Image: Aventuras en el planeta Libro

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Letras

Aventuras en el planeta Libro

Vázquez Montalbán y Espido Freire

7 junio, 2000 02:00

Según Vázquez Montalbán, "los nacionalistas suelen ser unidimensionales y tan tenaces que me provocan la irresistible tentación de hacer todo lo posible para que consigan la independencia cuanto antes"

"No se debe no se sabe no se puede no se vuelve". Estos versos de Manuel Vázquez Montalbán resumen quizás una de las trayectorias literarias más fecundas y exitosas de los últimos tiempos. Poeta novísimo, ensayista, narrador, acaba de publicar El hombre de mi vida (Planeta), penúltima entrega de la serie protagonizada por Carvalho; también un Cancionero general del franquismo (Crítica), mientras Grijalbo presenta la Biblioteca Vázquez Montalbán. Por su parte, Espido Freire, último premio Planeta por Melocotones helados, acaba de empezar. Y de eso conversan aquí, "Cara a cara". De sus territorios íntimos. Del trabajo y el compromiso. De los premios (también él ganó el Planeta, en 1979, con Los mares del Sur). Del nacionalismo y la necesidad de crear.

Con una obra tan extensa como exitosa, puede decirse que la carrera literaria de Manuel Vázquez Montalbán está más que consolidada. La de Espido Freire acaba de arrancar. ¿Cuáles son, en estos momentos, sus sensaciones? ¿El mundo literario es como creía cuando empezó? ¿qué le ha decepcionado y qué le ha sorprendido más? ¿Y la gente que lo rodea? ¿Qué ha ganado y qué ha perdido en este tiempo?

-Manuel Vázquez Montalbán: La sensación dominante es que todavía me debo obras fundamentales y que ya me las debo contra el tiempo que consta en mi reloj genético. No me ha decepcionado nada ni me ha satisfecho nada del todo. El escritor actúa desde un autismo controlado y se conmueve como ciudadano o padre o hijo de familia, pero como escritor no tiene derecho a perder el control de lo que escribe, ni siquiera cuando está borracho o drogado o loco. La literatura se basa en el control artificioso de la deconstrucción o la construcción de la realidad mediante palabras, desde la estatua de un personaje que escribe, mas acá y más allá de su carnet de identidad.

-Espido Freire: Si en algún momento idealicé la vida de los escritores, esa sensación desapareció muy pronto. Mientras los aspirantes a escritores que me rodeaban se citaban en el bar para idear eternas obras inacabadas, y brillantes teorías literarias, yo me quedaba en casa escribiendo. No parece muy emocionante, pero he tenido mis recompensas. De ese modo, palabra a palabra, he ido sometiendo la inspiración hasta convertirla en una necesidad cotidiana. Escribo como respiro, con la misma asiduidad y la misma urgencia. Con tres novelas y un premio que exige tanta dedicación como el Planeta en menos de dos años, existe poco espacio para otra cosa que no sea el estudio y el trabajo. Esa idea, tan poco glamourosa, resulta, en cierta medida, tranquilizadora: nada asusta más que el fantasma blanco de la página inmaculada, o los momentos en los que nada acude a la mente. Imagino que si no hubiera publicado hubiera experimentado más o menos las mismas sensaciones en este espacio de tiempo: una pérdida brutal de la inocencia, de la ingenuidad que aún sobrevive tras la adolescencia, y, por otro lado, el convencimiento de que todo es posible ahora, de que por fin se ha alcanzado el momento en la vida en que los sueños pueden convertirse en realidad.

Hace unos meses Espido obtuvo el premio Planeta. Vázquez Montalbán lo logró veinte años antes. ¿De qué manera creen ustedes que el premio condiciona una carrera literaria y por qué? ¿Qué esperaba obtener y que ha logrado? ¿Cree que se ha vendido o se "vendió" demasiado pronto, o era necesario para su carrera?

