Liam Neeson encarnando a Michael Collins en la película de Neil Jordan

Liam Neeson encarnando a Michael Collins en la película de Neil Jordan

Historia

¿Quién mató a Michael Collins? 100 años del asesinato sin resolver del líder del IRA original

El revolucionario irlandés, hoy un mito, cayó en una emboscada por un balazo en la cabeza disparado por ¿De Valera, los británicos, los suyos?

20 agosto, 2022 00:32

Michael Collins sabía que firmar el Tratado anglo-irlandés, en 1920, suponía también firmar su sentencia de muerte. Lo intuía por los enemigos que tal decisión crearía dentro de su propio bando. En virtud este documento, el Imperio británico concedía, tras más de siete siglos de férreo dominio, autonomía a Irlanda. Una gracia que, eso sí, no implicaba la soberanía ya que el monarca británico de turno seguiría siendo su jefe de Estado. Y hay que precisar también que ese estatus solo regiría la parte occidental y meridional de la isla esmeralda, donde los católicos eran mayoría.

Sancionar con su rúbrica el acuerdo implicaba pues la asunción por parte de los nacionalistas irlandeses de la partición de su patria. Y, en efecto, muchos no se lo perdonaron. A Collins le tendieron una emboscada en el condado de Cork, en uno de esos caminos sinuosos y estrechos que todavía existen por allí. Acabaron con su vida el 22 de agosto 1922. Lo hicieron justo donde había empezado, solo 31 años antes. Collins era natural de ese condado, concretamente de Sam’s Cross, cerca de Clonakilty. Una circunstancia que dejó huella profunda en su identidad. No en vano, Cork había sido tradicionalmente un feudo irredento y rebelde ante las imposiciones foráneas.

Es probable que fueran los hombres de Éamon de Valera, su némesis en el movimiento nacionalista irish, quienes perpetraran el asalto (así se sugiere por ejemplo en la película dedicada a Collins por Neil Jordan). Por entonces, ambos líderes se batían en una lamentable guerra civil que enfrentaba a antiguos correligionarios. Collins y De Valera, político este nacido en Nueva York pero de origen gallego, que luego llegaría a ser primer ministro de Irlanda en diversas ocasiones, habían luchado codo con codo contra los brits en la Rebelión de Pascua de 1916, un punto de inflexión en la pelea por la independencia: la represión contra sus ideólogos y hacedores fue tan severa que una parte importante de la población local, hasta entonces más pasota, empezó a experimentar una identificación con la insurgencia soberanista.

[Hurling, el palo 'irish' en el trasero del imperio 'brit']

Pero también hay algunos historiadores que aducen que pudo ser un miembro de su partida el que le dio el tiro de gracia en la cabeza. Bien por accidente (se dice que antes habían estado bebiendo) o por traición. Alguien de su séquito podría estar conchabado con los antitratado o con los ingleses. No en vano, aunque Collins había sido el artífice del acuerdo que en principio debía poner fin a las hostilidades contra el Imperio hegemónico en el mundo entonces, no dejaba de ser una figura incómoda, que lo había atormentado durante la Guerra de Independencia encendida poco después de la intentona separatista de Pascua.

Y un tipo que tenía claro que su firma en el Tratado anglo-irlandés no era más que un peldaño más de un proceso que perseguía la instauración de una república completamente libre del mangoneo inglés y completamente unida, de norte a sur, incluyendo pues los seis condados del Ulster que habían quedado excluidos de la autonomía.

Collins no había dicho la última palabra y así lo expresó a los dirigentes irlandeses, con De Valera a la cabeza, a su regreso de Londres, tras negociar con el a la sazón primer ministro británico, David Lloyd George. En la película de Neil Jordan, con un convincente Liam Neeson metido en su piel, afea de De Valera que le mandara a él a Londres para transaccionar con los brits. A su juicio, este sabía que no podría obtener más en la capital británica y, por tanto, le tocaría afrontar de cara a la parroquia propia el ‘fracaso’ de no haber conseguido la República libre.

Michael Collins de cuerpo presente pintado por John Lavery

Michael Collins de cuerpo presente pintado por John Lavery

Aun así, Collins era partidario de disfrutar de la paz que ofrecía el acuerdo para seguir trabajando en aras de alcanzar el objetivo último. Era una determinación que coherente con su estratégico pragmatismo, no reñido con un idealismo de altos vuelos. Las fuerzas del IRA, tras el pulso librado en desigualdad de condiciones contra un gigante que dominaba una buena porción del planeta, no estaban en la mejor disposición para seguir batallando.

Era el momento de tomarse un respiro. Disfrutar del avance de la autonomía, logro que en 1916 era imposible de vislumbrar. Y entretanto continuar con la labor de zapa para seguir socavando el poderío del enemigo. Un trabajo que llega hasta nuestros días, tras atravesar periodos tan convulsos como los Troubles de los años 70, en los que la guerra de guerrillas de Collins se transformó en el terrorismo de un IRA reavivado, un método que no tenía empacho en atentar contra la población civil para utilizarla como elemento de presión en sus fines políticos.

Brexit y el sueño del IRA

Lo cierto es que nunca antes, desde los hechos relatados hasta ahora, la posibilidad de la reunificación de la isla había estado tan cerca. El Brexit le ha abierto nuevas opciones por el descontento que genera en muchos irlandeses del norte haber salido de la Unión Europea (allí los partidarios del remain vencieron con casi un 56%). El Brexit tensionó de nuevo las calles de algunas ciudades de los condados del Ulster bajo control brit: vimos imágenes que nos trasladaron de pronto a las de documentales de los Troubles, con una brutal violencia sectaria y religiosa en primera plana.

La amenaza de resurrección de la frontera entre el norte y el sur, que atenta contra el Acuerdo de Viernes Santo de 1998, el hito que apaciguó el norte de Irlanda, abona de nuevo la discordia. Es algo que se malician en Irlanda y en la UE, vista la tendencia al unilateralismo de gobernantes escasamente fiables como Boris Johnson. Y, además, en mayo se produjo un hecho absolutamente inédito: el Sinn Fein, partido católico en su día brazo político del IRA, ganó las elecciones por primera vez en la historia de la región. Desde sus cuadros dirigentes, ya lo han dejado claro: en menos de una década habrá un referéndum que aclare lo que quiere la mayoría de la gente, teniendo en cuenta que hoy los católicos ya superan a los protestantes en el censo debido a los índices de natalidad de las últimas décadas.

Quizá Collins, que murió tan joven, tenía razón. Era una cuestión de paciencia. Él, al frente de un pequeñísimo país, doblegó a un imperio con inteligencia, determinación y una sabia combinación de sentido práctico y capacidad para otear el futuro a largo plazo. Aquel asesinato hizo de él un mito que no ha hecho sino crecer con el tiempo, como el de una estrella del rock prematuramente malograda, a la manera de Joplin, Morrison y compañía. Sería interesante, como piden algunos, que se exhumara su cadáver y se le practicara una nueva autopsia (otros irlandeses, en cambio, prefiern no meneallo). Y, aunque esto es ciencia ficción, también tendría su miga saber qué pensaría él ante el ilusionante horizonte -no exento de dificultades serias- al que se su verdosa isla se asoma hoy.