Letras

El exilio interior. La vida de María Moliner

Inmaculada de la fuente

3 junio, 2011 02:00

Turner. 364 pp., 22 euros


Todos conocemos el nombre de María Moliner unido al del magnífico Diccionario de uso del español, labor gigante de una casi solitaria mujer, que Gredos editó en dos tomos en 1966 y 1967. Pocos saben qué historia sencilla, ejemplar y dura, se oculta tras María Moliner, bibliotecaria de profesión (no filóloga) y a la que los académicos de la Española rechazaron en 1972 -hubiera sido la primera académica- cuando la propuso un trío que encabezaba el muy sabio Rafael Lapesa.

María Juana Moliner Ruiz nació en Paniza (Zaragoza) el 31 de marzo de 1900. Vivió en Madrid, en Zaragoza, mucho tiempo en Valencia -durante la guerra y la postguerra- y de nuevo en Madrid, pasando muchos veranos en el pueblo natal de su marido, La Pobla de Mont-roig en Tarragona. La primera historia que nos sorprende en la vida más interior que exterior de María Moliner es la temprana ausencia del padre, médico. Ella sostuvo siempre que su padre murió cuando era pequeña, pero la verdad es que, hacia 1913, Enrique Moliner se marchó a Argentina, y nunca regresó.

Como sus dos hermanos, María estudió en la Institución Libre de Enseñanza de Madrid, lo que le unió para siempre a un sentido liberal de la vida y la cultura, progresista también, aunque sin compromisos políticos específicos. Admiró siempre a Manuel B. Cossío, el fundador de la Institución, para ella más que un maestro. Pasó tiempos difíciles, en su juventud y en la posguerra. Estudió el bachillerato por libre y luego fue del Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios, siendo su primer destino Simancas en 1922. Se casó en Sagunto, en 1925, con Fernando Ramón y Ferrando, profesor y luego catedrático de Física. Durante la II República ambos se sintieron plenamente identificados con el proyecto cultural repúblicano, y tuvieron puestos notables, María en temas (que amaba) relacionados con la formación de nuevas bibliotecas y el cuidado y la distribución popular de los libros. Eso y las buenas relaciones con el filólogo Tomás Navarro Tomás, les costaron muy caras. Ambos fueron depurados bajo el primer franquismo y así María Moliner y su marido vivieron una terrible marcha atrás que la autora de la biografía titula "Se hizo de noche". Pero en esa noche para tantos, la bibliotecaria Moliner empezó a soñar, a partir del Learner's Dictionary que le regaló su hijo, un diccionario distinto al de la RAE, menos "académico". Así, en soledad, a fines de los años cuarenta la represaliada Moliner empezó en fichas y en la mesa del comedor de su casa a forjar ese gran diccionario que le llevó quince años de labor en solitario, salvo en los últimos tiempos en que tuvo algunas colaboradoras.

Ya en 1955 la editorial Gredos de entonces, por consejo de Dámaso Alonso, que siempre la admiró, contrató ese diccionario magno aún no terminado. El Diccionario del Uso del Español fue todo un acontecimiento. Lo sigue siendo. Pese a que la autora no llegara a ver (murió en enero de 1981) la segunda edición, que sólo salió aumentada en 1998, pero según algunos con criterios que modificaban el diseño de la autora. Como sea, "el María Moliner" es ya un clásico, que abrió las puertas al Diccionario de Manuel Seco. Pero la desdichada y feliz Moliner trabajó sola. Su sencilla biografía es un ejemplo de lo mejor y de lo peor en la reciente historia de España. Un libro-ejemplo.