-Vázquez Montalbán: Según su utilización del verbo vender, me vendí a tiempo: a los cuarenta años y creo que sin venderme porque nadie me aseguró el premio. Hasta ese momento yo había seguido una carrera literaria muy amateur, lo que no tiene ninguna ventaja con respecto a las carreras profesionales. Y, sin embargo, aún tardé diez años en poner escritor como profesión en el carnet de identidad. Y es que como periodista había entrevistado a muchos escritores y pocos no me parecieron unos cantamañanas.

-Espido Freire: La creencia de que un escritor se vende al obtener un premio es ya un tópico, y revela hasta qué punto se condena el éxito cuando le llega al autor en vida y con buena salud. Mi opción, desde un principio, ha sido la de dedicarme exclusivamente a escribir: aspiro a ser reconocida por mi trabajo, y a recibir por él el pago adecuado. Esto, que parece perfectamente legítimo con un abogado o un fontanero, parece calculador y frío en un artista... pero los escritores también comemos, pagamos un alquiler, e incluso nos apetece marcharnos de vacaciones de vez en cuando. Da la sensación de que sólo puede uno dedicarse a la literatura si acepta de antemano no vender una escoba y vivir de prestado.

Esa labor de difusión y remuneración recaería sobre las editoriales, pero en el momento actual ni siquiera publicar en una gran editorial garantiza que el escritor reciba el trato adecuado. De ahí la importancia de las agentes; una persona joven y poco práctica como yo no sobreviviría en el mundo editorial contemporáneo... y aún así no hay ninguna garantía de que lo logre. Por lo tanto, la otra opción son los premios; en el caso del Planeta, el premio lo otorga un jurado a una novela concreta: carece de importancia que su autor sea mujer, joven, famosa o sus contrarios. El Planeta goza de un calado social muy importante: es "el" premio por excelencia, y eso le añade una presión con la que me habían asustado. En realidad, no es para tanto: los viajes y las entrevistas, las colaboraciones y las conferencias se intensifican, pero ¿para qué si no me presenté al premio? Melocotones Helados va por su 11ª edición, la crítica me respetó, continúo divirtiéndome con la promoción y disfruto con mi trabajo. ¿Qué más puedo pedir?

El vértigo de las presentaciones, las entrevistas, las firmas ¿le condicionan hoy a la hora de escribir? ¿ha logrado mantener intacto, libre aún, su "territorio"? ¿dónde se refugia de todo y cómo? ¿y cuándo?, claro ¿de qué nutre su obra (lecturas, vida...)?¿qué hace un día normal, qué lee...?

-Vázquez Montalbán: He conseguido concentrar las etapas de promoción propia y ajena y desaparecer durante meses para escribir. Consulto la bandeja de entrada del mail, pero no viajo por internet, con lo que se consigue ganar mucho dinero. En mis días normales alimento a mis animales, compro en los mercados y cocino para mi familia. El resto del día y de la noche leo, escribo, veo partidos de fútbol y películas, sobre todo si me gustan las protagonistas.-Espido Freire: He escrito siempre sobre lo que me ha venido en gana, sobre obsesiones o recurrencias que debían ver la luz, y eso es lo que vertebra mi labor. Si bien no veo nada malo en escribir de encargo, no es mi caso. El público y la fama influye hasta el punto en que le dejas influir, ni una brizna más. Yo continúo viviendo en mi pueblo con mis padres, escribo exactamente igual que antes, pero en hoteles, en lugar de en mi despacho, y la vida continúa a su nuevo ritmo. Imagino que todo es cuestión de carácter; y de tener suerte con la gente cercana. Yo he sido afortunada en familia y amigos, que me miman mucho, y poseo un temperamento apacible: es difícil que el exterior me desequilibre. Cuando no estoy de viaje me levanto tarde, huyo de las obras que hay junto a mi casa, llego tarde a comer porque he estado tomando un café con una amiga, riño con mi madre porque no me alimento como es debido, leo un rato, doy un paseo o voy al cine, y ya hacia el anochecer, cuando cesa el ruido de las obras, comienzo a escribir. Es muy cómodo vivir en un pueblo: cada habitante posee una particularidad, y conoce bien su lugar, algo que inevitablemente se pierde en una ciudad.
Amante de la copla, Vázquez Montalbán acaba de publicar un "Cancionero" que es, o podría ser, la banda sonora de muchas vidas. Espido Freire estudió canto... ¿Qué ha sido la musica para usted? ¿una canción puede tener tanta o más literatura que una buena novela? ¿le influye a la hora de escribir? ¿hay una musica secreta en sus páginas? ¿son, intentan serlo, una melodía en sí mismas? ¿Cuando nota que están "desafinadas", si lo nota, rompe, vuelve a empezar? ¿qué escucha en los buenos y en los malos momentos?

