La plaça del Diamant nos ofrece las esencias de una época, (de la República a la Dictadura) reflejadas en los sentimientos y vivencias de Colometa. La estilizada elegancia que Joan Ollé muestra en sus puestas en escena alcanza aquí cotas máximas a la vez que nos transmite con extraordinaria sobriedad y difícil sencillez "toda" la obra. Tres bancos, la sombra de una escalera sobre una pared resquebrajada, y unos farolillos de feria constituyen el espacio diseñado por Serge Marzolff. La iluminación de Lionel Spycher proporciona delicadísimas atmósferas. La música de Pascal Comelade es un difícil acierto que consigue ser suave pero no anodina, popular pero no vulgar: una voz de fondo que acompaña las de las actrices. Sólo el personaje de Colometa está sobre el escenario, pero Colometa y Rodoreda son tres grandes actrices, sentadas, inmóviles, expresivas sólo con el rostro y la mirada. Y con sus espléndidas voces que se funden para desgranar el texto, para proporcionarnos su universo íntimo, que sólo al final exterioriza sus sentimientos. Son tres edades, tres situaciones en la vida de Colometa. Son tres interpretaciones de gran fuerza y sutilidad. Las tres son espléndidas por más que siempre tengamos que destacar a la gran y versátil Montse Carulla.