Esta breve tragedia que es la carne. Foto: Isabelle Meister

"Es necesario llegar al origen de la tragedia del mismo modo que los científicos llegan al origen del universo colisionando protones". Con estas dosis de provocación y misterio vuelve Angélica Liddell a Madrid para presentar su Trilogía del infinito, un proyecto estrenado en varios festivales europeos y conectado por la fuerza esencial de la poesía.

Las sombras de los ancestros del director de cine ruso Serguei Parajanov, la poesía sobrenatural y atormentada de Emily Dickinson, el mito y la metáfora desenfrenada de Nietzsche, el verso heroico de Hölderlin, el canto inmenso de Virgilio, la lucidez suicida de Mishima y el universo poético de la Biblia. Todo ello forma el tejido de La trilogía del infinito, el nuevo artefacto escénico que Angélica Liddell (Figueras, 1966) y su compañía Atra Bilis hará estallar sobre el escenario de los Teatros del Canal de Madrid a partir del próximo miércoles, 23.



Esta breve tragedia de la carne, ¿Qué haré yo con esta espada? y Génesis 6, 6-7 son las tres entregas con las que Liddell, galardonada con los premios Nacional de Literatura Dramática de 2012 y la II edición del Valle-Inclán en 2008, construye sobre las tablas, una vez más, un inconfundible universo basado en la "libertad absoluta" y en la "supermoral" de la poesía. La trilogía, estrenada cronológicamente en el Festival Bâtie de Ginebra en 2015, en el de Aviñón un año después y en el Napoli Teatro Festival en 2017, se estructura en torno a la belleza, el erotismo y la muerte, un triángulo sobre lo absoluto y lo irracional en el que la autora de La casa de la fuerza retorna a la energía originaria, a las tinieblas y a los primeros instantes del universo.

Una costilla sobre la mesa

"La realidad es una tumba que jamás termina de cavarse". La sentencia de la directora y actriz pertenece a su libro recién publicado Una costilla sobre la mesa (La Uña Rota) y parece resumir la actividad creativa invertida en esta trinidad que viene a compendiar gran parte de sus inquietudes artísticas y personales. "Es un viaje desde el fuego interior de Emily Dickinson -explica Liddell- pasando por el canibalismo y el terror como acto de amor para llegar a la puerta de las estrellas, a nuestro deseo de regresar a la oscuridad, a un estado anterior a la materia, al esperma y a la palabra".



Génesis 6, 6-7

Pese a que da por terminado el nietzscheano tiempo de "abrirse camino a machetazos", Liddell continúa con la intensidad y el misterio de sus puestas en escena, encaminadas a reflexionar sobre el laberinto del alma y a resolver el eterno conflicto entre la materia y el espíritu. Así, el escenario aparece como una monumental mesa de disección, un lugar ubicado "entre los dientes de un caníbal", en el que descubrimos que todo nace del mismo instinto, del mismo vacío primordial, de la misma fuerza, del mismo deseo fundamental...



Este retorno al Big Bang desde el que Liddell empieza a pensar y actuar arranca con Esta breve tragedia de la carne (23-25 mayo), donde el montaje, inspirado por la inteligencia y el encierro de Emily Dickinson, rastrea lo sagrado: "Ella desafía el mundo racional con su reclusión, con el enigma, rompiendo la ley de la comunicación, indiferente a todo y defendiendo la belleza de su interior".



"Al trabajar pensando en Emily he querido estar más cerca de saber menos -ha escrito la directora-. Sólo el encubrimiento es revelación. ‘Lo sobrenatural no es sino lo natural desvelado', dice la poeta en una de sus cartas. La hago desaparecer para revelarla. Queda así la sombra incandescente que nos deja solos y abrumados cuando en nuestro interior se escucha el trueno de lo invisible".



¿Qué haré yo con esta espada

La transgresión de las leyes, la desobediencia, el exceso y el contacto con las emociones humanas presiden ¿Qué haré yo con esta espada? (26-27 de mayo), un viaje de París a Tokio, "como una Eneida delirante", partiendo de dos hechos violentos: el asesinato de una estudiante de La Sorbona en 1981 a manos de Issei Sagawa y los atentados terroristas de París la noche del 13 de noviembre de 2015. Ambos sucesos tuvieron a la capital francesa como escenario y supusieron, según la directora, una toma de conciencia de la propia existencia en el corazón del racionalismo: "Este trabajo nace del enfrentamiento entre la poesía y la ley, o más bien entre la ley del Estado y la ley de la poesía, entre la prosa del Estado y el arrebato del espíritu".



Para Liddell es necesario llegar al origen de la tragedia del mismo modo que los científicos buscan el origen del universo colisionando protones: "En ambos casos, en la tragedia y la materia, existe la sensación pura, sin nombre. Sólo se puede crear al ser humano destruyéndolo". Es en este pundo donde podría continuar la última entrega de la trilogía, Génesis 6, 6-7, la pieza que cierra, los días 29 y 30, la presencia de Angélica Liddell en Madrid. Extraída de las corrientes míticas del Antiguo Testamento y de la fuerza ancestral del mito de Medea, Génesis se pone de acuerdo con la ira de Dios para devolver todo a las tinieblas, un mundo que, para Liddell, no puede resolverse desde el materialismo ni desde el mecanicismo sino poniendo rumbo a lo sagrado: "Es un mundo que ya no puede seguir esperando. Desea desaparecer. Lo más importante es la revelación que une el descenso a la palabra, a la analogía entre el verbo y la fecundación".



Angélica Liddell subirá así, a su particular mesa de disección, el teatro de lo esencial y de la tragedia primigenia. El espectador recorrerá su mundo a través de los senderos marcados por la poesía germinal. Por eso Liddell nos recuerda, volviendo a Hölderlin, que "si no se puede ser un héroe, al menos alcancemos la dicha de ser un poeta".



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