-Espido Freire: Tenía buenas dotes para la música, pero me faltaba vocación; descubrieron que podía ser cantante muy a mi pesar, y no todos los recuerdos que guardo de aquella época son buenos. Por encima de todo, yo quería cursar una carrera universitaria, y no dudé en dejar la música cuado se me presentó la otra opción. Por supuesto, el estudio de las formas musicales, de la melodía, del fraseo, de la estrecha vinculación entre texto y música en la ópera barroca me han servido de mucho al escribir. Hay similitudes entre tramar un texto y una pieza musical... entre una voz y un personaje. Pero ante todo mi etapa musical me trajo disciplina, independencia y una madurez apresurada, antes de tiempo. Al fin y al cabo, era una niña rodeada constantemente de adultos. Canto de vez en cuando, soy una gran aficionada a la música, y escribo siempre que puedo con melodías de fondo, pero aquella fase tuvo su momento y ya pasó.

-Vázquez Montalbán: Siempre hay una música implícita en lo que se escribe y a veces explícita. El pianista lo escribí a las órdenes de la musicalidad de Mompou y de la cultura musical pronacionalista y emancipatoria de entreguerras. Las coplas eran la música y la poesía de mi madre y sus vecinas y en cierto sentido sobre mí actúan como un Rosebud imprescindible y acongojante. Son la razón estética de muertos que sólo yo recuerdo.

En efecto, lo primero que nota un escritor es que las páginas desafinan, tanto que parece como si las hubiera escrito el crítico que más le persigue.

Sus novelas transcurren por varios territorios, personales e íntimos unos, negros otros, de aventuras, políticos...: ¿se ha planteado dar un giro ahora o piensa volver a ese mundo personal? ¿cómo lo describiría a quién no ha tenido la suerte de callejear por su mundo? ¿y sus personajes? y sus mujeres...?

-Vázquez Montalbán: Mi mundo personal está enmascarado en mis libros de ensayo, poesía y en todas mis novelas, pero le diría que donde está más enmascarado es en mi novela más personal: El Estrangulador. También procuro enmascararlo en las respuestas cuestionario.

-Espido Freire: Con tres novelas y a mi edad no debería anclarme aún en un único estilo, en un único territorio. Por ahora me interesa explorar... la Trilogía de las Ciudades compartirá estilo y universo, pero mis otras novelas han de encontrar su propio cauce. Si tuviera que hablar de mi mundo a quien no lo conoce, diría que en el momento en que comienzo a narrar transformo la historia en una araña. Se queda quieta, nada ocurre, nada altera la paz de su rincón de telaraña. Todo hace presagiar que morirá de hambre, o de aburrimiento. Pero de pronto, cae una mosca. La araña (que también puede ser el narrador, o uno de los personajes) vence. Y ahí pretendo mantener al lector, al acecho, vigilando el vuelo de las moscas: observando a un cazador y a una presa que, sean hombres o mujeres, nunca resultan débiles.

