Una escena del montaje de Las Golondrinas. Foto: Javier del Real

La era Bianco en el Teatro de la Zarzuela arranca con el rescate de Las golondrinas a partir de este viernes. La obra de Usandizaga, intensa, vigorosa y de encendido lirismo, será dirigida desde el foso por Óliver Díaz. De la escena se ocupa Giancarlo del Monaco. Concurren además dos excelentes elencos.

Pudimos disfrutar de esta obra imperfecta, pero intensa, vigorosa, de encendido lirismo y escritura de raro refinamiento que es Las golondrinas de José María Usandizaga cuando el Real decidió recuperarla en 1999. Quedaba en la lejanía la versión que, bastantes años atrás, había producido el Teatro de la Zarzuela, que es el coliseo que este viernes, con el impulso de su actual rector, Daniel Bianco, la resucita de nuevo. Y para ello emplea, con buen criterio, la edición preparada para el teatro de la Plaza de Oriente por el compositor Ramón Lazkano, que trabajó sobre la partitura redactada en su día por Ramón Usandizaga, hermano del creador, estrenada en Barcelona en 1929 y que convertía en ópera la zarzuela primigenia.



La obra nació gracias al impulso de Gregorio Martínez Sierra y su esposa María de Lejárraga, autores de la historia. El estreno tuvo lugar en el Circo Price de Madrid en1914, con Luisa Vela (embarazada de 9 meses quien luego sería el famoso barítono Luis Sagi Vela) y Emilio Sagi-Barba como protagonistas. La crítica de la época fue receptiva. Víctor Espinós escribía en El Universo: "La partitura está orquestada con un conocimiento y con un interés extraordinarios, sin un alarde chocarrero, sin concesiones a nada que no sea digno del arte".



Aunque Espinós también señalaba algunas imperfecciones, como el excesivo y facilón melodramatismo que se abría paso ocasionalmente, destacado asimismo por otros colegas. Joachim (Joaquín Fesser) en El Correo ponía en duda un "melodismo a veces falto de interés o de novedad, acusando indecisión de tendencia". Pero destacaba "el manejo de la orquesta como elemento vivísimo de color descriptivo, con aprovechamiento sobrio, pero siempre oportunísimo de los recursos armónicos e instrumentales para la exacta y vigorosa expresión de las situaciones escénicas".



Aunque quien mejor desentrañó los secretos de la composición fue probablemente un encandilado Pablo Sorozábal: "Usandizaga cultiva en casi todas sus obras la variación sinfónica. Coge los temas, los motivos musicales y juega con ellos. Es amigo de reunir dos o más motivos y simultanearlos. La música es, casi invariablemente, horizontal, nace y se desenvuelve contrapuntísticamente, con lo que sigue la escuela de Cesar Franck, cultivada en la Schola Cantorum de París por Vincent d'Indy". Usandizaga, pese a su juventud, había probado ya su valía en su ópera prima, Mendi Mendiyan, de 1910.



Hay que subrayar que este drama de titiriteros, que se desarrolla en el ambiente del circo y que tantas conexiones mantiene con I Pagliacci de Leoncavallo, perdió algo de su concisión y coherencia primigenias de zarzuela en su versión operística. La música que sostiene los recitativos o declamados resulta no pocas veces bastante forzada. En la versión de Ramón Lazkano siguen siendo los números más famosos y logrados: la canción de Lina Me dices que ya no me quieres, el coro de la feria, la magnífica Pantomima orquestal, el recitativo de Puck, tan dramático y verista, Se reía, y la romanza del primer acto de este personaje, Caminar, caminar.



En estas ocasión se alternan dos repartos excelentes. En el papel de la dulce y sufriente Lina, una soprano lírica de cierto fuste, figuran Carmen Romeu y Raquel Lojendio, dos voces estupendas de distinto tonelaje; en el del payaso Puck, Rodrigo Esteves y José Antonio López, dos barítonos sólidos, compactos, de lirismo vigoroso; en el de la casquivana Cecilia, Nancy Fabiola Herrera y Ana Ibarra, mezzos de interesantes reflejos y variada expresión. La batuta la empuña el actual responsable musical de la Zarzuela, el flexible y competente Óliver Díaz, maestro muy hábil en el acompañamiento vocal. La escena corre a cargo, en esta nueva producción, de Gian Carlo del Monaco, artista siempre con cosas que decir a partir de un estudio serio y constructivo de la partitura y una especial penetración en torno a las conductas humanas.