Refugio de melómanos, motor de ingresos para los artistas u objeto vintage de coleccionismo, el vinilo —que cada 12 de agosto celebra su Día Internacional— lleva años viviendo un renacimiento que lo ha llevado de las tiendas de segunda mano a las listas de ventas, disputando protagonismo al omnipresente streaming.
Sin embargo, las cifras reflejan que esa burbuja parece empezar a estabilizarse tras un largo bum. Después de más de una década de crecimiento, el mercado del vinilo en España ya ha comenzado a mostrar síntomas de desaceleración.
Según el informe anual de Promusicae en 2024 se vendieron 1,67 millones de unidades —un 8% menos que el año anterior— y la facturación descendió a 33,8 millones de euros.
Evolución de las ventas de vinilos en España. Promusicae
La subida de precios, la limitada capacidad de producción —en España solo hay tres fábricas que producen vinilos— y las preguntas sobre el coste medioambiental del formato parecen hacer estragos en un sector que, aún así, sigue liderando las ventas de música en formato físico, y supone ya el 62,8% del mercado.
Datos positivos, ensombrecidos por el hecho de que los vinilos sean considerados ya un lujo. Según el informe anual 2025 de Discogs, el precio del vinilo a nivel global ha experimentado un incremento del 24% en los últimos cinco años. Antes de la pandemia, las novedades rondaban los 20€, mientras que actualmente un vinilo estándar cuesta entre 30 y 35€, con los dobles llegando a los 45€.
Para Oscar Avendaño, bajista durante dos décadas de Siniestro Total y autor de ¡Lo tengo en vinilo !: Una historia sobre la fidelidad y el amor... a un formato. (NeoPerson Sounds, 2024), el vinilo se ha convertido "en un objeto clasista".
"Mucha gente compra vinilos a unos precios exorbitantes simplemente por poder decir que los tiene, más allá de que le interese realmente la música o no. La gente que comprábamos en aquella época, y seguimos comprando, nos negamos a pagar 40€ por la reedición de un disco que, en su momento, costaba mil pesetas y no le interesaba a nadie. Creo que se ha convertido en una muestra de clase social o clase intelectual", asegura a El Cultural.
En su libro, Avendaño rememora la época de desprestigio del vinilo, a finales de los ochenta y principios de los 90, cuando podías encontrar en rastrillos e hipermercados auténticas joyas por precios ridículos.
Sobre este incremento de precio, el músico apunta a la especulación. "El mercado de compraventa se ha disparado muchísimo por culpa de páginas como Discogs, donde hay gente vendiendo discos a precios insultantes porque así funciona la oferta y la demanda. Toda la industria es consciente de que el vinilo es un objeto de coleccionismo".
Considerado siempre como un objeto de coleccionista, el vinilo ha ido adquiriendo en los últimos años un carácter cada vez más ligado al merchandising: hoy es más un souvenir de un concierto o una forma de poseer algo de tu artista favorito. Tener o no un tocadiscos ya no es la cuestión.
"Ahora cualquier artista fabrica vinilos cuando su público no está ahí. Por ejemplo, el público de Bisbal no es un público comprador de vinilos, pero él los fabrica porque ahora mismo sí se venden", apunta el músico.
En 2021, en pleno furor del formato, la producción masiva de vinilos para estrellas internacionales como el 30 de Adele o los últimos discos de Taylor Swift colapsó las fábricas y retrasó durante meses los lanzamientos de artistas pequeños y sellos independientes, evidenciando las limitaciones de un sistema que ha cambiado poco.
Avendaño, coleccionista veterano y actual líder de The Bo Derek’s, se muestra positivo ante la tendencia al alza del formato, aunque predice que acabará remitiendo. Por eso, diferencia entre el furor momentáneo y el coleccionismo genuino de la escena musical independiente.
"Quienes compran discos en los conciertos de bandas pequeñas lo hacen porque de verdad aman la música o quieren apoyar a los grupos que ven en directo. Son discos baratos, sin nada que ver con las reediciones carísimas de grupos como Radiohead o Wilco. Yo vendo los vinilos de mis bandas en mis conciertos y sé que no van a estar cotizados en el futuro".
Por su parte, Jose Verdugo, coleccionista y baterista de la banda emergente Norma Haiku, reivindica el valor comunitario y alternativo del vinilo, que además se ha convertido en una fuente importante de ingresos para unas bandas que también han sufrido el aumento de costes.
"Muchos artistas que nunca se han interesado por el vinilo ahora lo ven como un fetiche, pero para las bandas independientes y los grupos punk ha sido siempre una manera de darle valor, de ponerle cara, de crear una hermandad entre colectivos y sellos independientes. La gente compra vinilos porque quiere apoyar a los grupos, no solo para lucirlos en la estantería".
Aun así, echa de menos más sitios donde juntarse y compartir melomanía, como ferias autogestionadas o de autoedición, que faciliten el intercambio y la socialización.
Hoy, la gran cita sigue siendo la Feria Internacional del Disco, que cada otoño recorre Madrid, Barcelona, Mallorca y Bilbao, pero las tiendas de vinilos continúan siendo el verdadero santuario melómano.
