Carátulas de 'La Macarena', de Los del Río; 'Eva María', de Fórmula V; 'Aserejé', de Las Ketchup, y otras canciones del verano.

Carátulas de 'La Macarena', de Los del Río; 'Eva María', de Fórmula V; 'Aserejé', de Las Ketchup, y otras canciones del verano.

Música

La canción del verano en España: historia de una fórmula mágica

'La yenka', 'Waka Waka', 'Eva María', 'El bimbó', 'Aquí no hay playa', 'Bomba', 'Macarena', 'Aserejé'... Desde que la canción del verano tuvo entidad propia en los 60 no ha dejado de poner ritmo a las vacaciones.

2 agosto, 2023 02:34

Estribillos pegadizos, ritmos implacables, letras hedonistas con querencia por playas, amores efímeros y jaranas nocturnas: piensen en cualquier elemento considerado desecho de tienta por la crítica musical, mézclenlos todos a granel, y el resultado es sabido hasta por la persona más despistada que haya pisado este país. La canción del verano, claro, un fenómeno al que puede que la pertinencia del adjetivo “cultural” esté por dilucidar, pero en ningún caso la de “sociológico”.

¿Idea propia? Qué va: si la norma no escrita dicta que tras cualquier propuesta ingeniosa (léase rentable) siempre hay un italiano, esta no fue una excepción. Porque en tiempos en los que el ritmo no lo marcaban Londres o Miami sino París o Milán, el festival Un disco per l’estate [Un disco para el verano] encontró eco inmediato en España. Una España que a mediados de los sesenta no era ya aquella de la autarquía, sino otra mucho más permeable, en la que la música ejercía de punta de vanguardia y en la que el blanco y negro había sido suplido por el color de revistas como Mundo Joven o Fans que replicaban aquel prodigio yeyé que fue Salut les copains.

Una España, la del desarrollismo, donde la televisión llegaba como una ola imparable y donde los receptores de radio empezaban a ser un lujo accesible. El big bang fue un programa de la SER titulado Los 40 Principales que no tardaría en tener dial propio ni en convertirse en vehículo de difusión de canciones omnipresentes en fiestas patronales, bailes, guateques, autos de choque y, pronto, boîtes y discotecas. Todos los elementos para que la canción del verano viera la luz estaban en marcha.

En tiempos en los que el ritmo no lo marcaban Londres o Miami sino París o Milán, el festival 'Un disco para el verano' encontró eco inmediato en España

No dejó de resultar simbólica su primera intentona: tuvo lugar en 1965, cuando Los Brincos asediaron por dos frentes (Mejor y Borracho) el trono estival de La yenka de los hermanos Johnny & Charley. Una pugna que no era sino la de lo viejo y lo nuevo: la de esa canción heredera de algo tan demodé como la polka frente a una banda exquisita dando réplica –y no menor– a aquella deslumbrante fuente de modernidad que eran Los Beatles.

El resultado de la batalla se dilucidaría en años sucesivos. Si la canción del verano de 1966 fue La moto de Los Bravos, Los Brincos tomaron el relevo con Lola (1967) y el Get on your knees de Los Canarios compartió popularidad con el La, la, la de Massiel en 1968. La canción del verano había encontrado su lógica propia y no fueron pocos quienes comprendieron todo lo que aquel filón escondía.

Fórmula V cubrirían el arco que va desde Cuéntame (1969) hasta Eva María (1973), Los Diablos el que une Un rayo de sol (1970) con Oh oh July (1972). Mientras tanto, calentaba por la banda un cantante francés a la búsqueda de fortuna en nuestro país. Se llamaba Georgie Dann y El bimbó (1975) forjó la quintaesencia de las canciones que solo alcanzaban sentido en la canícula. La antigua modernidad había dejado de serlo: en 1977 el grupo Laredo triunfaría popurreando en El último guateque varios éxitos de la década anterior en un pionero ejercicio de nostalgia musical.

La llegada de la democracia fue también la de la explosión de la contracultura que había crecido larvada en el último franquismo y el Rock and roll en la plaza del pueblo de Tequila (1980) no solo supo popularizarla, sino que adelantó otra avalancha de modernidad, la del auge y caída de la Movida que tuvo como cabezas veraniegas Caperucita feroz de la Orquesta Mondragón (1980), Bailando de Alaska y los Pegamoides (1982) y hasta Aquí no hay playa de The Refrescos (1989).

Pero aquella España también desaparecería, enterrada bajo esa otra, la del pelotazo y los fastos faraónicos del Amigos para siempre de Los Manolos (1992). Y entre viajes a Marbella y amarres en Puerto Banús, Georgie Dann y sus adláteres –a ver cómo podemos calificar Bomba de King África (2000)– vieron cómo Devórame otra vez de Lalo Rodríguez (1988) anunciaba un cambio de eje hacia lo latino que Shakira llevaría a su apoteosis en 2010 con Waka Waka (Esto es África).

Todo ello mientras la posmodernidad nos arrollaba y aquel invento que nadie entendía muy bien llamado Internet comenzaba a corroer la industria musical y, con ella, el emporio de promociones y payolas que daba vida a la competición estival. El ciclo se cerraba, pero no sin una inesperada traca final que vio el asalto internacional de la canción del verano autóctona: hasta en la Casa Blanca se bailó la Macarena de Los del Río (1996), hasta en Australia fue número uno el Aserejé de Las Ketchup (2002).

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Pero la fiesta había terminado. Incluso Vale Music, aquella discográfica que parecía vivir en una perpetua canción del verano, lo saldó con el invento La Banda del Capitán Canalla y un tema de título gráfico como pocos: Que vuelva ya Georgie Dann (2003). Hasta él había perdido el pulso de los tiempos, confusos porque el mundo virtual había multiplicado hasta el infinito los canales de distribución de la música y aquellos programas de televisión que agrupaban a familias enteras o aquellas cadenas de radio capaces de hacer llegar a todo el mundo una melodía estaban desapareciendo rápidamente.

Aún quedaría un último coletazo. En enero de 2017 un tema fue expandiéndose como una mancha de aceite y con la llegada del verano aquello viró a locura colectiva. Se titulaba Despacito y por un momento pareció revivir algo que era ya solo un espejismo. Pero los tiempos dictaban que aquello no podía ser más que un capricho momentáneo que tarde o temprano se repetirá, ahora vía TikTok o vaya usted a saber qué invento futuro. Aunque su paso será fugaz, como todo en estos tiempos líquidos, y su estallido volverá a recordarnos que la canción del verano es ya otro elemento irrecuperable del pasado.

'La barbacoa', de Georgie Dann

'La barbacoa', de Georgie Dann

El chiringuito de Georgie Dann

Fue Serge Gainsbourg quien dio a Georgie Dann (París, 1940-Madrid, 2021) la clave cuando en 1966 se lanzó a versionar su Por qué un pijama. A Dann le quedó añadir al cóctel ritmo facilón + letra picaruela un look estival apocalíptico y unas bailarinas clavaditas a las de Claude François para dar con la piedra filosofal de la canción del verano. Ni una se le escapó durante más de dos décadas: Paloma blanca (1976), El africano (1985), El chiringuito (1989), La barbacoa (1994). Busquen un solo español que no las haya bailado.