Carolina África y Gabriel Olivares, en el patio de butacas del Teatro María Guerrero. Foto: Sara Fernández

Carolina África y Gabriel Olivares, en el patio de butacas del Teatro María Guerrero. Foto: Sara Fernández

Teatro

Carolina África y Gabriel Olivares, dos todoterrenos unidos por el Día del Teatro

No hay aspecto que se les escape. Actúan, dirigen, escriben e incluso producen. Inmersos en los preparativos de sus más recientes proyectos, se reúnen con El Cultural para celebrar esta efeméride.

27 marzo, 2024 02:20

Aunque no han coincidido nunca en persona hasta ahora, Carolina África (Madrid, 1980) recuerda que una vez ensayó Equus en uno de los espacios de El Reló, la productora de Gabriel Olivares (Albacete, 1975). Ambos han aparcado sus tareas pendientes para acudir a este encuentro con El Cultural por el Día Mundial del Teatro, en una jornada madrileña que nos lleva por la estatua de Valle-Inclán, el Café Gijón y el Teatro María Guerrero.

El director acaba de estrenar en los Teatros del Canal Robots (26 de marzo) con Juanjo Artero, Ana Turpin e Iker Lastra. Un thriller donde aborda la corrupción durante la pandemia. Escrita por Fernando Ramírez y basada en una historia real, “tiene un aire muy cinematográfico”, adelanta el director sobre esta pieza donde logra fusionar el teatro y el lenguaje audiovisual.

Justamente esa permeabilidad entre ambas artes ha conducido a África a probar suerte en la gran pantalla con la adaptación de Verano en diciembre, ya en fase de posproducción y protagonizada por Carmen Machi junto a un elenco de altura: Bárbara Lennie, Beatriz Grimaldos, Vicky Luengo e Irene Escolar. “Ha sido un salto al vacío. He ido con todo el terror del mundo, pero también sabiendo que nadie podía contar esta historia mejor que yo”, comparte entusiasmada.

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Al contrario que ella, Olivares, que comenzó su carrera en el cine, hizo el camino inverso. “Soy una persona muy de acción y meterse en un proyecto audiovisual siempre es muy lento. Tienes muchas dependencias. En el teatro encontré la inmediatez”.

Grandes representantes de las distintas esferas teatrales, ambos pasan de la dirección a la dramaturgia o a la producción con una naturalidad casi orgánica. “Sigo siendo el mismo de cuando tenía 13 años y compré una cámara Super 8 –comenta Olivares–. Ahora que voy a cumplir 50, puedo decir que sé lo que es ser un hombre del
teatro. No es solo dirigir, actuar o conducir la furgoneta, sino todas esas facetas a la vez, y yo las he hecho todas”.

"Después de producir cine el teatro me pareció, en el mejor de los sentidos, familiar, sencillo y artesanal”. Gabriel Olivares

“Gabriel dice hasta actuar –interviene África–. A mí me pasa al revés. Esa sensación de estar encima del escenario fue mi base. Pero al licenciarme no tuve la suerte de encontrar trabajo. Me ha costado mucho considerarme dramaturga. Luego la dirección llegó como una consecuencia natural, después de años en los que ya hasta te has subido a la escalera a colgar el foco. Sin todo ese bagaje no sería la directora que soy”.

Cofundadora de La Belloch Teatro S.L., integrada en la actualidad por ella y Laura Cortón, África reconoce que la producción tiene sus ventajas. “Si estás en un teatro nacional te lavan hasta la ropa en el teatro, pero a lo mejor estás haciendo un proyecto que no te ilusiona. Cuando produces la satisfacción de hacer las cosas como quieres es infinita. La contrapartida es que pones tus ahorros y no hay garantía de que vayan a amortizarse”.

Carolina África y Gabriel Olivares posan junto a la estatua de Valle-Inclán, en Madrid. Foto: Sara Fernández

Carolina África y Gabriel Olivares posan junto a la estatua de Valle-Inclán, en Madrid. Foto: Sara Fernández

Olivares, en cambio, empezó muy joven a producir. “Me bregué en la producción haciendo cine y eso me dio mucho músculo. De repente el teatro me parecía, en el mejor sentido, algo familiar, fácil y artesanal”. Pero lo importante, explica, es encontrar tu hueco. “Mucha gente entra a través de la interpretación porque es el cartel más luminoso. Hay actores con mucha frustración que igual no se dan cuenta de que serían estupendos directores o ayudantes de dirección”.

Reconocida por la crítica por títulos como Vientos de Levante u El cuaderno de Pitágoras, a África no le asusta lidiar con el fracaso. “En La Belloch somos tan friquis que celebramos los ‘noes’: Señores de los teatros, nos encanta escuchar también un ‘no’. Lo peor son los mails no respondidos”, comparte. “Pensamos que hay que alejarse del fracaso para llegar al éxito, y es todo lo contrario. Es verdad que cuesta, porque vivimos en la idea del triunfo constante, de un Instagram mentiroso, pero el fracaso es el germen para explorar más adelante”.

"Vivimos en la idea del triunfo, de un Instagram mentiroso, pero el fracaso es el germen para explorar". Carolina África

Hablar de éxito es hablar de una carrera como la de Olivares, donde las cifras dan incluso vértigo. “He llegado a dirigir tres funciones a la vez: mañana, tarde y noche, estrenando diez u once espectáculos grandes al año, en total, más de 80 funciones”, calcula.

Su nombre suele ir aparejado al de títulos como Burundanga o Una boda feliz. “He tenido y tengo éxito, con funciones que han durado mucho en cartel, pero había un fracaso porque no me estaba dedicando la mejor parte del día. Ahora me dejo las mañanas libres. Si el teatro no te sirve para vivir mejor y hacer de la vida un arte es que no estás haciendo teatro”.

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Ambos han trabajado también en el circuito público y privado. “Lo curioso es que no existe una fórmula –señala África–. Si fuera sólo una cuestión económica todo el mundo haría éxitos como churros y eso no sucede. Pero si teatro comercial es llegar a un gran número de público yo quiero hacer eso”.

No obstante, añade, “he aprendido a saber hacer teatro en cualquier circunstancia en lo grande y en lo pequeño, con dinero y sin él. Recuerdo una vez que estábamos programadas en el Teatro Circo de Murcia y la abuela de Virginia Frutos no pudo venir. Según acabamos, nos fuimos al salón de su casa y repetimos la misma función que habíamos hecho en aquel escenario para ella y tres vecinas. Fue maravilloso”.

Carolina África y Gabriel Olivares en el madrileño Café Gijón. Foto: Sara Fernández

Carolina África y Gabriel Olivares en el madrileño Café Gijón. Foto: Sara Fernández

Algo a lo que asiente Olivares, aunque añade: “Se mitifica mucho el teatro público. Creo que es algo necesario, pero también es una responsabilidad en ciudades de provincias donde ya no hay teatros pequeños. Si te quedas con todo el pastel, tienes que ayudar a la gente que quiere empezar”.

Y tocando lo económico, sale el tema del esperado Estatuto del Artista. “Es desolador cuando ves el panorama y los porcentajes de personas que viven de esta profesión dignamente –opina África–. Este es un oficio para valientes, con una intermitencia brutal. Tengo muchas compañeras, sobre todo mujeres, que han abandonado por una cuestión de dignidad, porque no podían dar de comer a sus hijos”.

Con todo, hay lugar para el optimismo. “La Unión de Actores, que ha estado empujando, ha hecho un gran trabajo en ese sentido y yo creo que vamos hacia allí”, concluye Olivares.