino enderezar el rumbo, tomar directamente el timón. Ello implica un reto mayor para el humorista o el creador. No se trata ya de mostrar el descalabro del mundo, que a estas alturas empieza a ser algo redundante y cansino, sino de perfilar otro mundo nuevo, y lo que es más importante, posible.



- ¿Qué opina de la polémica por la censura de El Jueves -donde solía colaborar- de la portada sobre la abdicación del rey y que desembocó en una estampida de colaboradores que fundaron Orgullo y Satisfacción?

- Mientras El Jueves se mantuvo siendo una cooperativa de dibujantes, la cosa marchó razonablemente bien. En el momento en el que RBA se hizo con el invento, la lógica siniestra de gran empresa empezó a operar en la revista, muchas veces en contra de lo deseado por dibujantes y el personal de la administración. El episodio concreto que provocó la censura sólo lo conozco de oídas, pero el hecho de que muchos de sus mejores colaboradores se hayan marchado, jugándose buena parte de su jornal, obedece a este choque de visiones de lo que debería ser una revista como El Jueves. La consecuencia feliz de todo ello es Orgullo y Satisfacción, una iniciativa que recupera lo mejor de aquel espíritu inicial de El Jueves, de la que espero prospere en su propuesta novedosa como medio digital. Ojalá sea así.