Catalán uno, vasca la otra, parece imposible, en estos momentos, no hablar de nacionalismo con ustedes: ¿creen que es el gran problema pendiente? ¿es posible reinventar el pasado, negar la historia y qué consecuencias puede tener? ¿cómo se convive con el miedo? ¿cómo se le vence?

-Espido Freire: No soy una experta en el tema, aunque debiera serlo, porque como vasca hija de gallegos y castellanoparlante vivo de cerca un buen número de conflictos. Uno de los grandes problemas del nacionalismo es que ha tomado el mito como historia. El mito está bien para completar determinadas visiones, y para enriquecer la realidad: pero no deja de ser una visión deformada, una explicación mágica. He nacido, y posiblemente moriré, sin que los conflictos con los nacionalismos se resuelvan: pertenezco a una generación dominada por el hartazgo, la parálisis emocional y el miedo. Se huye del miedo de muchas maneras: con violencia, evasión, indiferencia... Se puede huir, pero no se escapa del todo.

-Vázquez Montalbán: Las víctimas del nacionalcatolicismo español y de las JONS somos especialmente sensibles a los nacionalismos opresores y hemos contemplado con simpatía los nacionalismos oprimidos. Cuando un nacionalismo oprimido tiende a o se propone ser un nacionalismo opresor es como si hubiera convocado el fantasma truculento del nacionalcatolicismo de Franco, Franco, Franco, Sanctus, Sanctus, Sanctus y España, España, España. Los nacionalistas suelen ser unidimensionales y tan tenaces que me provocan la irresistible tentación de hacer todo lo posible para que consigan la independencia cuanto antes.

Dicen que los intelectuales, hoy, no quieren comprometerse. Que sólo unos cuantos firman los manifiestos. Que van a lo suyo... ¿Es esa una actitud cierta? ¿Deseable? ¿Con qué se sienten ustedes comprometidos? ¿Qué les hace estallar? ¿Es lícito el silencio? O, por el contrario, ¿el escritor no tiene ya entidad moral para dar "lecciones" a nadie? ¿Cuál es, a su juicio, la temperatura ética de España?

-Espido Freire: Sería una arrogancia por mi parte considerarme una intelectual. Soy una escritora joven en plena evolución personal e intelectual. Eso convertiría en pretenciosas muchas de mis declaraciones o de mis compromisos, si los hiciera. Por otra parte, tal vez porque comparto el desengaño propio de mi generación, no creo que sea conveniente para un autor un compromiso político, aunque sí unos principios éticos inamovibles. El mayor compromiso de un autor es con sus lectores, y consiste en hacer bien su trabajo: escribir. Resultaría tremendamente enriquecedor el que todas las opiniones de los intelectuales fueran sensatas y juiciosas, pero por desgracia, la realidad se aleja bastante de la utopía. No me siento obligada a opinar y pronunciarme constantemente... si algún día creo que puedo decir algo que merezca la pena, ya habrá tiempo para ello en su momento.

-Vázquez Montalbán: España es el país del mundo con más profesores de ética por metro cuadrado, donde los libros de ética aplicada de Savater son best sellers y gracias a la democracia sigue siendo el país más tolerante de Europa. Aquí incluso los transfuguistas cultivan el más sincero maximalismo y han conseguido llegar al poder a través de la facción leninista del PP. Los chorizos de altura han logrado pagar un precio moral muy por debajo del de algunas Repúblicas Bananeras y eso en un Estado de Derecho, por lo que cabe llegar a la conclusión de que hemos conseguido un consenso ético mucho más sincero que el que enmascara la igualdad de oportunidades, por ejemplo, en Estados Unidos. A eso hay que añadir que el sex symbol auténtico de la nueva sociedad española en los años más creativos de la transición era Bibi Andersen hasta que se impuso Penélope Cruz, lo que, en mi opinión, sería un preocupante retorno a encarnar personajes de monjas que se mueren del sida tras parir a un hijo fecundado por un bisexual.