Sobre si pueden tener el mismo destino que los añorados videoclub, Avendaño también se muestra optimista. "Han sobrevivido a las vacas flacas, han estado ahí, han seguido vendiendo, poco, pero han vendido. Dentro de toda la gente que compra vinilos, sigue habiendo aficionados que llevan toda la vida comprando y les interesa la música de verdad. Somos pocos, pero los suficientes para que esas tiendas sigan resistiendo".
Un puesto de la 26ª Feria Internacional del Disco de Madrid, en el Recinto Ferial de la Casa de Campo, a mayo de 2025. Foto: Jesús Hellín / Europa Press.
En España hay un total de 273 tiendas de vinilos —según la plataforma Records Store, un mapa interactivo que lleva un registro mundial—, con Barcelona (50), Madrid (42) y Valencia (11) a la cabeza.
En la capital, pese al cierre de míticas como Madrid Rock (2005) —un fantasma recordado por los heavys de Gran Vía—, todavía resisten clásicos como La Metralleta (Ópera), Escridiscos (Gran Vía) o La Gramola (Callao). Y en la última década han abierto nuevas como El Molar (La Latina), Bajo el volcán (Lavapiés), La casa del disco (San Blas), La Negra (Prosperidad) o Marilians Records (Malasaña).
El aumento de los precios también es una de las grandes preocupaciones de estos pequeños negocios. Para Marilians, señala su dueño Daniel Forés, "sobre todo, la subida de los precios del vinilo y la imposibilidad de competir con las ofertas de las grandes superficies".
A ello se suman otros retos, como la inmediatez que exige hoy la venta online: "Somos solo dos personas y no contamos con las infraestructuras de una gran cadena, pero creemos que precisamente ahí está la esencia de una tienda local", asegura a El Cultural.
Las largas colas alrededor de esta pequeña tienda en la calle Noviciado, que cumple su sexto aniversario tras una dura apertura durante la pandemia, son muy habituales. Se deben a las firmas de discos, listening parties y conciertos en acústico que se celebran prácticamente cada semana tanto con artistas veteranos como bandas emergentes.
El público de la tienda —con "más flujo en físico que en online porque, al coleccionista de vinilos le gusta buscar entre las cubetas y hacer de la compra del disco una experiencia"— es intergeneracional, pero con mucha presencia de gente joven.
"Tenemos un poco de todo, pero sí que es cierto que, desde que abrimos tuvimos un perfil de cliente joven, que empezaban con su colección y es que las nuevas generaciones están consumiendo música en vinilo de manera cada vez más habitual", apunta Forés.
De hecho, aseguran, todas las semanas viene alguien a la tienda a hacer uso del Bono Cultural, una ayuda estatal de 400 euros a quienes cumplen 18 años para adquirir productos y actividades culturales.
Jaime, coleccionista madrileño de 22 años, coincide en que uno de los mayores problemas de este hobby es el coste. "Nunca ha sido especialmente barato, pero en los últimos años ha subido mucho. Esto ha hecho que compre con menos frecuencia, y también ha afectado a algunos de los planes que solía disfrutar, como ir a buscar discos con mis amigos. Muchos ya no compran tan seguido o incluso han dejado de comprar precisamente por el precio", cuenta a El Cultural.
Este aumento de precios puede influir en un "rescate" de lo digital tan pronto como el vintage se hace inaccesible. Como ha ocurrido con la fotografía analógica, resucitada en los últimos años y cuya alta demanda ha disparado el precio de los carretes, haciendo que muchos se decanten por volver a usar su vieja cámara digital.
Por lo que la vuelta al CD, un juguete roto de la industria, no suena tan descabellada. "Cuando un vinilo es excesivamente caro, a veces opto por comprar el CD, que sigue siendo un formato físico y mucho más accesible", afirma este joven coleccionista.
Por su parte, Avendaño, que recuerda cuando en 1985 los CDs se vendían a 2500 pesetas y los vinilos 900, está de acuerdo en que este formato nunca se fue del todo.
"Lo último que esperaba era que resucitase el casete, así que supongo que si ahora vuelven con un precio competitivo, puede que la gente se dé cuenta de que son una buena alternativa, pero me parece difícil en un mundo como este, teniendo Spotify en el coche, no te preocupas demasiado por el sonido y lo puedo entender".
En tiempos de playlists infinitas e intangibles, las nuevas generaciones han encontrado en el formato físico —y en el vinilo en particular—un consumo racional de música frente a la impulsividad de las plataformas.
"Al final escuchar un disco se convierte en una experiencia desde que lo abres, lo limpias, lo colocas en el tocadiscos y lo reproduces. Es una manera de escuchar el disco de principio a fin, sin saltar canciones y siguiendo la línea que el propio artista o banda ha querido marcar con su proyecto", destaca el dueño de Marilians.
Entre la tranquilidad y el deseo de romantizar el ritual de escuchar música, apunta Jaime, el vinilo no es solo un formato. "Más allá del sonido o del objeto en sí, representa una forma de pertenencia, una conexión real con la música que las plataformas de streaming no pueden ofrecer. Son tuyos, nadie te los puede quitar".
