El auge de los dogmatismos justifica la reivindicación del concepto de libertad elaborado por Stuart Mill, que no sólo teorizó sobre el inconformismo sino que lo incorporó a su vida privada. La libertad no es un principio absoluto, sino un derecho que responde a la búsqueda de la felicidad. Es legítimo reprimir los comportamientos que atentan contra la paz social, pero no es necesario menoscabar los derechos de las minorías. La soberanía del individuo sólo está limitada por el bienestar general. Los cambios nunca surgen de la mayoría. La tentación del gregarismo no ha desaparecido del mundo contemporáneo, que en muchas ocasiones prefiere abdicar de su libertad para preservar su seguridad.